Las tres leyes robóticas
Enviado por marco150496 • 29 de Abril de 2013 • Tutorial • 17.773 Palabras (72 Páginas) • 475 Visitas
Yo, robot
Isaac Asimov
Los robots de Isaac Asimov son máquinas capaces de llevar a cabo muy diversas tareas, y aunque carecen de libre albedrío, se plantean A menudo a sí mismos problemas de "conducta humana", en Situaciones que serían recreadas más tarde por muy distintos Autores. (Véase "El alma del robot", de B. J. Bailey). Pero estas Cuestiones se resuelven en "Yo, robot" en el ámbito de las tres leyes Fundamentales de la robótica, concebidas por el mismo Asimov, y Que no dejan de proponer extraordinarias paradojas, que a veces Pueden explicarse por errores de funcionamiento y otras por la Creciente complejidad de los "programas". Estas paradojas no son Sólo ingeniosos ejercicios intelectuales sino y además una fascinante Indagación sobre la situación del hombre actual en el universo Tecnológico y en relación con la experiencia del tiempo y la historia. Isaac Asimov nació en 1920 en la Unión Soviética, y es doctor en Bioquímica. Algunas de sus obras de ficción más importantes Aparecieron en las revistas populares del género en la década de los Cuarenta.
Las tres leyes robóticas
1. Un robot no debe dañar a un ser humano o, por su inacción, Dejar que un ser humano sufra daño. 2. Un robot debe obedecer las órdenes que le son dadas por un Ser humano, excepto cuando estas órdenes están en oposición Con la primera Ley. 3. Un robot debe proteger su propia existencia, hasta donde esta Protección no esté en conflicto con la primera o segunda Leyes. Manual de Robótica
1 Robbie --Noventa y ocho... noventa y nueve... ¡cien! -Gloria retiró su mórbido
Antebrazo de delante de los ojos y permaneció un momento Parpadeando al sol
Estiró el cuello, estudiando las posibilidades de unos matorrales que Había a la derecha y se alejó unos pasos para tener mejor punto de vista La calma era absoluta, --Apostaría a que se ha metido en casa, y le he dicho mil veces que
esto no es leal -se quejó. Robbie no contestó, desde luego... con palabras. Echó a correr, esquivando a Gloria cuando la niña estaba a punto de alcanzarlo, oblig ndola a describir círculos que iban estrech ndose, con los brazos extendidos azotando el aire. --¡Robbie... estáte quieto! -gritaba. Y su risa salía estridente,
acompañando las palabras.Al poco rato recobró la respiración. Trató inútilmente de arreglar su alborotado cabello con un gesto de vaga imitación de su madre y miró -¡Mal muchacho! ¡Malo, malo! ¡Te pegaré!manera que ella tuvo que añadir: --¡No, no, Robbie! ¡No te pegaré! Pero ahora me toca a mí esconderme, porque tienes las piernas más largas y me prometiste no correr hasta que te encontrase.
Pero Robbie no era tan fácil de conquistar. Miró fijamente al cielo y siguió moviendo negativamente la cabeza, obstinado. --¡Por favor, Robbie, llévame a paseo! -Rodeó su cuello con sus rosados brazos y estrechó su presa. Después cambiando repentinamente de humor, se apartó de él-. Si no me das un paseo,
voy a llorar. -Y su rostro hizo una mueca, dispuesta a cumplir su amenaza.
El endurecido Robbie no hizo caso de la terrible posibilidad, y siguió moviendo la cabeza por tercera vez. Gloria consideró necesario jugar su última carta. Ante este ultimátum, Robbie se rindió sin condiciones y movió afirmativamente la cabeza, haciendo resonar su cuello de metal. Levantó cuidadosamente a la chiquilla y la sentó en sus anchos hombros.Gloria se agarraba a la cabeza del robot, inclin ndose hacia la derecha. Entonces dotó a la nave de un motor que hacía "Brrrr", y de armas que producían sonidos onomatopéyicos de disparos. Daba caza a los piratas y las baterías de la nave entraban en acción. Apuntaba por encima de su hombro con indomable valor, y Robbie era una achatada nave del espacio que zumbaba a través de la bóveda celeste con la máxima aceleración.. --¡Oh, qué bueno!... Robbie esperó a que recobrase la respiración y entonces le tiró suavemente de un mechón de pelo. --¿Quieres algo? -dijo Gloria
Robbie le tiró del pelo con más fuerza. --¡Ah, ya sé!... Quieres una historia. Robbie asintió rapidamente. Gloria reflexionó, evocó en su memoria el recuerdo del cuento (con sus modificaciones propias, que eran varias) y empezóinterrupción.
Robbie obedeció apresuradamente, porque sabía que más valía cumplir las órdenes de Mrs. Weston sin la menor vacilación. El padre de Gloria estaba raramente en casa durante el día, a excepción de los domingos -hoy, por ejemplo-, y cuando esto ocurría, se mostraba el hombre más afable y comprensivo. La madre de Gloria, en cambio, era una fuente de sinsabores para Robbie, que sentía siempre el deseo de alejarse de su presencia. Mrs. Weston los vio en el momento en que aparecían por encima de los altos tallos de la vegetación, y volvió a entrar en la casa a esperarlos. Te he llamado hasta quedarme ronca, Gloria -dijo severamente-. ¿Dónde estabas? --Estaba con Robbie -balbució Gloria-. Le estaba
contando la Cenicienta y he olvidado que era hora de comer. --Pues es una l stima que Robbie lo haya olvidado también. -Y como si de repente recordase la presencia del robot, se volvió r pidamente hacia él-. Puedes marcharte, Robbie. No te necesita ya. Y no vuelvas hasta que te llame -añadió secamente.Robbie dio la vuelta para marcharse, pero se detuvo al oír a Gloria salir en su defensa. --¡Espera, mamá! Tienes que dejar que se quede: No he acabado de contarle la Cenicienta. Le he prometido contarle la Cenicienta y no he terminado. --Bueno..., pero la Cenicienta es su cuento favorito y no lo había terminado... ¡Y le gusta tanto! El robot salió de la habitación con paso vacilante y Gloria ahogó un sollozo. George Weston se encontraba a gusto... Tenía la inveterada costumbre de pasar las tardes de los domingos a gusto. Una buena digestión de la sabrosa comida; una vieja y muelle "chaise longue" para tumbarse; un número del "Times"; las zapatillas en los pies, el torso sin camisa... ¿Cómo podía uno no encontrarse a gusto? No experimentó ningún placer, por lo tanto,cuando vio entrar a su esposa. Después de diez años de matrimonio era todavía lo suficientemente estúpido para seguir enamorado de ellaMrs. Weston esperó pacientemente dos minutos, después, impaciente, dos más, y finalmente rompió el silencio. -¿Qué ocurre, querida? --Ya sabes lo que ocurre. Es Gloria y esta terrible máquina. --¿Qué terrible máquina? --No finjas no saber de lo que hablo. El robot, al cual Gloria llama Robbie. No se aparta de ella ni un instante. --¿Y por qué quieres que se aparte? Es su deber... Y en todo caso, no es ninguna terrible máquina. Es el mejor robot que se puede comprar con dinero y estoy seguro de que me hace economizar medio
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