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Rehacer al vida: Divorcio, acogida y comunión


Enviado por   •  7 de Junio de 2015  •  Ensayo  •  1.262 Palabras (6 Páginas)  •  251 Visitas

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REHACER AL VIDA

Divorcio, acogida y comunión.

Que en el proyecto de Dios, el matrimonio era, en principio, indisoluble, y que Jesús condenó de manera contundente el divorcio. Desde la argumentación bíblica, cree insostenible mantener una actitud que margine de la comunidad cristiana a los divorciados- tampoco si se han vuelto a casar, ya que los textos evangélicos, leídos en su contexto, no dan pie a las condenas y mucho menos a excluirlos de la recepción de la Eucaristía.

Cuando Jesús decía “«No hagas lo que los demás les gustaría que hagan contigo” Esto claramente esta evidenciado en lo que es el amor o la comunión de pareja; sí tu eres infiel y tienes una relación extramatrimonial probamente cuando ya decidas estar con esa persona para siempre, en el momento que menos la esperes te fallara así como tu alguna vez lo hiciste estando en vínculo matrimonial. Sí un matrimonio se ejerció por el poder de la iglesia al separarse no deben volver a casarse dado el caso de que el no creyente se separe no es debido por que la verdad absoluta de Jesús Deben reconciliarse sean o no creyentes, para esto el perdón de pareja y de Dios existe, solo que no sabemos totalmente perdonar a el prójimo.

Para empezar, hoy son muchas las parejas que casan sin saber que, a través del amor a su pareja, se comprometen a hacer vistos en la sociedad el amor de Dios a la humanidad. De modo que, aunque se casen “en la Iglesia”, hay que colocar dudar seriamente de si se casan “por la Iglesia”. Su unión queda más a nivel del contrato natural que del sacramento. En este sentido cabe temer que haya más matrimonios no validos de lo que parece. Por eso es comprensible la práctica eclesial que tiende a abrir la mano en las declaraciones de nulidad. Pero, por otro lado, esa práctica, mal comprendida, resulta escandalosa para mucha gente: se la mira como una forma taimada de ceder un divorcio que no se quiere reconocer. No digo ahora cómo hay que resolver este problema. Sólo afirmo que existe, y que el escándalo es a veces un mal mayor que la mera transgresión de un precepto legal. Añadamos a eso la gran dificultad de muchos cristianos que hoy deben vivir su fe totalmente a la intemperie, y la movilidad de nuestra sociedad. Pondré dos ejemplos vividos de ello. Jorge es un cristiano convencido en un ambiente poco cristiano, separado de un primer matrimonio. Vive estable en una segunda unión con mujer también católica, y tienen un hijo. Viene a verme por la primera comunión del niño y la pregunta que éste lanza a sus padres: «si vosotros no comulgáis ¿por qué tengo que comulgar yo?». Escuchando su historia sospecho que su primera unión pudo ser inválida porque no se casó con la mujer que quería sino con la que gustaba a una madre algo impositiva y dominadora. Le planteo la busca de nulidad que, efectivamente, obtiene en poco tiempo. Este caso pudo resolverse bien pero me hizo comprender qué poco sentido tiene decir a gentes en esas situaciones que se contenten con una «comunión espiritual» que vale tanto como la sacramental. Parece un consejo dado para evitar comprometerse. María Jesús, profunda cristiana y con un novio «de toda la vida», decidió irse a trabajar y vivir en Latinoamérica, abandonando con ello a su futura pareja. Tras unos dos años allí, se casó con un nativo. Por razones largas de contar el matrimonio fue mal, se separaron y ella, para superar el trauma, decide volver a España. Una vez aquí acaba juntándose con su antiguo novio, del que tiene dos niñas. Cuando le planteo la posibilidad de buscar una nulidad del primer matrimonio me responde: «no; yo sé bien que me casé con plena conciencia y eso me parecería una hipocresía. Prefiero creer que Dios se hace cargo de mi equivocación

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