Elogio De La Dificultad Estanislao Zuleta
Enviado por kmilogonzalez • 6 de Septiembre de 2011 • 1.924 Palabras (8 Páginas) • 2.605 Visitas
ELOGIO DE LA DIFICULTAD
* Conferencia que el Doctor Estanislao Zuleta presentó en el acto
mediante el cual la Universidad del valle le otorgó el titulo Honoris Causa
en Psicología..
La pobreza de la imaginación nunca se manifiestan de una manera tan
clara como cuando se trata de imaginar la felicidad. Entonces
comenzamos a inventar paraísos, islas afortunadas, piases de Cucaña.
Una vida sin riesgos, sin lucha, sin búsqueda de superación y sin muerte.
Y por lo tanto también sin carencias y sin deseo; un océano de
mermelada sagrada, una eternidad de aburrición. Metas afortunadamente
inalcanzables, paraísos afortunadamente inexistentes.
Todas estas fantasías serían inocentes e inocuas, sino fuera porque
constituyen el modelo de nuestros propósitos y nuestros anhelos en la
vida practica. Aquí mismo en los proyectos de la existencia cotidiana, más
acá del reino de las mentiras eternas, introducimos también el ideal tonto
de la seguridad garantizada, de las reconciliaciones totales, de las
soluciones definitivas. Puede decirse que nuestro problema no consiste
solamente ni principalmente en que no seamos capaces de conquistar lo
que nos proponemos, sino en aquello que nos proponemos; que nuestra
desgracia no está tanto en las frustraciones de nuestros deseos, como en
la forma misma de desear. Deseamos mal. En lugar de desear una
relación humana inquietante, compleja y perdible, que estimule nuestra
capacidad de luchar y nos obligue a cambiar, deseamos un idilio sin
sombras y sin peligros, un nido de amor y por lo tanto, en última
instancia un retorno al huevo. En lugar de desear una sociedad en la que
sea realizable y necesario trabajar arduamente para hacer efectivas
nuestras posibilidades , deseamos un mundo de la satisfacción, una
monstruosa sala- cuna de abundancia pasivamente recibida. En lugar de
desear una filosofía llena de incógnitas y preguntas abierta, queremos
poseer una doctrina global, capaz de dar cuenta de todo, revelada por
espíritus que nunca han existido o por caudillos que desgraciadamente si
han existido.
Adán y sobre todo Eva, tienen el mérito original de habernos liberado del
paraíso, nuestro pecado es que queremos regresar a él.
Desconfiemos de las mañanas radiantes en las que se inicia el reino
milenario. Son muy conocidos en la historia, desde la antigüedad hasta
hoy, los horrores a los que pueden y suelen entregarse los partidos
provistos de una verdad y de una meta absolutas, las iglesias cuyos
miembros han sido alcanzados por la gracia - por la desgracia- de una
revelación. El estudio de la vida social y de la vida personal nos enseña
cuan próximos se encuentran una de otro la idealización y el terror. LA
idealización del fin, de la meta y el terror de los medios que procurarán
su conquista. Quienes de esta manera tratan de someter la realidad al
ideal, entran inevitablemente en una concepción paranoide de la verdad:
en un sistema de pensamiento, que los que se atrevieran a objetar algo
quedan inmediatamente sometidos a la interpretación totalitaria: sus
argumentos, no son argumentos, sino solamente síntomas de una
naturaleza dañada o bien máscaras de propósitos malignos. En lugar de
discutir un razonamiento se lo reduce a un juicio de pertenencia al otro –
y el otro es, en este sistema, sinónimo de enemigo- , o sea procede a un
juicio de intenciones. Y en este sistema se desarrolla peligrosamente
hasta el punto en que ya no solo rechaza toda oposición, sino también
toda diferencia: el que no está conmigo está contra mi, y el que no está
completamente conmigo, no está conmigo. Así como hay, según Kant, un
verdadero abismo de la Razón que consiste en la petición de un
fundamento último e incondicionado de todas las cosas, así también hay
un verdadero abismo de la acción, que consiste en la exigencia de una
entrega total a la “causa” absoluta y concibe toda duda y toda crítica
como traición o como agresión.
Ahora sabemos que por una amarga experiencia que este abismo de la
acción, con sus guerras santas y orgías de fraternidad no es una
característica exclusiva de ciertas épocas del pasado o de civilizaciones
atrasadas en el desarrollo científico y técnico; que puede funcionar muy
bien y desplegar todos sus efectos sin abolir una gran capacidad de
inventiva y una eficiencia macabra. Sabemos que ningún origen
filosóficamente elevado o supuestamente divino, inmuniza a una doctrina
contra el riesgo de caer en la interpretación propia de la lógica paranoide
que afirma un discurso particular –todos lo son- como la designación
misma de la realidad y los otros como ceguera o mentira.
El atractivo terrible que poseen las formaciones colectivas que se
embriagan con la promesa de una comunidad humana no problemática,
basada en una palabra infalible, consiste en que suprimen la indecisión y
la duda, la necesidad de pensar por sí mismo, otorgan a sus miembros
una identidad exaltada por participación, separan un interior bueno –el
grupo- y un exterior amenazador. Así como se ahorra sin duda de la
angustia, , se distribuye mágicamente la ambivalencia de un amor por lo
propio y y un odio por lo extraño y se produce la más grande
simplificación de la vida, la más espantosa facilidad. Y cuando digo aquí
facilidad, no ignoro ni olvido que precisamente este tipo de formaciones
colectivas, se caracterizan por una inaudita capacidad de entrega y
sacrificios; que sus miembros aceptan y desean el heroísmo, cuando no
aspiran a la palma del martirio. Facilidad, sin embargo, por que lo que el
hombre teme por encima de todo no es la muerte y el sufrimiento, en los
que tantas veces se refugia, sino la angustia que genera la necesidad de
ponerse en cuestión, de combinar el entusiasmo y la crítica, el amor y el
respeto.
Un síntoma inequívoco de la dominación de las ideologías proféticos y de
los grupos que las generan o que someten a su lógica doctrinas que le
fueron extrañas en su origen, es el descrédito en el que cae el concepto
de respeto, ni de reciprocidad, ni de vigilancia de normas universales.
Estos valores aparecen más bien como males menores propios de un
resignado
...