Revolución Tecnológica

En la segunda mitad del Siglo XX, asistimos a un cambio de paradigma en el modelo socio-económico a nivel mundial. Cambio que se ha traducido en la aparición de un nuevo tipo de sociedad, la sociedad del conocimiento, que tiene como base material la incorporación y aplicación de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC).

Las TIC han dado lugar a la llamada revolución digital que tiene como principales características la acumulación de conocimiento humano y la comunicación en tiempo real. Con la revolución digital, la ley de Moore (“Cada 18 meses, la potencia de procesamiento dobla, mientras que los costes se mantienen constantes”) y la ley de Metcalfe (“El valor de una red aumenta en proporción al cuadrado del número de usuarios de esta red”) se complementan y explican el espectacular avance que han tenido las aplicaciones digitales así como la evolución a la baja de los precios de todos los bienes y servicios que se relacionan directamente con éstas.

Esta digitalización o revolución digital unida a la mundialización (expansión de los mercados debido a la maximización de beneficios) han dado lugar a la globalización, es decir, a un cambio profundo en los esquemas productivos, de distribución y de consumo.

En este cambio de paradigma, el elemento que se ha mantenido constante ha sido el capitalismo como modelo económico, pero podríamos decir que ha habido una transición del capitalismo industrial a un capitalismo basado en el conocimiento (Economía del conocimiento). Es decir, el objetivo sigue siendo el mismo: maximizar el beneficio, pero los medios para lograr este objetivo han evolucionado de tal forma que para conseguir mayores beneficios a un coste mínimo se tiene que generar, aplicar y difundir el conocimiento y para ello las TIC son absolutamente vitales (permiten producir más y mejor en menos tiempo).

Teniendo en cuenta lo anterior, es lógico pensar que otro de los factores importantes a la hora de analizar este profundo cambio del modelo socio-económico sea el cambio en las necesidades de demanda. La revolución digital y la globalización han provocado que exista una demanda creciente de mercancías intangibles y de servicios más intensivos en conocimiento.

Queda patente por tanto que las TIC constituyen el núcleo de este proceso de transformación económica, con la aparición de un nuevo sector productivo que extiende los efectos sinérgicos al resto de las ramas de actividad. Es por ello que se considera a las TIC la base material de la tercera revolución industrial.

En palabras de Manuel Castell: “Una revolución industrial no se basa sólo en la aparición de un nuevo recurso productivo estratégico en la explicación del crecimiento y en el desarrollo económico, sino que también son necesarias otras innovaciones y transformaciones sociales, culturales, institucionales y políticas”.

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