La Tecnologia
Enviado por 018000 • 8 de Febrero de 2014 • 13.443 Palabras (54 Páginas) • 172 Visitas
“AL FINAL, todo es Física. ¿Y después del final?
Estúpida pregunta. Después del final no hay nada. El final es el final”
¿Y Dios? ¿Qué hacer con Dios?
Es evidente que existen implicaciones religiosas en la Física, en la llamada Nueva Física, a partir de la Teoría de la Relatividad, la Mecánica Cuántica, las Teorías de Unificación y los Modelos cosmológicos, algunos de los cuales, como el de Stephen Hawking, obvian la necesidad de un Creador. Los físicos suelen sentirse muy incómodos ante las especulaciones acerca de cómo empezó el Universo, puesto que es una pregunta a la que no se puede responder con los métodos normales de nuestra Ciencia. Surge la idea de que la aplicación de la Física a la creación del Universo, al origen de la vida o a la evolución que condujo a la aparición del hombre, es algo que invade el terreno reservado a las religiones o creencias.
Mi opinión es la siguiente: pienso que este Universo existe a causa de las leyes de la Física. Este Universo es como es porque cumple una serie de requisitos indispensables expresados en términos matemáticos, que es el lenguaje con el que se expresa la Física.
Muy probablemente existen infinidad de Universos, y seguramente tendrán sus correspondientes leyes (o quizás no). Pero éste en el que vivimos, en el que pensamos, en el que nos hacemos preguntas y procuramos contestarlas, está sometido a unas leyes, como se demuestra en este Ensayo. Pero, ¿algo o alguien creó esas leyes? Si esas leyes son las únicas coherentes entre sí de manera lógica, y por tanto, las únicas leyes que podrían existir, ¿quién hizo las leyes de la lógica?
Hasta ahora, (mañana, quién sabe), lo que hemos avanzado en el conocimiento racional de todo cuanto nos rodea, y de nosotros mismos, sigue dejando espacio para una interpretación religiosa del mundo físico. Yo me siento mucho más cómodo con el concepto de un Dios lo bastante listo para idear las leyes de la Física, que hacen inevitable la existencia de nuestro maravilloso mundo, que con el Dios pasado de moda que tuvo que fabricarlo todo, laboriosamente, pieza a pieza, y que pasa su “tiempo” espiando, premiando, castigando o simplemente preocupándose de lo que hacemos.
Ese Dios personal, de largas barbas blancas y aspecto bonachón, que sin embargo saca a relucir con demasiada frecuencia su mala uva, es incoherente con las Leyes que probablemente diseñó. No se gustaría ni a Él mismo. Prefiero pensar que disfruta cuando Galileo susurra al inquisidor su célebre “eppur si muove”, cuando Newton elabora su Teoría de la Gravitación Universal, cuando Darwin echa por tierra lo del barro y la costilla, cuando Maxwell unifica los Campos eléctrico y magnético, cuando Planck cuantifica la energía, cuando Einstein le da un revolcón a la Física Clásica con su Relatividad General, cuando Hubble descubre que el Universo se expande y por lo tanto tuvo un principio, cuando Heisenberg pone todo bajo la sospecha de la Incertidumbre, cuando Gell-Mann llega al quark… o incluso cuando Hawking no cuenta con él como Creador.
Aclarado este aspecto (si es que puede aclararse…), comienza la AVENTURA.
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En los albores del siglo XXI, con el 2002 recién estrenado, una parte importante de la Sociedad sigue creyendo que el comportamiento de la materia, las respuestas a las preguntas claves de la vida, la explicación a los fenómenos que nos rodean, permiten diferentes alternativas a la hora de reflexionar sobre ellos. Siguen pensando que la Ciencia es una buena manera de atender a estas cuestiones, por otra parte fundamentales en seres racionales como aparentemente somos, pero no descartan otras vías para despejar incógnitas.
De todas formas, el mero hecho de plantearse la Ciencia, y específicamente la Física, como generadora de respuestas consistentes, ya es un éxito. En muchos aspectos, el ser humano no ha evolucionado hacia la razón como inevitablemente debe hacerlo. Quizás está demasiado ocupado en resolver sus problemas diarios, sus idas y venidas, sus dimes y diretes, como para sentarse tranquilamente a reflexionar sobre las cosas que ocurren a su alrededor y no le conciernen directamente, y por lo tanto, no merecen ocupar una parte de su tiempo. Por otra parte, si, por ejemplo, a un individuo se le escapa un euro de las manos, siempre sucede lo mismo: la moneda va inevitablemente al suelo, y no sube como un globo, o describe un arco de circunferencia cuyo radio es proporcional a su tamaño. El hecho es tan tan trivial que no merece la pena preguntarse por qué lo hace. Además, si las cosas son así, para qué darle más vueltas.
Afortunadamente para el individuo del euro, a lo largo y ancho de la Historia han existido, existen y existirán hombres y mujeres que no sólo se preguntan “por qué”, sino que tratan de averiguarlo. ¿Acaso eso es posible? ¿Hay una leyes ocultas que gobiernan el estado de las cosas, y por lo tanto, existen posibilidades de descubrirlas? ¿No serán demasiado complicadas para caber en la mente de un animal racional pariente próximo del chimpancé?
Bien, seamos menos optimistas. Aunque no podamos descubrir, si es que existen, esas Leyes, siempre podremos elaborar Modelos tales que expliquen el comportamiento de las cosas. Pero el problema es que la Leyes que parecen regir el Universo se escriben en un lenguaje condenadamente complicado: el de las Matemáticas.
No lo pongamos tan difícil. Al fin y al cabo las Matemáticas no son más que un puñado de axiomas, unos juegos con unas reglas. Lo verdaderamente incomprensible, como decía Einstein, es que el Universo sea comprensible. Y si lo es, la Física tiene la culpa.
Este Ensayo es un modesto homenaje a los hombres que construyeron la Física, y a la Física misma, la reina de las Ciencias. A los constructores de la Catedral. A los que se hicieron preguntas y tuvieron la voluntad y la inteligencia de buscar y descubrir respuestas. A los que elaboraron las Teorías de una Ciencia que explica el comportamiento del mundo, con apuestas verificables en experimentos y expresables matemáticamente.
A los que han hecho posible, por ejemplo, que sentado frente al teclado de mi ordenador, pueda explicar de una manera sencilla por qué siempre que a ese individuo que se le escapaba un euro, se le va al suelo y no flota en el aire como un barco en el mar o describe una elipse completa y después se eleva. Y más aún, por qué tarda siempre el mismo tiempo en chocar contra el suelo, sí se le cae del mismo bolsillo.
Va por ustedes, señores físicos. Y
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