ANÁLISIS DE POEMAS DE MONICA GONTOVNIK.
Enviado por Maye Linda • 22 de Febrero de 2016 • Tarea • 1.261 Palabras (6 Páginas) • 620 Visitas
ANÁLISIS DE POEMAS DE MONICA GONTOVNIK
Por: Mayerlis Martínez Terán
BAILA LA POLILLA, HABLA EL FUEGO
Es muy conocida la atracción que sienten las polillas por la luz. No sólo por la natural, sino también por aquella que brota de los bombillos. De allí la presencia de la polilla y el fuego en el título: dos elementos que se atraen, aunque no sin consecuencias para el más débil. Se habla en el primer verso de una transformación. El sujeto femenino, que se intuye en la voz del poema, deslumbra por su aparente grandeza a un (a) admirador (a). En consecuencia se “hace pequeña”, se pone a la altura del (a) otro (a) para que la comunicación sea posible:
Dame una imagen, digo
Mientras me achico (metáfora)
Me hago pequeña
Para que te acerques
Luego pareciera venir un pequeño diálogo (la escena es confusa), pues el segundo parece ser un parlamento del interlocutor del hablante lírico, cuyo elemento pareciera ser el fuego. Pero el acercamiento es prudente, cuidadoso:
Suave y frágil una polilla, dices:
El fuego me asusta
Aquí aparece el tema de la danza, una invitación a dar el paso siguiente en el camino de la conquista, a sincronizar los pasos en un mismo ritmo; a ponerse de acuerdo:
Baila conmigo
en los vacíos que el calor
No alcanza a quemar
Parpadea tus alas (sinestesia)
Delicadas armas que cuentan canciones (sinestesia)
Y huelen a heridas aún abiertas (sinestesia)
Huelen a heridas aún abiertas: se trata de alguien que ha sufrido, probablemente, por causa del amor. El mensaje entonces es este: date una nueva oportunidad conmigo; deja el pasado atrás. Naturalmente, no se puede prometer que esta vez todo saldrá bien. La disposición está, pero en todo caso se trata de la relación entre dos elementos, que, por su naturaleza, tienden a lastimarse. Por un lado está la fragilidad de la polilla, y por el otro la voracidad del fuego:
Las polillas mantienen el poder del vuelo
Aunque el fuego las ciegue.
El fuego solo puede esperar (metáfora)
Que termine todo mientras se consume
Entonces te pregunto qué escoges
Ser aquel que vuela libremente hacia el
peligro
O aquella que siendo fuego
No puede escapar a su naturaleza
ANTÍGONA EN LA VICTORIA
Este poema está dividido en dos partes, ambas de nueve versos. En la primera predomina un tono trágico; en la segunda se destaca el poder curativo de la danza. “Antígona”, como se sabe, es una de las tragedias más célebres de Sófocles. En ella se ve a la hija de Edipo condenada a morir por desobedecer la orden de su tío Creonte de no darle sepultura a su hermano Polinices. Si tuviéramos que buscar un adjetivo para definir a Antígona ese sería rebelde. Y detrás de esa rebeldía estaría oculto un sentimiento de libertad. En la primera estrofa (4 versos) puede evidenciarse, entonces, un tono melancólico, a través de la identificación del hablante lírico con Antígona:
Antígona:
Mi mente obsesa abraza (personificación)
Tu fantasma gordo y pálido
Que se alimenta de mi tristeza
El fantasma de Antígona es gordo porque, lejos de ser considerado como un simple personaje literario, aparece robustecido ante la mirada del hablante lírico. Su palidez, por otro lado, es la misma de aquellos que no tienen ninguna razón para reír. En la tradición griega de antaño los fantasmas se alimentaban de sangre, pero Antígona ha encontrado otra sustancia nutricia: la tristeza del sujeto que lo invoca a través de la poesía.
En la parte siguiente (una estrofa de cuatro versos, y un verso independiente) se acentúa la idea del sufrimiento:
Pierdo la piel de a gotas (Sinestesia)
Completando en mis hombros
El círculo perfecto que te carga (metáfora)
Si aterrada te nombro
Cadáver.
Perder la piel a gotas: morir lentamente. Y otra vez aparece el sentimiento de hermandad entre Antígona y el hablante lírico en el tercer verso, así como el terror y la presencia de la muerte. Profundo y desgarrador sentimiento de soledad.
El tono del poema cambia en la parte que viene a continuación. Es, como se anticipaba en un comienzo, un elogio a la danza. Si en un momento todo era oscuridad, ahora vuelve a incorporarse gracias a la danza. El hablante lírico ya no se dirige a Antígona, sino que se reafirma en su propio equilibrio con el uso de la primera persona del singular:
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