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Ensayo Sobre El Shock Mediatico


Enviado por   •  26 de Mayo de 2014  •  1.741 Palabras (7 Páginas)  •  313 Visitas

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Para nosotros, que no creemos que un mundo nuevo esté esperándonos a la vuelta de ninguna “revolución”, nuestra única opción es exigir que el Estado laico y democrático haga cumplir la ley, que proteja las libertades individuales y que haga respetar los derechos humanos.

1. Introducción

La muerte de un ser vivo provoque un shock en las personas que la presencian, ni que éste sea aún más profundo si lo que se presencia es la muerte de un ser humano.

Un cuerpo sin vida nos convierte en testigos mudos de algo que sobrecoge universalmente: con la muerte nos damos cuenta de que es mucho lo que se va cuando se va la vida, como diría el filósofo Fuentes Ortega.

Cuando una colectividad comparte esta lectura simbólica sobre la vida, la única guerra que puede estar justificada en su tradición es aquella que se ejerce con una finalidad práctica inmediata e imprescindible para la preservación de la colectividad misma: en este marco tienen lugar, por ejemplo, las guerras por la defensa de las de comunidades, en las que defender los derechos es lo mismo que defender la vida.

En ellas, la guerra y la violencia ya no sólo aparecen bajo la justificación de un fin práctico inmediato, sino que además lo hacen bajo otros dos tipos de fines, bajo otras dos nuevas formas:

1. Es aquella que se lleva a cabo para lograr un mundo nuevo, la guerra “revolucionaria” cuya meta no es inmediata, sino posterior, metafísica.

2. La segunda es la violencia estética, el polo opuesto a la anterior, aquella que tiene su fin en sí misma y que, de hecho, cuenta con obras en todas las “artes” de la actualidad. Detrás de ambos tipos de guerra y de violencia subyace una concepción del cuerpo vivo propia de la Modernidad, que lo conceptualiza a la manera de un aparato biológico exento de toda carga simbólica y, por ello, susceptible de ser un mero medio para otros fines, un medio sustituible y prostituible.

Los Estados, entonces, tuvieron que suplir ese papel y fungir como aparato mediador de los conflictos sociales con base en el derecho: consecuencia de ese intento son, por ejemplo, los derechos humanos. Sin embargo, desde su nacimiento y cada vez más, el Estado también ha sido, al mismo tiempo, el esclavo más servil del dinero, por lo que la aplicación o no de sus leyes ha estado y está supeditada a los intereses del mercado (Fuentes Ortega).

2. Propuesta

¿Contra quién y por qué protestan?

La importancia primordial de son los factores económicos. Es responsabilidad de los gobiernos haber dilapidado ayudas ingentes. Una corrupción generalizada ha impedido que los ciudadanos de a pie se hayan visto beneficiados, pero la desintegración de algunos Estados y los conflictos bélicos también han contribuido. ¿Cómo distribuir la ayuda en un territorio inmerso en combates continuos, sometido a la depredación de los señores de la guerra o protesta?

Aunque también es cierto que la corrupción no es sólo culpa del que se deja corromper, también del que corrompe, como nos recuerda John Le Carré. No es casual que las protestas proliferen en países donde no existe la democracia, allí donde gobernantes dictatoriales imponen su voluntad sin restricción. En Estados con libertades, en cambio, la gente tiene la posibilidad de cambiar de políticos cuando éstos no se ajustan a sus deseos. Existe, por ello, menos posibilidad de que ocurra una catástrofe.

Pero Eric Hobsbawm rebate esta teoría y cita el caso de Colombia, un país con una tradición insólita (en América Latina) de gobierno democrático, donde, sin embargo, el número de personas muertas y expulsadas de sus hogares se cuenta por millares. A juicio de este famoso historiador, “el bienestar de los países no depende de la presencia o ausencia de un único tipo de orden institucional, por muy recomendable que sea desde el punto de vista moral”.

Incapaz de ejercer el monopolio de la violencia legítima o de garantizar a sus ciudadanos los servicios públicos. Le sustituyen diversas redes de poder, ya se trate de organizaciones guerrilleras, estructuras tribales o mafias dedicadas al tráfico de drogas. Curiosamente, si antes la política internacional intentaba prevenir la amenaza del excesivo fortalecimiento de un país, ahora se encuentra frente a los efectos perversos de la ausencia de poder en los denominados “Estados fallidos”. El miedo se instala en el día a día hasta el punto de que nadie ocupa cargos públicos por miedo a que le vaya la vida en ello. La policía, por su parte, no se atreve a intervenir en situaciones de peligro porque sabe que los delincuentes llevan ventaja. Así las cosas, la gente se acostumbra a los asesinatos como un elemento más de su paisaje cotidiano. Mira y calla. Es muy difícil permanecer al margen del aluvión de dinero fácil que fluye gracias al mundo de la droga, por lo que el concepto de ley se convierte en papel mojado. Cualquiera puede ser, en cualquier momento, blanco de la mafia.

No hay que pensar, sin embargo, que en situaciones como ésta reine la total anarquía. Las redes que compiten con el Estado imponen el orden a su manera, sin reparar en lo drástico de los métodos. En Colombia, la guerrilla por un lado y la mafia por otro pueden conseguir que en un pueblo no se produzcan robos o que los hombres no golpeen a las prostitutas.

El descubrimiento constante, casi diario, de este tipo de escenas en el país debe convocar al pensamiento

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