ANALISIS Y REFLEXION ACERCA DE LA LABOR DOCENTE Y LA DIDÁCTICA

ANALISIS Y REFLEXION ACERCA DE LA LABOR DOCENTE Y LA DIDÁCTICA

La construcción de la práctica docente implica un proceso muy importante, en el cual la teoría, los contenidos temáticos y la información se confrontan con la realidad de modo permanente.

Son tantas las situaciones de contexto que se ponen en juego al momento de estar frente a los estudiantes sobre el “cómo actuar” para lograr resultados deseables o esperados se convierten en un gran desafío. Por lo tanto, se debe tener en cuenta que los diferentes modelos teóricos que se consultan y estudian en los diferentes tiempos van de una u otra manera, condicionando la selección de métodos y técnicas acordes a los postulados de varios autores.

Así, en la educación hemos recorrido largos caminos que pasaron desde lo que son las técnicas de refuerzo propias del conductismo hasta llegar a la estrategia del “conflicto cognitivo” propio del constructivismo de Jean Piaget. En medio de estos dos extremos se sucedieron miles de propuestas de acción que se representaron en planificaciones que desde el escritorio iban de algún modo indicando caminos y censurando algunos permisos de flexibilidad que son, a mi modo, imprescindibles para que el aprendizaje se logre con placer y efectividad.

Uno de los mayores conflictos para el docente es la forma en la que puede posicionarse frente a sus estudiantes. Si lo vemos del lado de la Historia de la Educación, el docente se colocaba al frente del aula o la clase, indicando únicamente que ese lugar de privilegio estaba otorgado para él y solamente para él, esto en sí porque se consideraba al docente como el portador absoluto del saber. Desde esta mirada tradicional, que también está cargada de la placentera sensación del poder, el docente se convierte en un dicente. Es decir, en aquella persona que les debe trasmitir a sus estudiantes todo aquello que aprendió durante sus años de estudio.

Así como los ciudadanos fueron cambiando sus maneras de actuar y de ser concebidos por el entorno, las realidades en las aulas se modificaron otorgando a los estudiantes un lugar hasta ahora impensado. En realidad, hoy sabemos que no basta solamente con hacer uso de la creatividad y/o el ingenio personal para la construcción y transformación del rol docente, pero no está demás tener en cuenta esta afirmación para ponerle a nuestra labor, ese sello personal que hace divertido, didáctico y diferente el encuentro entre el “deseo de enseñar” y el “deseo de aprender”.

La práctica docente se desarrolla como un laberinto que motiva, inquieta, desconcierta, atrapa, confunde, alegra… es un desafío permanente para encontrar el mejor camino, aquél que se mete en los laberintos del vínculo y logra desamarrar los grandes e incontables misterios que nos permitirán llegar a la meta deseada.

Todos y cada uno de nuestros intentos y errores, por pensar y descubrir en esta práctica son válidos en la búsqueda de construcciones deseables para el futuro de nuestros estudiantes y de todos nosotros.

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