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De la autorregulación a la inteligencia emocional


Enviado por   •  13 de Septiembre de 2012  •  Tutorial  •  4.848 Palabras (20 Páginas)  •  793 Visitas

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EL TRABAJO CON LAS EMOCIONES EN PSICOTERAPIA:

DE LA AUTORREGULACIÓN A LA INTELIGENCIA EMOCIONAL

Ps. Ana Lía Trujillo

Universidad Católica de La Plata, Sede Rosario, Facultad de Psicología.

Todos sabemos la importancia que tiene para el desarrollo personal, social y profesional de las personas, la incorporación de nuevos conocimientos, la capacitación permanente y el crecimiento intelectual. Pero muchas veces nos equivocamos al establecer prioridades, porque nos olvidamos de algo fundamental: la educación para la vida emocional. El simple y complejo hecho de vivir supone un aprendizaje, y para mejorar nuestra calidad de vida, debemos aprender a observar, analizar, indagar, reflexionar y utilizar adecuadamente los “saberes cotidianos” que vamos incorporando día a día.

Pero para encontrar nuestro equilibrio interior, actuar con responsabilidad y aspirar a un desarrollo pleno (en la medida de nuestras posibilidades), tenemos también que aprender a distinguir, entender y controlar nuestras emociones y sentimientos. Esto significa saber contextualizarlos, jerarquizarlos, interpretarlos, tomar conciencia de ellos y de sus consecuencias, en nosotros y los que nos rodean. Porque cualquiera de nuestras reflexiones o actos en un momento determinado pueden verse afectadas por nuestro estado anímico y, de esa manera, pueden interferir negativamente en la resolución de un conflicto, en una toma de decisión, o en nuestra interacción con el medio.

Teniendo en cuenta esto, vemos que en la actualidad, nuestra práctica clínica se enfrenta a grandes desafíos y fuertes transformaciones. El quehacer del psicólogo de hoy no puede quedar acotado al tratamiento de estructuras psicopatológicas clásicas, ni a la utilización del método psicoanalítico tradicional. Muchos de nosotros, ubicados en el Paradigma de la Psicología de la Salud, nos hemos visto obligados a proponerles a nuestros pacientes nuevos dispositivos de trabajo con encuadres novedosos, en los cuales ponemos énfasis en la consolidación del vínculo terapéutico y el despliegue de la espontaneidad, el juego y la creatividad. Sólo así nos resulta posible focalizar la problemática y alcanzar cierto nivel de efectividad en la resolución de la misma, sin perdernos en los complicados laberintos de la asociación libre y la interpretación en sentido psicoanalítico estricto.

La psicopatología actual nos demanda una modalidad de trabajo que excede la operatoria clásica del encuadre psicoanalítico. La clínica ha cambiado, y esto es algo que no podemos pasar por alto. Los psicoterapeutas, comprometidos en una realidad social de principio de siglo y de milenio, marcada por cambios de innegable singularidad histórica, nos enfrentamos a nuevas problemáticas que pueden llevarnos al límite del desánimo, o bien a la profundización de nuestro saber y la ampliación de nuestras modalidades de intervención. No podemos desanimarnos. Por lo tanto, (como siempre dice uno de mis maestros) nuestro propósito debe ser el de tener bien claro qué estamos haciendo, y por qué hacemos lo que hacemos, con el fin de intentar hacerlo cada vez mejor.

Nuestro trabajo profesional podría asemejarse a una especie de "navegar" (metafóricamente hablando), similar al que propone J. A. Marina en "Ética para náufragos" . "Navegar, dice Marina, es una gran metáfora del vivir inteligente"; "es una victoria de la voluntad sobre el determinismo". Pero a su vez, el mencionado autor, escribe un libro para náufragos, y no para navegantes, porque considera que "no navegamos en el mismo barco sino que braceamos en el mismo río". Los temas de los que habla en este libro son: cómo mantenerse a flote; cómo construir una embarcación y gobernarla; cómo elegir un buen rumbo y llegar a destino. Creo que nosotros, como psicoterapeutas que todos los días recibimos “náufragos” en nuestros consultorios, tenemos que pensar de qué manera vamos a acompañarlos en su paso por elsobrevivir, sobreponerse y superarse, del que habla Marina, y qué estrategias vamos a implementar para ayudarlos a construir sus proyectos y concretarlos, superando el mal-estar y generando bien-estar. Tenemos que tener muy claro cuáles son nuestros objetivos y de qué manera pensamos alcanzarlos.

EMPATÍA Y DIÁLOGO RELACIONAL

Desde el Modelo Dinámico Resolutivo consideramos que un punto esencial del encuadre es privilegiar la construcción del vínculo terapéutico, dando lugar a los distintos modos de comunicación que puedan surgir (ya sean verbales o no verbales), y a la relación empática. ¿Qué entendemos por empatía? "Empatía significa concordancia, o aproximaciones a una concordancia en torno a cualidades de experiencias, intensidades, ritmos, modos de carga y de descarga, de comunicación y de reservas a la comunicación" .

El vínculo empático se construye entre consultante y terapeuta. El espacio de la relación empática es un espacio vincular que está sometido a una constante exploración y que sólo es posible a partir de una experiencia constructiva. Entonces, hablar de una actitud del terapeuta dispuesta a la relación empática no significa suponer una actitud afectuosa o simpática, sino una actitud abierta y activa, orientada a detectar las condiciones facilitadoras que para cada vínculo configuran empatía, respondiendo adecuadamente a ellas.

Una de las condiciones para crear el área vincular es tener en cuenta que el diálogo relacional actuado sólo puede ser veraz y colaborador en la medida en que mantiene alguna conexión con formas coherentes del diálogo padre - niño. La díada padres - bebé, o más tarde padres - niño, proporciona una analogía válida para la díada terapéutica.

"El estudio del proceso de la comunicación padres - niño proporciona un laboratorio desde el que observar cómo distintas organizaciones del diálogo afectan a las etapas del desarrollo. Los estudios longitudinales sobre el apego proporcionan ciertos insights en relación con los tipos de diálogo padres - niño que atañen al desarrollo infantil de patrones procedimentales actuados, coherentes y flexibles, para tramitar relaciones. Los diálogos padres - niño que son colaborativos y flexibles han sido denominados comunicación abierta, pero este término es susceptible de ser mal interpretado. Un diálogo coherente o "abierto" no se caracteriza por una supuesta "apertura parental" en el sentido de que los padres se manifiesten descontroladamente desinhibidos ante el niño, sino por la "apertura parental" ante los estados mentales del niño, incluyendo toda la amplitud de las comunicaciones de éste, de manera que sus estados afectivos particulares y sus motivaciones (rabia, pasión, malestar) no resulten excluidos de una intersubjetividad

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