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Regla De Vida De Creyente


Enviado por   •  18 de Noviembre de 2013  •  832 Palabras (4 Páginas)  •  352 Visitas

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¿CUÁL ES LA REGLA DE VIDA PARA EL CREYENTE?

¿Qué Lugar tiene la Ley en la Santificación?

¿La Clave para Vivir la Vida Cristiana se encuentra en el Monte Sinaí o en el Monte Calvario?

¿Cuál es la regla de vida para el creyente? ¿Por cuál regla debería vivir? ¿Cómo ha de vivirse la vida cristiana? ¿Qué normas debo seguir y en qué debo fijar la vista? Como creyente, ¿cómo debo andar? ¿Cuál es la clave para vivir la vida cristiana? ¿Qué debo hacer para vivir una vida que agrade a Dios? ¿Cómo puedo vivir una vida santa? ¿Cómo puedo caminar por la senda que Dios ha escogido para mí, la senda de santidad y santificación? “Pues la voluntad de Dios es vuestra santificación” (1 Tesalonicenses 4:3).

Estas preguntas son importantes y han sido respondidas en al menos dos maneras distintas. Algunos insisten en que la regla de vida del creyente es la LEY. Cuando dicen “LEY”, se refieren en especial a la ley moral de Dios como es expuesta en los Diez Mandamientos. ¿Cómo he de vivir? Su respuesta sería ésta: “Debo vivir por la ley de Dios. Debo vivir por los Diez Mandamientos. Esta es mi regla de vida. La clave para vivir la vida cristiana y la clave para andar en santidad es tratar de obedecer la santa ley de Dios, especialmente los Diez Mandamientos, que el Señor Jesús resumió en dos grandes mandamientos: amar a Dios con todo tu corazón y amar a tu prójimo como a ti mismo”. Compare Mateo 22:36-40.

Esto suena muy bien, pero el problema simplemente es el siguiente: Mientras más tratamos de guardar la santa ley de Dios, tanto más fracasamos. Aún como creyentes regenerados, no podemos, con nuestras fuerzas, elevarnos a la altura de la medida de la perfecta justicia de Dios. El problema no radica en la ley, porque “la ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno” (Romanos 7:12). El problema está en el creyente: “Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo” (Romanos 7:18).

Esto es similar al problema que tuvieron los israelitas cuando primero se les dio la santa ley de Dios. Su respuesta a los mandamientos fue la siguiente:”Todo lo que el Señor ha dicho, haremos”. Ellos eran sinceros en su deseo de obedecer, pero, tal como sabemos, ellos fracasaron miserablemente en guardar los mandamientos de Dios. Ellos no entendieron su propia debilidad.

El Señor aprobó esta respuesta verbal de la gente en Deuteronomio 5:27-28: “Bien está todo lo que han dicho”. Su historia posterior, sin embargo, muestra que ellos no se dieron cuenta de su propia debilidad moral y espiritual y de la infinita perfección de la ley divina que ellos tan livianamente se comprometieron a obedecer. Vea el lamento de Dios en Deuteronomio 5:29: “¡Quién diera que tuviesen tal corazón,

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