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Enviado por   •  10 de Marzo de 2013  •  2.377 Palabras (10 Páginas)  •  445 Visitas

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♥Versión del hombre Quiquergar♥

Agustín de Hipona Santo Tomas de Aquino

Agustín de Hipona concibe al hombre como un ser dividido en una parte exterior y otra interior. El hombre exterior es el cuerpo y pone al hombre interior en contacto con la realidad por medio de los sentidos. El hombre interior (o alma) tiene la capacidad de razonar, que requiere recordar, reflexionar y proyectar, además tiene las facultades del amor y la fe, entendidas como formas de conocimiento superiores a la razón. Dado que Dios es eterno y nuestra realidad es temporal, no se puede conocer a Dios por medio de los sentidos (el hombre exterior). Por el contrario, el alma es eterna y por lo tanto tiene acceso a la verdad. Es el alma la que se puede cuestionar acerca de la realidad y hacer ciencia, las verdades científicas, puesto que son alcanzadas por el alma, son verdades eternas. Sin embargo, el hombre interior no puede ejercer su racionalidad si no es a partir de la realidad, como tampoco puede alcanzar el amor y la fe sin haber antes utilizado la razón. Del mismo modo que a partir de la razón podemos comprender cosas que los sentidos no alcanzan a captar, las cosas que escapan a la razón las debemos conocer por medio del amor y la fe. El camino para llegar a Dios debe, por lo tanto, partir de la experiencia sensorial y luego ir ascendiendo hacia la razón, el amor, la fe y Dios. Dicho de otra forma, la búsqueda de Dios debe empezar en el exterior, pero dirigirse hacia el alma.

Fuente: http://es.shvoong.com/humanities/philosophy/252215-agust%C3%ADn-hipona/#ixzz1ptO0ojs4

Al afirmar la unión sustancial de cuerpo y alma, Santo Tomás inicia la moderna Psicofisiología, la interacción entre el alma y el cuerpo en sus estados de ánimo, enfermedades psicosomáticas etc. Además explica la íntima correlación entre cuerpo y alma, sin los problemas que se plantearán en la antropología moderna cartesiana sobre la incomunicación entre el cuerpo y la mente o alma. Con su teoría de la unidad de formas y de la unidad sustancial en el compuesto humano da vía libre a la teoría de la evolución moderna.

En cuanto al origen del alma, Santo Tomás defiende la tesis creacionista: el alma es creada de la nada por Dios. Según la interpretación de Sertillanges en su obra Las grandes tesis de la filosofía tomista, la virtud formativa latente en el semen, en el óvulo y en el embrión inicial es virtualmente un alma humana, se llega a ella por etapas, de tal forma que en la evolución embrionaria se encuentra y se recorren todos los reinos, el embrión es primeramente vegetal, después un alma superior, sensitiva, y por último, un alma más elevada, la intelectiva o racional. Santo Tomás afirma la inmortalidad del alma debido a su simplicidad, como ya había sostenido Platón en el diálogo Fedón, y también por su espiritualidad, al realizar funciones que no dependen de la materia como el pensamiento.

Ante el problema que representa la individualidad del alma, una vez que se ha corrompido el cuerpo, Santo Tomás responde que el alma se sigue manteniendo en su unidad, y esta persistencia de la individualidad en el alma separada, deja abierta la posibilidad de la resurrección corporal, cada alma puede recobrar la materia en las dimensiones determinadas que le eran propias y reconstruir su propio cuerpo. Aunque esto último es una tesis que sólo se conoce por la fe y no por la razón. También es propio del alma humana la voluntad y la libertad o libre albedrío, cuando deliberadamente se aparta de esta ley. gracias al cual el ser humano puede realizar actos moralmente correctos siguiendo la ley natural, o incorrectos,

Fuente: http://es.shvoong.com/humanities/philosophy/252215-agust%C3%ADn-hipona/#ixzz1ptO0ojs4

♥Versión del hombre Quiquergar♥

Rene descartes Emanuel Cant

Descartes vivía preocupado, tal vez más que ningún filósofo anterior, del punto de partida de la filosofía. El filósofo francés no quiere resignarse a la suerte del escepticismo. Tenía plena conciencia de que inauguraba una edad en la historia de la filosofía, y nadie que se siente joven se resigna al suicidio. Con René Descartes comienza efectivamente la Edad Moderna. El primer intento logrado de pensar la realidad desde los nuevos supuestos del hombre moderno es la filosofía cartesiana.

Comienza Descartes por dudar de todas las cosas y considerar como falso cuanto pueda ponerse en duda. Descartes, en su esfuerzo por eliminar todo posible error, logrará demostrar que las verdades matemáticas no son absolutamente indudables.

Si duda de todo, al menos es cierto que duda, es decir que piensa. Y si piensa, existe en tanto ser pensante. Es el famoso pienso, luego soy que da a Descartes no sólo una primera verdad indudable, sino también el punto de arranque de toda su filosofía.

Soy, pues -según Descartes-, una cosa que piensa. Pero, ¿qué es una cosa que piensa? Descartes responde: “Es una cosa que duda, entiende, concibe afirma, niega, quiere y, también, imagina y siente”. Como se ve, el término “pensamiento” no tiene en Descartes el sentido restringido que tiene en la actualidad -como actividad exclusiva del entendimiento-, sino que su amplitud es tan grande que comprende también la vida emocional, sentimental y volitiva. En una palabra son “pensamientos” todos los estados psíquicos; esto es, lo que se denomina en la actualidad con el neologismo “vivencia”.

“El hombre es por naturaleza malo” (R 6:32), nos dice el amargado filósofo Immanuel Kant en La Religión dentro de los límites de la mera Razón (1793). Esta oscura tesis podría servir para confirmar la magra imagen de la sensibilidad del ser humano que puede extraerse de una apresurada lectura de su obra sobre moral más conocida, la Fundamentación de la metafísica de las costumbres (1785).

No obstante, es en el mismo texto de la Religión donde Kant afirma categóricamente que nuestra sensibilidad, tanto animal como social, nos constituye para el bien (R 6:28). Kant entiende este carácter sensible no como determinándonos, sino únicamente como predisposiciones (Anlage): la predisposición a la animalidad está constituida por el instinto de supervivencia, de reproducción sexual (propagación de la especie), y la necesidad de vivir en comunidad (R 6:26); la predisposición a la humanidad, o social, nos insta a lo que a grandes rasgos llamamos cultura (R 6:27). Hay todavía una tercera predisposición, a la moralidad, que, siguiendo a la tradición, consiste en considerarnos como teniendo la ley moral inscrita ya ‒de alguna forma‒ en nuestros corazones. Queda descartado, entonces, que el origen del mal se encuentre en nuestra sensibilidad (R 6:34-35), o en la materia, como, por ejemplo, era el caso para los estoicos.

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