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APOLO Y DAFNE


Enviado por   •  15 de Junio de 2013  •  632 Palabras (3 Páginas)  •  331 Visitas

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Un día, cuando Apolo, el dios de la luz y de la verdad, era aún joven, encontró a Cupido, el dios del amor,

jugando con una de sus flechas.

¿Qué estás haciendo con mi flecha?- preguntó Apolo con ira-. Maté una gran serpiente con ella. ¡No trates de

robarme la gloria, Cupido! ¡Ve a jugar con tu arquito y con tus flechas!

Tus flechas podrán matar serpientes, Apolo –dijo el dios del amor-, ¡pero las mías pueden hacer más daño! ¡Incluso

tú puedes caer herido por ellas!

Tan pronto hubo lanzado su siniestra amenaza, Cupido voló a través de los cielos hasta llegar a lo alto de

una elevada montaña. Una vez allí, sacó de su carcaja dos flechas. Una cuyo efecto en aquel que fuera tocado por

ella sería el de huir de quien le profesara amor. Con la segunda, quien fuera herido por ella se enamoraría

instantáneamente de la primera persona que viera.

Cupido tenía destinada su primera flecha a Dafne, una bella niña que cazaba en lo profundo del bosque.

Cupido templó la cuerda de su arco y apuntó con la flecha a Dafne. Una vez en el aire, la flecha se hizo invisible,

así que cuando atravesó el corazón de la niña, ésta sólo sintió un dolor agudo, pero no supo la causa.

Con las manos cubriéndose la herida, corrió en busca de su padre, el dios del río.

¡Padre! – exclamó-: ¡Debes hacerme una promesa!

¿De qué se trata? –preguntó el dios.

¡Prométeme que nunca tendré que casarme! –gritó Dafne.

¡Pero yo quiero tener nietos!

¡No, padre! ¡No quiero casarme nunca! ¡Déjame ser siempre libre! –gritó Dafne, y comenzó a golpear el agua con

los puños.

¡Muy bien! –profirió el dios del río-. ¡No te aflijas así, hija mía, te prometo que no tendrás que casarte nunca!

¡Y prométeme que me ayudarás a huir de mis perseguidores! –agregó Dafne.

¡Lo haré, te lo prometo!

Después de que Dafne obtuvo esta promesa de su padre, Cupido preparó la segunda flecha, esta vez

destinada a Apolo, quien estaba vagando por los bosques. Y en el momento en que el joven dios se encontró cerca

de Dafne, templó la cuerda del arco y disparó hacia el corazón de Apolo.

Al instante, el dios se enamoró de Dafne. Y, aunque la doncella llevaba el cabello salvaje y en desorden, y

vestía sólo toscas pieles de animales, Apolo pensó que era la mujer más bella que jamás había visto.

¡Hola! –le gritó; pero Dafne le lanzó una mirada de espanto y, dando un salto, se internó en el bosque como lo

hubiera hecho un ciervo.

Apolo corrió detrás de ellas gritando: - ¡Detente, detente! Pero la niña se alejó con la velocidad del viento.

¡Por favor no corras, detente! ¡Yo no soy tu enemigo! ¿Sabes quién soy? No soy un campesino ni un pastor. ¡Soy

...

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