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Vida Espiritual


Enviado por   •  26 de Octubre de 2013  •  3.007 Palabras (13 Páginas)  •  552 Visitas

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UNIVERSIDAD CATOLICA LOS ANGELES DE CHIMBOTE

ACTIVIDAD A DISTANCIA N° 01

Tarea de Investigación:

“Llamados a Vivir en Comunión”

I. Identificación:

1.1 Nombre del Estudiante : Pedro Pablo Chávez Béjar

1.2 Ciclo Académico : 2011-II

1.3 Asignatura : Vida Espiritual

1.4 Centro ULADECH Católica : Huaraz

1.5 Carrera Profesional : Contabilidad

1.6 Fecha : Noviembre de 2011

II. Objetivo:

Identificar la espiritualidad humana y cristiana

III. La espiritualidad humana:

El hombre es un ser de la naturaleza pero, al mismo tiempo, la trasciende. Comparte con los demás seres naturales todo lo que se refiere a su ser material, pero se distingue de ellos porque posee unas dimensiones espirituales que le hacen ser una persona.

De acuerdo con la experiencia, la doctrina cristiana afirma que en el hombre existe una dualidad de dimensiones, las materiales y las espirituales, en una unidad de ser, porque la persona humana es un único ser compuesto de cuerpo y alma. Además, afirma que el alma espiritual no muere y que está destinada a unirse de nuevo con su cuerpo al fin de los tiempos.

Esta doctrina se encuentra en la base de toda la vida cristiana, que quedaría completamente desfigurada si se negara la espiritualidad humana.

En algunas épocas, la Iglesia ha debido subrayar la bondad del cuerpo, frente a quienes proponían un espiritualismo que condenaba como malo todo lo relacionado con lo material. En la actualidad, con frecuencia se debe hacer frente al extremo opuesto: un materialismo que desconoce las dimensiones espirituales y pretende reducir al hombre a las dimensiones materiales que pueden ser estudiadas mediante los métodos de las ciencias empíricas.

En este contexto, el Papa Juan Pablo II ha subrayado que el hombre se parece más a Dios que a la naturaleza: «Son conocidas las numerosas tentativas que la ciencia ha hecho y continúa haciendo en varios ámbitos para demostrar los lazos del hombre con el mundo natural y su dependencia de él, a fin de insertarlo en la historia de la evolución de las diversas especies. Respetando tales investigaciones, no podemos limitarnos a ellas. Si analizamos al hombre en lo más profundo de su ser, vemos que se diferencia del mundo de la naturaleza más de cuanto se asemeja a ese mundo. En este sentido proceden también la antropología y la filosofía cuando intentan analizar y comprender la inteligencia, la libertad, la conciencia y la espiritualidad del hombre. El libro del Génesis parece salir al encuentro de todas estas experiencias de la ciencia y, hablando del hombre como "imagen de Dios", permite comprender que la respuesta al misterio de su humanidad no se encuentra en el camino de la semejanza con el mundo de la naturaleza. El hombre se parece más a Dios que a la naturaleza. La espiritualidad humana se encuentra ampliamente testimoniada por muchos e importantes aspectos de nuestra experiencia, a través de capacidades humanas que trascienden el nivel de la naturaleza material. En el nivel de la inteligencia, las capacidades de abstraer, de razonar, de argumentar, de reconocer la verdad y de enunciarla en un lenguaje. En el nivel de la voluntad, las capacidades de querer, de autodeterminarse libremente, de actuar en vistas a un fin conocido intelectualmente. Y en ambos niveles, la capacidad de auto-reflexión, de modo que podemos conocer nuestros propios conocimientos (conocer que conocemos) y querer nuestros propios actos de querer (querer querer). Como consecuencia de estas capacidades, nuestro conocimiento se encuentra abierto hacia toda la realidad, sin límite (aunque los conocimientos particulares sean siempre limitados); nuestro querer tiende hacia el bien absoluto, y no se conforma con ningún bien limitado; y podemos descubrir el sentido de nuestra vida, e incluso darle libremente un sentido, proyectando el futuro.

IV. La espiritualidad cristiana:

La espiritualidad cristiana es el conjunto de las inspiraciones y de las convicciones que animan interiormente a los cristianos en su relación con Dios, así como el conjunto de las reacciones y de las expresiones personales o colectivas y de las formas exteriores visibles que concretizan dicha relación.

La e.c. es una sola, pero como los cristianos son limitados, su vivencia del Evangelio lo vivirán con una mentalidad y unas modalidades diferentes. Ejemplo: una espiritualidad de la edad media es idéntica y distinta de la que se anuncia hoy a los pueblos que se angeliza.

Es vida según el espíritu, forma de vida que se deja guiar por el Espíritu de Cristo. Es sinónimo de vivir bajo la acción del Espíritu. En este sentido la espiritualidad abarca la vida entera de la persona. Se supera así el viejo dualismo.

Gustavo Gutierrez afirma: “… la espiritualidad es una forma concreta, movida por el Espíritu, de vivir el Evangelio”.

Segundo Galilea describe la espiritualidad como “un estilo de vivir el Evangelio en una determinada situación”.

Julio Lois precisa: “por espiritualidad entendemos aquí la forma concreta, el estilo o talante que tienen los creyentes cristianos de vivir el evangelio, siempre movidos por el Espíritu”.

Espiritualidad cristiana por tanto es vida. Una forma de vivir coherente con el evangelio. Ello exige ser personas libres para la causa del reino, por tanto agentes de liberación en nuestra sociedad.

Cuenta con el auxilio de la gracia, que supera la distancia entre lo poderoso y lo débil, entre Dios y el hombre

La doctrina de la Iglesia sobre el alma humana no es algo meramente teórico; tiene importantes repercusiones en muchos aspectos de la vida cristiana.

Por ejemplo, la vida moral no tendría sentido si no se admitiera la libertad, que supone la espiritualidad. De hecho, algunas confusiones doctrinales y prácticas arrancan de esa base: se niega la espiritualidad, se reduce la persona a los condicionamientos materiales (características genéticas, impulsos instintivos, condiciones físicas de vida), y se niega que exista auténtica libertad; en consecuencia, el cristianismo se reduciría a la lucha por unas metas que pueden ser legítimas, pero que se refieren sólo a la vida terrena. La lucha por alcanzar la virtud y evitar el pecado no tendría sentido, o en el mejor caso, las nociones de virtud y pecado deberían reinterpretarse, alterando toda la enseñanza moral de la Iglesia.

Si no se admitiese la inmortalidad del alma, tampoco tendría sentido la escatología intermedia, o sea, el estado de las almas después de la muerte y antes de la resurrección final. Sin embargo, la Iglesia ha definido solemnemente que el destino del alma queda decidido

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