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Sodoma y Gomorra, dos ciudades que cayeron a causa de la ira de Dios


Enviado por   •  27 de Noviembre de 2017  •  Trabajo  •  962 Palabras (4 Páginas)  •  257 Visitas

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“Sodoma y Gomorra, dos ciudades que cayeron a causa de la ira de Dios, los habitantes de esas ciudades no tenían temor de Dios, según los textos bíblicos, Dios había revelado a Abraham que Sodoma y Gomorra serían destruidos por medio de azufre y fuego porque su pecado ya era irreversible, y que solo Lot y su familia serían salvados, Abraham intercedió por los habitantes y Dios le dijo que no la destruiría al menos que encontrara cincuenta almas justas. Dios, sin embargo, permitió a Abraham interceder hasta que se convenciera de que en Sodoma no había ni diez justos. Y así estas ciudades fueron consumidas por fuego y azufre.”

Padre me contaba esta historia desde que puedo recordar, él decía que nuestra ciudad se estaba volviendo como Sodoma, nuestra gente poco a poco abandonaba la calidez en su alma y se dejaba caer a los vacíos de la tentación, la gente se volvía mala, las personas apenas y recordaban a Dios o no lo respetaban, decían que era falso, mi familia que solo era mi padre y yo, me había educado con las enseñanzas de Dios; a amarle, respetarle, que era el padre de todos nosotros y que nos amaba sobre todas las cosas por eso no debíamos negarlo ante nadie o en su mero momento también seriamos negados. Nos protegía y a veces había pruebas que nos ponían en el camino para demostrar nuestra fortaleza y amor, era para crear un lazo que nadie podía romper pero muchos eran tentados. Cuando de repente su vida daba un giro que los perjudicaba solo culpaban a Dios y en cómo no los ayudo y solo se quedó mirando. Padre decía que esa era la prueba de nuestro amor y lealtad a nuestro padre supremo, el cómo las personas al contar con los privilegios que Dios le ayudaba a tener pero que nunca se eran agradecidos, así como nunca agradecer el simple hecho de poder despertar cada día ya era un regalo divino, y luego se les era una pequeña parte arrebatada entonces huían y lo culpaban de todo lo malo que les sucedía, era porque en realidad no había amor fortalecido solo un lazo de conveniencia. Padre me enseñó a amar a un ser que no puedo ver pero hizo que mi corazón sintiera su presencia y que mi alma estaría regocijada en la paz que esto ofrecía y que habría momentos de miedo y duda pero que mi fe no decayera, porque las cosas pasaban por una y mil razones y talvez nunca conoceríamos una de ellas.

Salí de mi ensoñación por un rayo que vi de reojo, observaba como rodaba una gota de lluvia por el cristal de la ventana, me encontraba sola como cada día después de que padre murió a manos de un delincuente y nadie hizo nada por él, solo siguieron su camino sin prestar atención, ignorando el hecho de que en el frio suelo había un buen hombre desangrándose mientras su hija lloraba y pedía auxilio sin ser escuchada. La ciudad donde vivía estaba llena de almas que habían sido arrastradas a la maldad, muy pocas eran las personas buenas que dedicaban su vida a realizar buenas acciones para purificar el corazón de los necesitados, yo era uno de esos pocos. Éramos los peores tratados por todos, nos veían como una molestia y trataban de matarnos, muchas veces nuestra ayuda era rechazada por todos, solo pocos nos dejaban ayudarlos y para los enfermos y desamparados éramos algo así como su luz en su oscuridad, todos los días escuchaba horribles historias de como mujeres y niños eran abusados, hombres golpeados hasta dejarlos irreconocibles, asesinatos a padres enfrente de sus hijos solo por el mero hecho de divertirse, nuestra misión era ayudarlos a mejorar. Mi ciudad, mi gente sufría pero hacíamos lo posible para cambiar ese aspecto. La ley no estaba de nuestro lado, si te oponías significaba ir en contra del supuesto sistema y desaparecías sin que nadie notara tu ausencia más que un ser amado pero nadie hacia caso por lo tanto lo mejor era callar y era por esa razón que nuestras iglesias eran odiadas por los poderosos porque no nos callábamos, decíamos la verdad y queríamos ser el cambio que nuestra gente necesitaba. Padre decía que una voz honesta era más fuerte que una multitud.

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