NUEVAS FRONTERAS DE CAPITALISMO
Enviado por carmenj027 • 1 de Abril de 2015 • 1.393 Palabras (6 Páginas) • 223 Visitas
"Cuando las asambleas socio-ambientales cuestionan la mega-minería metalífera y afirman: “el agua vale más que el oro”, logran la adhesión de amplios sectores de la población, incluso de abrumadoras mayorías, en algunas regiones.Pero si afirmamos: “el agua vale más que los hidrocarburos”, esa certeza entra en crisis, se establece una paridad entre ambos, aunque biológicamente podemos vivir sin consumir los derivados de los hidrocarburos."
Cuando las asambleas socio-ambientales cuestionan la mega-minería metalífera y afirman: “el agua vale más que el oro”, logran la adhesión de amplios sectores de la población, incluso de abrumadoras mayorías, en algunas regiones. El agua es tan necesaria para la vida como el aire que respiramos; la ecuación es sencilla: sin agua no hay vida. En cambio, podemos prescindir del oro. Pero si afirmamos: “el agua vale más que los hidrocarburos”, esa certeza entra en crisis, se establece una paridad entre ambos, aunque biológicamente podemos vivir sin consumir los derivados de los hidrocarburos. Es decir, lo que entra en juego no es la vida misma sino un modelo de vida: la Era Petrolera, que comenzó hace poco más de 150 años, es un ínfimo fragmento de la historia de la Humanidad.
La respuesta más común a esa consigna es: “vos usas tu auto y yo también”, cerrando el paso a pensar cualquier alternativa, trasladando todo el peso de la existencia de esta matriz energética al consumidor individual y no a decisiones políticas. Aceptando, por ende, la creación de zonas de sacrificio como un hecho irreversible. (Zonas de sacrificio que son territorios que albergan pueblos, culturas, ecosistemas: diferentes formas de vida.) Se evita la reflexión sobre quiénes habitan esas zonas de sacrificio y qué derechos tienen; por acción u omisión se valida la existencia de ciudadanos de segunda.
Desde el momento que se aceptan las zonas de sacrificio, se recrea el “desierto”: todo lo existente en ese lugar virtualmente desaparece, se crean una nueva geografía y un nuevo sentido del territorio con un único objetivo: extraer la energía almacenada en las entrañas de la Tierra.
Sin duda la dependencia de la sociedad actual respecto de los hidrocarburos es muy fuerte y no sólo en términos energéticos -que en Argentina representan la base de nuestra matriz-, ya que sus derivados están también presentes en el día a día: desde la ropa, el calzado y los recipientes plásticos a una amplia gama de productos que los requieren como insumo. Nuestro vínculo -dependencia- con los hidrocarburos no tiene punto de comparación con la relación que mantenemos con el oro -cuyo valor responde a una convención social más que a una aplicación material.
El punto no es dejar mañana de extraer hidrocarburos y de consumir sus derivados -ya que sencillamente es imposible-, sino empezar de una vez la transición hacia otras fuentes en lugar de profundizar la matriz existente, con sus costos socio-ambientales, sus zonas de sacrificio; y buscar otras alternativas para el desarrollo regional.
Hace años que se debate en ámbitos internacionales si hemos alcanzado o no el pico del petróleo, el Peak Oil, el fin del petróleo barato. Haber llegado a él significa que en adelante extraer hidrocarburos demandará mayores inversiones, por lo que su precio aumentará y se trasladará a toda la cadena de producción y consumo; además del incremento de los riesgos ambientales, ya que se avanza en yacimientos ubicados en aguas profundas o en ecosistemas continentales muy delicados, fuentes de biodiversidad. (En el marco del concepto de desarrollo vigente, basado en la acumulación, la muletilla de la existencia de avances tecnológicos que disminuyen esos riesgos, los controles estatales y el compromiso ambiental de las empresas, se desvanecen ante catástrofes como el hundimiento de la plataforma de British Petroleum en el Golfo de México.)
La carrera del petróleo (los sueños del emirato propio)
La necesidad de seguir inyectando hidrocarburos en el mercado energético se conjuga, en nuestro país, con otra necesidad: la de inyectar fondos para las alicaídas economías regionales. En 2006, con la sanción de la Ley 26.197, culminó la transferencia de la propiedad de los hidrocarburos de la Nación a las provincias -proceso que se inició en 1994 con la reforma constitucional. Desde ese año al presente 21 de las 23 provincias se han lanzado a la carrera de licitar y adjudicar
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