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ERASE UN PAIS VERDE…

Las alteraciones en las superficies del planeta debidas a la indiscriminada intervención del hombre se han intensificado tan rápidamente, tanto en ritmo como en extensión, que científicos de todos los países y organizaciones internacionales se han lanzado a una gran lucha para limitar las proporciones del impacto humano sobre el sistema terrestre. Cada vez son más los países que se han dotado de una legislación que regula la realización de estudios sobre los desastrosos efectos que la ejecución de determinados proyectos y actividades puedan tener sobre el medio ambiente. Nicaragua es un país rico en leyes pero nadie las acata. Y aunque hay que reconocer que el hombre, como parte integrante de la Tierra, no ha sido ni será ajeno a su evolución y que su interferencia forma también parte del orden natural, esta intervención ha de ser respetuosa con el entorno y controlada, puesto que los cambios climáticos habidos en los últimos años, así como los que se prevén a corto y mediano plazo, están directamente influidos por la actividad humana. A causa de la incontrolada e imprevisora acción humana, la mancha del verdor se pierde cada día.

Centroamérica pierde cada hora 48 hectáreas de sus bosques, más de 285.000 cada año y de esa cantidad, Nicaragua pierde 150 mil hectáreas al año. El avance de la frontera agrícola es una de las principales amenazas para los bosques de Nicaragua. Se calcula que si el avance continúa de la misma forma que hasta ahora, en el año 2014 se perderán 170 mil hectáreas de bosques anuales.

Desde tiempos remotos, el hombre ha ido deforestando superficies boscosas con objeto de obtener materias primas como la madera o ganar tierras para la práctica de la agricultura y el pastoreo; pero a partir de mediados de siglo XX, el ritmo de deforestación ha crecido de modo alarmante, sobre todo en las zonas de bosque tropical húmedo por ejemplo la reserva de biosfera de Bosawas en la región autónoma del atlántico norte.

La tala de las superficies arboladas de planeta es uno de los problemas con los que la opinión pública esta mas sensibilizada. Un ejemplo “clarísimo” es La Reserva de Biósfera de BOSAWAS, que constituye la cuna ancestral de los pueblos originarios ubicados en los ríos Bocay, Saslaya y Waspuk; tiene una extensión de 2,000,757.8 hectáreas (Zona Núcleo y Zona de Amortiguamiento) y representa aproximadamente el 14% del territorio nacional. En sus 812,956 hectáreas de zonas núcleos se encuentran los últimos reductos de Bosque Tropical Pluvial, además de Bosque del Trópico Húmedo y de Nebliselva. De 1987 a 2010 se perdió el 35.2 por ciento de los bosques, de esto el 17.2 por ciento ocurrió en la zona núcleo de la reserva. El tráfico ilegal de madera preciosa donde el árbol de Caoba se vende a C$200, es muy común en esta zona, precisamente por la falta de vigilancia o porque el dueño de la propiedad donde está ubicado, decide venderlo como un medio fácil de ingresos porque buscando el sustento, para algunos el bosque es un estorbo. Por otro lado, la Procuraduría general del Medio Ambiente cuenta solo con 10 abogados. De estos, esta designada una procuradora auxiliar para la región Atlántica (Norte y Sur), pero ¿Cómo puede una sola persona abarcar 34,901.28 km2 y a la vez asegurar la protección del medio ambiente, sobre todo cuando las alcaldías y las instituciones están involucradas en estas actividades ilegales? Es irónico que en la región forestal más rica, exista la gente más pobre. Todo es parte del círculo vicioso de destrucción y empobrecimiento. El sobrevivir hoy, nos lleva a cavar nuestra tumba de mañana.

Cuando un bosque tropical es arrasado, su suelo, pobre en nutriente, queda a merced de la erosión, la cual se lleva

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