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Enviado por • 6 de Diciembre de 2013 • 2.067 Palabras (9 Páginas) • 308 Visitas
Eduardo Inglés Morín
ESTADO Y SOBERANÍA
Ensayo que presenta el alumno Eduardo Inglés Morín a la Cátedra de Participación Ciudadana y Gestión Local regentada por la Profesora Aimara Pacheco (SAIA I)
Hablar sobre conceptos como Estado y Soberanía en los tiempos actuales, puede resultar una temeridad; no porque tales términos sean polisémicos, sino por el uso y abuso que en el devenir del tiempo se han realizado sobre ellos, su concepto y sus componentes. Las derivaciones de los términos comentados en el campo político han generado manifestaciones de diversas índoles donde fracciones han pretendido enseñorearse como bandos exclusivos los calificativos de “estatal” o “soberano.
De la misma forma y manera, desde el ángulo jurídico, la producción de constructos han sido prolijas y contrapuestas a tal punto que intentar “arroparse” en posturas de Kelsen, o la de Smend sería adentrarse en un tramado ovillo con altas posibilidades de perdernos o enredarnos y tardarnos en encontrar una salida honrosa o por lo menos aceptable.
Descritas ya las previsiones o limitaciones para producir las presentes líneas y con la certeza de que en la presente ocasión no tenemos ni la intención de redactar un manifiesto o bando y carecemos del tiempo y espacio para desarrollar una aproximación a las Teorías Jurídicas de algunos cultores del Derecho, apostamos por exponer breves “pinceladas” de los conceptos de Estado y de soberanía para luego tratar de inter relacionarlos en el marco que nos ofrece la Constitución de la república Bolivariana de Venezuela.
En primer lugar hablemos del Estado; la palabra Estado proviene del latín status y fue utilizada por Maquiavelo para designar la comunidad política organizada con pretensiones de estabilidad, con carácter permanente. En el lenguaje corriente tiene también otras aceptaciones y así llamamos Estado, a veces, al conjunto de los gobernantes de una nación y en los Estados descentralizados se suele utilizar este nombre para identificar al poder central por contraposición a los periféricos. Por otro lado, cuando utilizamos la palabra Estado hacia dentro de una comunidad social organizada tiende a veces a confundirse con el concepto de nación, mientras que hacia fuera la palabra se utiliza para designar a los sujetos de las relaciones internacionales (aunque también aquí a veces se usa indebidamente la palabra nación).
Pero, por encima de estas utilizaciones de la palabra, nosotros debemos centrarnos en el concepto jurídico, en la medida de que un rasgo básico del Estado lo constituye el de ser una organización política regida por el Derecho. Sobrepasando a las relaciones de dominación y patrimoniales de la monarquía absoluta ("el Estado soy yo", dijo Luis XIV de Francia), el Estado de nuestros días es la organización jurídica de una sociedad bajo un poder de dominación que se ejerce en determinado territorio. Tal definición revela que son tres los elementos de la organización estatal: la población, el territorio y el poder. El poder político se manifiesta a través de una serie de normas y de actos normativamente regulados, en tanto que la población y el territorio constituyen los ámbitos personal y espacial de validez del orden jurídico. Se ha dicho que la ordenación jurídica bajo un poder de mando es el elemento formal, mientras que la población y el territorio son los elementos materiales del Estado. Mas no hay que olvidar que lo mismo la población que el territorio se encuentran en todo caso determinados por el ordenamiento jurídico.
De lo anterior ha de quedar de forma clara que el Estado de nuestros días es una persona jurídica (ente abstracto) que actúa mediante órganos y éstos establecen un conjunto de relaciones jurídicas recíprocas con la base social de la comunidad organizada, es decir con los ciudadanos. El que éste sea un ente abstracto con personalidad jurídica que actúa mediante órganos explica muy bien que se trata de una organización que sigue actuando a pesar de que se produzcan cambios en la titularidad de los órganos concretos de que se trate. El Estado sigue incólume tanto cuando se produce la muerte, renuncia o cese del titular de la jefatura del Estado, como cuando un parlamento extingue su mandato o un gobierno cae para ser sustituido por otro.
Lo anterior es un razonamiento necesario para comprender lo que es el Estado, pero no es suficiente. La visión del Estado como organización requiere que la completemos con la explicación de determinados rasgos específicos que, al contemplarse conjuntamente, la diferencien de otras organizaciones con personalidad jurídica. Estos rasgos son los llamados elementos del Estado y básicamente consisten en recordar que esa organización no es cualquiera sino una que se atribuye un poder soberano, que está formada por un conjunto de personas asentadas sobre un territorio en el que se ejerce dicho poder soberano, que actúa atribuyéndose el monopolio de la llamada violencia legítima. De esta forma podemos ampliar los elementos que componen el Estado y decir que tales elementos son: Un territorio, una población, un poder soberano y, finalmente, un ordenamiento jurídico.
Expuesta ya como fue nuestra aproximación conceptual a lo que define al Estado y visto que entre sus elementos hablamos de un poder soberano, se nos hace perentorio hurgar un poco sobre la soberanía; comencemos por indicar que la palabra soberanía deriva del latín super amus que significa señor supremo, y si la extrapolamos a nuestro análisis la podemos considerar como sinónimo de poder, superior a cualquiera, inalienable e imprescriptible. Es posible identificarla como una cualidad del Estado, aunque no como un término estático. La soberanía es el carácter supremo, de un poder supremo, en el sentido de que dicho poder no admite a ningún otro ni por encima, ni en concurrencia con él.
Lo antes planteado requiere una precisión ya que el vocablo “poder” puede desviar nuestro análisis hacia manifestaciones de confrontación o a la degustación lúdica de esquemas de dominación; y no es así, el problema que plantea la soberanía no es una cuestión de poder , que pueda ser decidirse con la ayuda de las armas, sino una cuestión que como tal sólo puede ser resuelta jurídicamente. Entendida como posición jurídica, como la competencia del Estado para tomar la decisión definitiva y vinculante tanto en asuntos internos como externos, supone un poder otorgado por el sistema jurídico y por tanto necesariamente limitado. Es la expresión no de una autoridad sin límites, sino de un poder ordenado legalmente. Desde un punto de vista jurídico, la
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