A fines del siglo XX se institucionalizó la formación de docentes. Los tres factores destacados de este proceso son:
Enviado por lafragata • 24 de Febrero de 2017 • Informe • 330 Palabras (2 Páginas) • 205 Visitas
LA FORMACIÓN DE LOS DOCENTES Y LA CONSTRUCCIÓN DE CIUDADANÍA
Por Andrea Alliaud
A fines del siglo XX se institucionalizó la formación de docentes. Los tres factores destacados de este proceso son:
1-la conformación del estado nacional
2-la creación de un sistema nacional de enseñanza
3-el surgimiento de la pedagogía como una ciencia de la educación.
La escuela pública tuvo como objetivo pasar de una sociedad de “súbditos” a una sociedad de “ciudadanos”. Para comprender adecuadamente esta idea, es conveniente precisar las dos acepciones que tiene la palabra “ciudadano”:
1. “De la ciudad”
2. Natural de un Estado, con derechos y deberes políticos como, por ejemplo, poder formar parte del gobierno.
La escuela pública se atenía a la primera acepción, por lo tanto, se proponía formar “hombres de ciudad”, con determinados valores, cosmovisiones y ciertos conocimientos básicos, en una función “igualadora” y “homogeinizadora” (y no tanto liberadora). Recibían conocimientos básicos de lecto-escritura y nociones de historia y geografía locales para desarrollar en los alumnos un sentimiento de nacionalidad que amalgamara a los elementos heterogéneas arribados por las inmigraciones masivas de fines del siglo XIX y principios del XX. Las maestras normales inculcaban sentimientos de amor a la patria y de respeto a las instituciones establecidas y a la cultura de la clase dominante. En especial, le les exigía que fueran para los niños un ejemplo a imitar (tanto dentro como fuera de la institución escolar).
En el actual contexto de exclusión social, debemos repensar el papel del docente como un formador de sujetos que participen activamente en la vida pública (en el sentido de la segunda acepción del término “ciudadano”). Para eso, es indispensable que el individuo se forme adecuadamente para estar en condiciones de ejercer una auténtica participación. Debe tener acceso a un conocimiento compartido, sólido y relevante. En este orden de ideas, el docente debería dejar de ser un “difusor” pasivo de cultura y transformarse en un protagonista de las decisiones que se tomen en la escuela, en el aula y en la sociedad.
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