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Leyes De Newton


Enviado por   •  20 de Noviembre de 2012  •  8.396 Palabras (34 Páginas)  •  291 Visitas

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Resumen:

En cuanto el millonario Theodore Kadros puso los ojos en la bellaWillow Blain estuvo claro que aquello sólo podría acabar de una manera: unanoche de increíble pasón. Lo que él no esperaba era que Willow desapareciera a la mañana siguiente.

Sin embargo, aquella única noche había dejado un legado que Willow deseaba ocultar. Cuando Theo descubrio la verdad, se puso furioso... y exigió que se casara con él.

Deseaba lo que creía suyo por derecho... ¡a ella!

Capítulo 1

THEODORE Kadros pagó al taxista. Hacía una cálida tarde de junio y se quitó la cha¬queta , mientras se encaminaba hacia la casa estilo georgiano que se hallaba en el centro de London Myfair, una de las muchas propiedades de la empresa familiar. A lo largo de los últimos años había sido utilizada por su hermana Anna, que la compartía con tres de sus compañeras de universi¬dad. Theodore conocía a las tres, pero una de ellas, Liz, se había ido hacía un mes y aún no ha¬bía conocido a su sustituta.

Una irónica sonrisa curvó sus labios. Era obvio que la nueva no tenía nada en contra de las fiestas. Era viernes por la noche y la casa estaba ilumina¬da como un árbol de navidad mientras la música salía a raudales por las ventanas.Entró en el vestíbulo, colgó su chaqueta y evitó a dos parejas abrazadas mientras entraba en el sa¬lón. Anna no lo esperaba hasta el lunes y era obvio que había querido aprovechar al máximo el fin de semana antes de que llegara su hermano.

Tal y como se sentía Theodore en aquellos mo¬mentos, no podía culparla.

Tras cinco semanas de trabajo en Sudamérica, había volado el día anterior a Nueva York con la esperanza de pasar un largo fin de semana con Dianne, una abogada neoyorkina con la que lleva¬ba diez meses saliendo. Pero cuando llegó se vio sorprendido por un inesperado interrogatorio. ¿Hacia dónde se dirigía su relación? ¿No podían limitarse aquella tarde a sentarse a charlar?

Tras mucho hablar, Theo acabó en la habita¬ción de invitados... y fue él quien dijo «no» por la mañana. Había pasado seis semanas sin ver a Dianne y, por tanto, seis semanas sin sexo. Siem¬pre era monógamo mientras le duraba una relación pero, por encantadora que fuera Dianne, no iba a permitir que ni ella ni ninguna otra mujer lo mani¬pulara utilizando el sexo. El sonido de campanas de boda había sido tan ensordecedor que práctica¬mente había salido corriendo.

-¡Theo! ¿Qué haces aquí? -preguntó Anna, asombrada al vedo-. No te esperaba hasta el lunes.

-No te preocupes -dijo Theo en tono burlón-. Sigue adelante con tu fiesta, pero asegúrate de que tus amigos no vengan a dar la lata en mi habita¬ción -su hermana Anna, que tenía veintiún años, era perfectamente capaz de cuidar de sí misma, pero su padre insistía en que debía manteneda vi¬gilada. Su padre era griego y su madre griega esta¬dounidense, y aunque ésta tenía un punto de vista moderno respecto a la vida, su padre era mucho más tradicional. Aquel era el motivo por el que Theo llevaba tres años establecido en Londres y tenía una habitación en la planta alta de la casa. En Atenas, Apna llevaba una vida mucho más controlada que en Londres.

-Por supuesto, hermanito... -dijo Anna mien¬tras seguía bailando con su pareja.

Theo se sirvió un whisky y echó un vistazo a su alrededor. Aquél no era su ambiente. Miró su reloj y comprobó que ya eran casi las doce de la noche. Desafortunadamente, su cuerpo aún seguía adaptado al horario de Sudamérica y no tenía sue¬ño. Su boca se curvó en una cínica sonrisa mien¬tras pensaba en las rarezas femeninas. Especial¬mente en las de Dianne.

Dianne sabía desde el principio el terreno que pisaba. Era una mujer guapa, inteligente, centrada en su trabajo de abogada... justo la clase de mujer que a él le interesaba. Sin embargo, a los pocos meses, ya estaba pensan_o en un anillo de bodas. Pero se había equivocado de hombre. Él no tenía la más mínima intención de dejar atrás su estado de soltería.

Volvió a mirar a los jóvenes asistentes a la fies¬ta de su hermana, que se retorcían en el salón en lo que parecía una especie de danza masiva de la fertilidad. No le habría importado contar con la persuasiva ondulación de un cuerpo femenino bajo el suyo aquella noche, pero no le gustaban las aventuras de una noche, y menos aún con las ami¬gas de su hermana. Lo que necesitaba era un café, no más whisky, pensó mientras se encaminaba ha¬cia la cocina.

Cuando se volvió tras cerrar la puerta, se quedó petrificado en el sitio. En sus veintiocho años de vida nunca había visto a nadie como ella...

La mujer estaba de espaldas a él, vaciando el contenido de una botella en el fregadero. Su pelo... era negro como la noche y caía en sedosas ondas hasta su cintura. El femenino movimiento de sus caderas atrajo la mirada de Theo hacia un trapito negro que apenas podía pasar por una falda y que cubría sus nalgas, altas y fmnes. Y sus piernas... Theo contuvo el aliento y metió rápidamente la mano en el bolsillo de su pantalón; no recordaba haberse excitado tanto ni tan instantáneamente desde que era un adolescente cargado de testoste¬rona. Aquellas piernas, contorneadas y perfectas, pálidas como alabastro, parecían no acabar nunca.

-Hola -saludó con voz ronca mientras avanza¬ba hacia ella.

Willow dejó caer la botella en el fregadero al oír la profunda voz masculina y se volvió. Entrea¬brió los labios, pero ningún sonido surgió de entre ellos. El hombre más atractivo que había visto en su vida avanzaba rápidamente hacia ella. Alto, moreno, y vestido con unos pantalones color cre¬ma y una camisa azul, irradiaba una energía digna de una tormenta eléctrica.

Su pelo, negro como el azabache y ligeramente largo, le daba un aire de bribón. Era el resumen de todas las fantasías de una adolescente hechas realidad. El lento e íntimo modo en que se curvaron sus labios cuando sonrió hicieron que los latidos de su corazón se desboca¬ran. Por unos instantes, se sintió completamente desorientada.

Willow había leído y oído hablar sobre el amor a primera vista, pero siempre había dudado de su existencia. Pero supo que era cierto cuando miró los oscuros ojos de aquel hombre y vio su mirada reflejada en ellos. Un estremecimiento la recorrió de arriba abajo al sentir que aquellos penetrantes ojos podían alcanzar el fondo de su alma.

Oyó que le hablaba, pero fue incapaz de res¬ponder. Se limitó a seguir mirándolo mientras una dulce e intensísima excitación se apoderaba de ella. Nunca en su vida se había sentido así; tenía que tratarse de amor, pensó impulsivamente. ¿Qué otra cosa podía ser? Después, mucho después, comprendería

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