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Vatimetro


Enviado por   •  31 de Mayo de 2013  •  13.869 Palabras (56 Páginas)  •  278 Visitas

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vatimetroMi madre me llevó al aeropuerto con las ventanillas del coche bajadas. En Phoenix, la

temperatura era de veinticuatro grados y el cielo de un azul perfecto y despejado. Me había

puesto mi blusa favorita, sin mangas y con cierres a presión blancos; la llevaba como gesto de

despedida. Mi equipaje de mano era un anorak.

En la península de Olympic, al noroeste del Estado de Washington, existe un pueblecito

llamado Forks cuyo cielo casi siempre permanece encapotado. En esta insignificante localidad

llueve más que en cualquier otro sitio de los Estados Unidos. Mi madre se escapó conmigo de

aquel lugar y de sus tenebrosas y sempiternas sombras cuando yo apenas tenía unos meses.

Me había visto obligada a pasar allí un mes cada verano hasta que por fin me impuse al

cumplir los catorce años; así que, en vez de eso, los tres últimos años, Charlie, mi padre, había

pasado sus dos semanas de vacaciones conmigo en California.

Y ahora me exiliaba a Forks, un acto que me aterraba, ya que detestaba el lugar.

Adoraba Phoenix. Me encantaba el sol, el calor abrasador, y la vitalidad de una ciudad

que se extendía en todas las direcciones.

—Bella —me dijo mamá por enésima vez antes de subir al avión—, no tienes por qué

hacerlo.

Mi madre y yo nos parecemos mucho, salvo por el pelo corto y las arrugas de la risa.

Tuve un ataque de pánico cuando contemplé sus ojos grandes e ingenuos. ¿Cómo podía

permitir que se las arreglara sola, ella que era tan cariñosa, caprichosa y atolondrada? Ahora

tenía a Phil, por supuesto, por lo que probablemente se pagarían las facturas, habría comida en

el frigorífico y gasolina en el depósito del coche, y podría apelar a él cuando se encontrara

perdida, pero aun así...

—Es que quiero ir —le mentí. Siempre se me ha dado muy mal eso de mentir, pero

había dicho esa mentira con tanta frecuencia en los últimos meses que ahora casi sonaba

convincente.

—Saluda a Charlie de mi parte —dijo con resignación.

—Sí, lo haré.

—Te veré pronto —insistió—. Puedes regresar a casa cuando quieras. Volveré tan

pronto como me necesites.

Pero en sus ojos vi el sacrificio que le suponía esa promesa.

—No te preocupes por mí —le pedí—. Todo irá estupendamente. Te quiero, mamá.

Me abrazó con fuerza durante un minuto; luego, subí al avión y ella se marchó.

Para llegar a Forks tenía por delante un vuelo de cuatro horas de Phoenix a Seattle, y

desde allí a Port Angeles una hora más en avioneta y otra más en coche. No me desagrada

volar, pero me preocupaba un poco pasar una hora en el coche con Charlie.

Lo cierto es que Charlie había llevado bastante bien todo aquello. Parecía realmente

complacido de que por primera vez fuera a vivir con él de forma más o menos permanente. Ya

me había matriculado en el instituto y me iba a ayudar a comprar un coche.

Pero estaba convencida de que iba a sentirme incómoda en su compañía. Ninguno de los

dos éramos muy habladores que se diga, y, de todos modos, tampoco tenía nada que contarle.

Sabía que mi decisión lo hacía sentirse un poco confuso, ya que, al igual que mi madre, yo

nunca había ocultado mi aversión hacia Forks.

— 5 —

Estaba lloviendo cuando el avión aterrizó en Port Angeles. No lo consideré un presagio,

simplemente era inevitable. Ya me había despedido del sol.

Charlie me esperaba en el coche patrulla, lo cual no me extrañó. Para las buenas gentes

de Forks, Charlie es el jefe de policía Swan. La principal razón de querer comprarme un

coche, a pesar de lo escaso de mis ahorros, era que me negaba en redondo a que me llevara

por todo el pueblo en un coche con luces rojas y azules en el techo. No hay nada que ralentice

más la velocidad del tráfico que un poli.

Charlie me abrazó torpemente con un solo brazo cuando bajaba a trompicones la

escalerilla del avión.

—Me alegro de verte, Bella —dijo con una sonrisa al mismo tiempo que me sostenía

firmemente—. Apenas has cambiado. ¿Cómo está Renée?

—Mamá está bien. Yo también me alegro de verte, papá —no le podía llamar Charlie a

la cara.

Traía pocas maletas. La mayoría de mi ropa de Arizona era demasiado ligera para

llevarla en Washington. Mi madre y yo habíamos hecho un fondo común con nuestros

recursos para complementar mi vestuario de invierno, pero, a pesar de todo, era escaso. Todas

cupieron fácilmente en el maletero del coche patrulla.

—He localizado un coche perfecto para ti, y muy barato —anunció una vez que nos

abrochamos los cinturones de seguridad. ¿Qué tipo de coche?

Desconfié de la manera en que había dicho «un coche perfecto para ti» en lugar de

simplemente «un coche perfecto».

—Bueno, es un monovolumen, un Chevy para ser exactos.

— ¿Dónde lo encontraste?

— ¿Te acuerdas de Billy Black, el que vivía en La Push?

La Push es una pequeña reserva india situada en la costa.

—No.

—Solía venir de pesca con nosotros durante el verano —me explicó.

Por eso no me acordaba de él. Se me da bien olvidar las cosas dolorosas e innecesarias.

—Ahora está en una silla de ruedas —continuó Charlie cuando no respondí—, por lo

que no puede conducir y me propuso venderme su camión por una ganga.

— ¿De qué año es?

Por la forma en que le cambió la cara, supe que era la pregunta que no deseaba oír.

—Bueno, Billy ha realizado muchos arreglos en el motor. En realidad, tampoco tiene

tantos años.

Esperaba que no me tuviera en tan poca estima como para creer que iba a dejar pasar el

tema así como así.

— ¿Cuándo lo compró?

—En 1984... Creo.

— ¿Y era nuevo entonces?

—En realidad, no. Creo que era nuevo a principios de los sesenta, o a lo mejor a finales

de los cincuenta —confesó con timidez.

— ¡Papá, por favor! ¡No sé nada de coches! No podría arreglarlo si se estropeara y no

me puedo permitir pagar un taller.

—Nada de eso, Bella, el trasto funciona a las mil maravillas. Hoy en día no los fabrican

tan buenos.

El trasto, repetí en mi fuero interno. Al menos tenía posibilidades como apodo.

— ¿Y qué entiendes por barato?

Después de todo, ése era el punto en el que yo no iba a ceder.

—Bueno, cariño,

...

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