SAN JUAN CAPITULO 12
Enviado por julia3030 • 18 de Octubre de 2014 • 3.068 Palabras (13 Páginas) • 348 Visitas
Estudio bíblico de Juan
Predicación escrita y en audio de Juan 12:27-43
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Programación diaria
Juan 12:27-43
Continuamos hoy estudiando el capítulo 12 del evangelio según San Juan. En nuestro programa anterior, dejamos a Jesús hablando con los griegos que habían venido para verle. Y llegamos hasta donde nuestro Señor expuso un gran principio, haciendo uso de la analogía física de un grano de trigo. Un grano de trigo muere en la tierra, pero produce la planta, la espiga y la cosecha. Tiene que morir para poder llevar fruto.
Muchos creen que han visto a Jesús, porque han leído los evangelios y han estudiado Su vida. Ven a un Jesús histórico. Pero la verdad es que no han visto a Jesús, hasta que hayan comprendido que Él es quien murió por nosotros, por usted y por mí, en la cruz del calvario. Jesús es quien murió por los pecados del mundo. Ahora, parecía extraño que Él hablase de estas cosas a los griegos que habían venido para verle. Pero les estaba diciendo que había algo más importante que verle sólo físicamente, o verle en el relato histórico de los evangelios.
Lo importante para ellos, era ver que Él iba a morir. Iba a ser sepultado en la tierra. Pero cuando aquel grano de trigo muriese y produciría la vida. Moriría, pero resucitaría. ¡Y esto era lo que revestía verdadera importancia! El Señor, pues, continuó explicándoles a los griegos un gran axioma. Les presentó dos clases de vida, y las puso en contraste.
Está la vida que concentra su bienestar en las cosas de este mundo y que encuentra satisfacción en la gratificación de los sentidos. Es la clase de vida en la que la persona da la prioridad al disfrute máximo de los placeres que el mundo ofrece. El Señor dijo: "El que ama su vida", refiriéndose a esa vida física y natural que tenemos. Es posible involucrarse en esa dinámica de pasarlo siempre lo mejor posible, convirtiendo esa motivación en la prioridad vital de la existencia. Solo que la muerte, transforma esa vida en una pérdida irreparable.
Luego nuestro Señor resaltó el contraste, ". . . el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la guardará". Esto significa que si su motivación no está centrada en los valores de este mundo, usted invierte su vida para la vida eterna, colocando la persona e influencia del Señor Jesucristo como prioridad en su escala de valores. Ahora, ¿de dónde procede la vida eterna? De la muerte de aquel grano de trigo que cayó en la tierra y resucitó. Aquel grano de trigo, estimado oyente, era el Señor Jesucristo.
Luego, el Señor Jesús les pidió a estos griegos que le siguieran. Su hora había llegado y Él se encaminaba hacia la cruz. Les prometió que donde Él estuviera, Sus siervos también estarían. "Si alguno me sirviere, dijo el Señor, mi Padre le honrará". Continuemos ahora leyendo el versículo 27, de este capítulo 12 del evangelio según San Juan, que nos describe el momento en que
Jesús llegó a su hora
"Ahora está turbada mi alma, ¿y qué diré? ¿Padre, sálvame de esta hora? Pero para esto he llegado a esta hora."
Hay ciertos aspectos del sufrimiento de Cristo en la cruz, que ni usted ni yo, estimado oyente, podemos comprender. No solamente sufrió en manos de los hombres, lo cual ya era suficientemente malo en sí, pero sufrió más aun. Es que el pecado suyo y el mío, fue puesto sobre Él. Allí en la cruz, Cristo fue el varón de dolores y experimentado en el sufrimiento, como lo describió el profeta Isaías en 53:3. Llevó el pecado del mundo, siendo Él sin pecado. Allí en la cruz llevó el pecado del mundo, no su propio pecado. "Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores" (Isaías 53:4). Él fue hecho pecado por nosotros, fue tratado por Dios como el pecado mismo. Y el profeta Isaías, en este mismo capitulo 53:10, dijo: "El Señor quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento, cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado". Aunque Él era Santo, inocente, sin mancha, y apartado de los pecadores, fue hecho pecado por usted y por mí.
En consecuencia, esto implicó un sufrimiento que ni usted ni yo podemos comprender. El alma de Jesús se horrorizó ante aquella cruz. Pero Él sabía que para eso había venido; para ir a la cruz y para soportar el deshonor y la vergüenza. Pero también hubo gloria en esa cruz. Debiéramos pensar más en ella y darle más gracias a Jesús. El apóstol Pablo dijo en su carta a los Gálatas, capítulo 6, verso 14: "Pero lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo ha sido crucificado para mí, y yo para el mundo."
¿Ve usted cómo esto se enlaza con los versículos precedentes? Nuestro Señor estaba enfrentando el sacrificio supremo, porque poco después iba a entregar Su vida como rescate por la familia humana. Y colocó un desafío ante aquellos que le estaban siguiendo. Lo leemos en el versículo 25, que decía: el que desprecia su vida en este mundo, para vida eterna la guardará. Si alguno me sirve, sígame. Es posible saber a dónde va a ir una persona por su manera de vivir. Alguien dirá: "Bueno, es que yo creía que éramos salvos por la fe. Usted siempre pone el énfasis en la fe, y no en las obras". Y eso es verdad, estimado oyente. Es cierto que ponemos el énfasis en la fe. Si usted va a ser salvo, tendrá que confiar en Jesucristo. "Cree en el Señor Jesucristo y será salvo", fueron las palabras de los apóstoles a alguien que quería ser salvo. Pero, deseamos decirle que cuando usted viene a Él y confía verdaderamente en Él, habrá un cambio rotundo y total en su vida. Si no hay un cambio en su vida, entonces usted realmente no ha confiado en Él.
Ahora, observemos cómo esto se relaciona con las siguientes palabras de Jesús: "Y donde yo esté, allí también estará mi servidor. Si alguno me sirve, mi Padre le honrará". No es cuestión de que el Señor nos acompañe a nosotros, sino de que nosotros le acompañemos a Él.
Nuestra salvación fue muy costosa. Esta hora fue repulsiva para nuestro Señor. Si le hubiera sido posible, habría preferido que el Padre le evitara pasar por aquella hora, aunque sabía que éste era el motivo por el cual había venido al mundo. Entonces veamos lo que dijo, leyendo el versículo 28:
"Padre, glorifica tu nombre. Entonces vino una voz del cielo: Lo he glorificado, y lo glorificaré otra vez."
Es decir, que Su supremo deseo era atribuirle a Dios la gloria. ¡Qué lección es ésta para nosotros! Somos tan propensos a lamentarnos y quejarnos, preguntándole a Dios, por qué permite que ciertas cosas ocurran en
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