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Paradola Del "Maestro"


Enviado por   •  16 de Julio de 2013  •  796 Palabras (4 Páginas)  •  287 Visitas

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El maestro

Érase una vez un maestro que hablaba a un grupo de gente y su mensaje resultaba

tan maravilloso que todas las personas que estaban allí reunidas se sintieron

conmovidas por sus palabras de amor. En medio de esa multitud, se encontraba un

hombre que había escuchado todas las palabras que el maestro había pronunciado. Era

un hombre muy humilde y de gran corazón, que se sintió tan conmovido por las

palabras del maestro que sintió la necesidad de invitarlo a su hogar.

Así pues, cuando el maestro acabó de hablar, el hombre se abrió paso entre la

multitud, se acercó a él y, mirándole a los ojos, le dijo: «Sé que está muy ocupado y que

todos requieren su atención. También sé que casi no dispone de tiempo ni para

escuchar mis palabras, pero mi corazón se siente tan libre y es tanto el amor que siento

por usted que me mueve la necesidad de invitarle a mi hogar. Quiero prepararle la

mejor de las comidas. No espero que acepte, pero quería que lo supiera».

El maestro le miró a los ojos, y con la más bella de las sonrisas, le contestó:

«Prepáralo todo. Iré». Entonces, el maestro se alejó.

Al oír estas palabras el corazón del hombre se sintió lleno de júbilo. A duras penas

podía esperar a que llegase el momento de servir al maestro y expresarle el amor que

sentía por él. Sería el día más importante de su vida: el maestro estaría con él. Compró

la mejor comida y el mejor vino y buscó las ropas más preciosas para ofrecérselas

como regalo. Después corrió hacia su casa a fin de llevar a cabo todos los preparativos

para recibir al maestro. Lo limpió todo, preparó una comida deliciosa y decoró

bellamente la mesa. Su corazón estaba rebosante de alegría porque el maestro pronto

estaría allí.

El hombre esperaba ansioso cuando alguien llamó a la puerta. La abrió con afán

pero, en lugar del maestro, se encontró con una anciana. Ésta le miró a los ojos y le

dijo: «Estoy hambrienta. ¿Podrías darme un trozo de pan?».

El se sintió un poco decepcionado al ver que no se trataba del maestro. Miró a la

mujer y le dijo: «Por favor, entre en mi casa». La sentó en el lugar que había preparado

para el maestro y le ofreció la comida que había cocinado para él. Pero estaba ansioso y

esperaba que la mujer se diese prisa en acabar de comer. La anciana se sintió

conmovida por la generosidad de este hombre. Le dio las gracias y se marchó.

Apenas hubo acabado de preparar de nuevo la mesa para el maestro cuando

alguien volvió a llamar a su puerta. Esta vez se trataba de un desconocido que había

viajado a través del desierto. El forastero le miró y le dijo: «Estoy sediento. ¿Podrías

darme

...

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