Regresar donde dejaste a Jesús
Enviado por TeofiloPeralta • 27 de Mayo de 2017 • Ensayo • 1.056 Palabras (5 Páginas) • 586 Visitas
Regresar donde dejaste a Jesús
Por Mtro. Teófilo Peralta.
Servidor de Jesucristo, Maestro,
Psicólogo, terapeuta familiar.
La Biblia nos enseña, que cuando Jesús tenía 12 años, lo llevaron al Templo de Jerusalén. Como era la costumbre, todos iban a la Fiesta de la Pascua. Sucedió, que cuando María y José regresaron, no se percataron de algo: el Niño no regresó con ellos, se había quedado. (Lc. 2,43).
No es tan difícil para un ser humano que en medio de una fiesta, después de disfrutar, celebrar, olvidarse de alguien que anda con nosotros. Regresar solo a casa. Es lo que pasó con los padres de Jesús. En nuestro quehacer diario, la vida nos coloca en situaciones difíciles. El aceleramiento de la vida, levantarnos, prepararnos, coger un concho, un tren, muchas veces propicia la idea de que nos olvidemos de muchas cosas, entre ellas de Jesús. Una oración, una palabra de buenos días mi Señor o de agradecimiento por haber despertado con vida.
Nos narra el evangelio, que después de darse cuenta de que el Hijo no venía con ellos, comenzaron a buscarlo entre amigos y familiares. (Lc. 2,44). A todos nos pasaría lo mismo cuando perdemos a alguien que queremos, un compañero de trabajo, pero imagínense un hijo. Nos hace falta Jesús, más cuando hemos tenido una experiencia con El. Al darnos cuenta de que nos falta ese amor, la protección, la paz, optamos por buscarlos con cosas que antes habíamos conocido, porque nuestra intención es buscar lo que nos hace feliz.
Pero es ahí donde comienzan los problemas. La mujer de Lot, buscando a Dios detrás de ella, se convirtió en una estatua de sal. (Gen 19,26), Sansón buscando reencontrarse con Dios, buscó en la felicidad con las mujeres, perdió el favor de Dios y perdió la cabellera. (Jc. 16, 19). Judas el Iscariote, al perder de vista a Jesús, lo buscó en 30 de moneda de plata, sin embargo, también perdió la vida y el privilegio de estar al lado de Jesús por siempre (Mt. 27,5).
Es lo que nos pasa a los seres humanos de hoy día. Al perder de vista a Jesús, lo buscamos entre parientes y conocidos: las drogas, el alcohol, la prostitución, juego. Tratamos día a día de reencontrarnos con la felicidad pero en el camino equivocado. Y perdemos la familia, el trabajo, la dignidad, los amigos. Perdemos nuestra propia libertad. Ese vacío que nos produce el estar sin Dios, nos hace correr de aquí para allá y de allá para acá, andamos toda una caravana tratando de encontrarnos con Aquel que nos hizo sentir diferente. Aquel que nos brindó amor sincero y que por las agonías de la vida, los quehaceres, fuimos dejándolo perder y luego quisimos encontrarlo en cosas que nos hunden aun más en la tristeza, el dolor, la desesperación y nos hacer perder las cosas más valiosas para nosotros. La esposa de Job tuvo tal desesperación, que cuando se vio con todo perdido le dijo a su esposo “maldice a Dios cara a cara y muérete”, pero Job no había perdido de vista a Dios.
Y culpamos a Dios de todo y por todo. Echamos la culpa de nuestras decisiones. Levantamos un expediente contra El. Y es normal. Es tanta la angustia, que buscamos una razón. Por eso de forma inconsciente, como decimos los psicólogos, buscamos explicación sin encontrarla.
Nos dice el Evangelio, que después de María y José, buscarlos por todos lados y no encontrarlo, tomaron la sabia decisión: regresar donde lo dejaron. (Lc. 2,45). Y cuando regresaron se pusieron alegres. Esas horas de angustias, de tristeza, de dolor. Y no solo esto, si no, que se maravillaron de cuan alegres estaban lo que nunca lo habían perdido de vista y cuanto habían aprendido. (Lc. 2,45).
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