HISTORIA DE LA TECNOLOGIA AUDIOVISUAL:
Enviado por mariasandra • 17 de Noviembre de 2014 • 1.330 Palabras (6 Páginas) • 1.120 Visitas
HISTORIA DE LA TECNOLOGIA AUDIOVISUAL:
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La tecnología como desarrollo de bienes y servicios se generan junto con el desarrollo del hombre, junto a esto; la necesidad de comunicarse y expresar mediante medios artísticos que destacan la imagen y el sonido se han implementado a través de los siglos, dando así a lugar la tecnología audiovisual.
Se basa la tecnología audiovisual desde la prehistoria, desde hace millones de años, se destaca la importancia de la pintura como medio de comunicación en la época rudimentaria de las cavernas, edad media contemporáneo, etc. que por medio de trazos y formas exaltaban y plasmaban la naturaleza, los animales, la arquitectura y el ser humano, acontecimientos importantes, en paredes rústicas como bases de las información de las tribus y sobre lienzos de tela. Es preciso mencionar que la pintura pasó por varias etapas que perfeccionaron la imagen desde esa época hasta la actualidad. Ya se ha basado como fuente de transmisión de información la imagen que destaca lo visual con lo conceptual, dando pie a la mejoría tecnología cada vez más a la vanguardia de nuestros días. Básicamente solo se trataba de imágenes con propia interpretación, a lo que poco a poco se ha ido construyendo mediante la imaginación el sonido, medios rurales como señales de humo e instrumentos de sonido a larga distancia dan paso a la comunicación radial de audio, dando paso a lo que conoceríamos juntando los dos medios, los métodos audiovisuales de comunicación. Al paso de los años se destaca el invento y uso de aparatos de entretenimiento y comunicación como la televisión, radio, fotografía y cine…
CONOCIMIENTO CIENTIFICO Y TECNOLOGICA
http://www.biotech.bioetica.org/clase7-3.htm
Tradicionalmente se ha considerado que la investigación científica debe estar abierta al debate y la confrontación pública. Desde sus primeros pasos, la ciencia moderna ha propugnado la libre comunicación de ideas, teorías y resultados de los trabajos realizados para permitir el ejercicio de la crítica y compartir el conocimiento. Pero no hay que engañarse, la relación con el estado, el ejército, los empresarios y el mercado también ha existido siempre en mayor o menor medida.
En los siglos XVII y XVIII era ya notorio el interés por la dimensión tecnológica y el sentido utilitario de la ciencia, muy especialmente en ciudades como Londres[1]; las implicaciones sociales, industriales y comerciales de afamados científicos de la época como Boyle, Newton y Hooke, entre otros muchos, son bien conocidas. Los ejemplos se extienden por todas las épocas; en el siglo XIX nombres de ilustres físicos teóricos como Maxwell y Kelvin aparecen ligados también a la tecnología y a la ciencia industrial, por ejemplo, en relación con el cableado de la telegrafía transatlántica[2]. En el siglo XX, la insigne Mme. Curie, pese a que nunca aceptó solicitar patentes por sus descubrimientos, concibió y contribuyó a poner en marcha los procesos industriales para fabricar y purificar numerosas sustancias radiactivas así como la instrumentación necesaria al efecto; además, bajo su dirección, el Instituto del Radio jugó un decisivo papel en el desarrollo metrológico de la radiactividad para usos industriales y en la medicina[3], constituyéndose un servicio de medidas y control de los instrumentos al que acudían industriales y médicos de todas partes, lo que convirtió oficiosamente al laboratorio de Curie en el centro nacional de medidas que no existía en Francia.
Por su interés como fuente de poder (science is power), es durante la segunda mitad del siglo XX cuando la ciencia ha tenido que doblegarse con más frecuencia que antaño a los imperativos económico y militar, lo que queda históricamente ilustrado por el proyecto Manhattan desarrollado al finalizar la Segunda Guerra Mundial[4], la cual marca la línea divisoria entre la antigua y la nueva forma de entender el apoyo a la ciencia.
Las restricciones que imponen desde entonces los secretos comerciales y militares chocan frontalmente con la norma mertoniana del comunalismo científico, considerado idealmente un valor propio de la ciencia. La mayoría de los científicos académicos que investigan subvencionados por las empresas o el gobierno tienen que pedir autorización para publicar sus trabajos. Aunque generalmente
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