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Alfabetizaciçón detección superesctructural, macroestructural y microestructural conectores y ELIPSIS


Enviado por   •  15 de Julio de 2021  •  Examen  •  2.792 Palabras (12 Páginas)  •  121 Visitas

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Instituto de Educación Superior N° 10

Profesorado de Educación Especial – Orientación Neuro motora

Alfabetización Académica

Trabajo final evaluativo

APELLIDO Y NOMBRE: URZAGASTI VALERIA

CURSO: 1RO B

PROFESORA: CABRAL SONIA

AÑO: 2021

Lee con atención los textos:

Texto 1

¿Por qué América Latina es "la región más desigual del planeta"?

Gerardo Lissardy

BBC News Mundo, Nueva York

6 febrero 202

     América Latina es tan desigual que una mujer en un barrio pobre de Santiago de Chile nace con una esperanza de vida 18 años menor que otra en una zona rica de la misma ciudad, según un estudio.

    La gran disparidad latinoamericana también alcanza al color de piel o la etnia: los afrodescendientes o indígenas tienen más posibilidades de ser pobres y menos, de concluir la escuela o lograr un trabajo formal que los blancos.

   Se trata de la región del mundo que registra mayor desigualdad de ingresos en el informe sobre desarrollo humano 2020 del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), divulgado en diciembre.

    El 10% más rico en América Latina concentra una porción de los ingresos mayor que en cualquier otra región (37%), indicó el informe. Y viceversa: el 40% más pobre recibe la menor parte (13%).

   Esta brecha supera incluso la de África subsahariana y muchos la señalan como una de las explicaciones detrás de la ola de protestas que recorrió países latinoamericanos recientemente.

     Pese a sus avances económicos y sociales de los primeros años de este siglo, América Latina aun es "la región más desigual del planeta", ha advertido en distintas ocasiones la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).

La pregunta, entonces, es por qué ocurre esto.

Y la respuesta, según expertos, comienza algunos siglos atrás.

"Puede decirse que el pasado colonial creó las condiciones", señala Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía, a BBC Mundo.

Texto 2

La cola de gato

Juan Carlos Dávalos

         Don Roque Pérez es el hombre más flemático de Salta. Tiene cuarenta años. Hace veinte que está empleado en una oficina de la casa de Gobierno. Es solterón, metódico, cumplidor y beato.

Su vida es simple y redundante, como el rodar monótono de los días provincianos, o bien como marcha circular y pacífica de un macho de noria.

La historia de este hombre contiene dos etapas, separadas entre sí por un acontecimiento trascendental que dejó en su espíritu una perplejidad perdurable.

La primera etapa comprende su juventud, los diez años que pasó de dependiente en la tienda de Don Pepe Sarratea. La segunda etapa comprende su madurez, sus veinte años de empleado público. Con una sonrisa indefinible y calmosa, mientras fuma un cigarrillo, don Roque Pérez cuenta su caso a un grupo de oficinistas.

 Cuando él era dependiente, dormía en la trastienda. El negocio de Sarratea ocupaba una vieja casuca que todavía existe en una esquina de la plaza.

El dependiente barría la vereda todas las mañanas, plumereaba los estantes y aguardaba al patrón, que se presentaba a las ocho. Sarratea despachaba personalmente, detrás del mostrador; pero si había que bajar alguna pieza de un alto estante, colocaba la escalera y el dependiente se encaramaba por ella.

A las nueve de la noche, Sarratea despedía a sus contertulios del barrio; guardábase el dinero en el bolsillo y se marchaba a su casa. Entonces el dependiente trancaba las dos puertas de la tienda, rezaba su rosario y se metía en cama.

Una noche entre las noches, Roque Pérez, después de acostarse, dirigió la vista al techo, y vio que colgaba una cola de gato por una rotura del cañizo. El agujero quedaba perpendicularmente sobre su cabeza, y la cola de gato apuntaba, naturalmente, a sus narices.

-¿Qué será eso?- pensó el dependiente -. ¿Qué será...?

Apagó la vela y se durmió.

Varias noches después, del descubrimiento, Roque Pérez volvió a mirar la cola de gato. Al cabo de una hora de contemplación, pensaba: "Que será esa cola...?" Y se decía: "Mañana voy aponer la escalera para ver lo que es..." Y apagaba la vela y se dormía.

Todas las mañanas, al despertar, Roque Pérez se desperezaba y miraba la cola de gato. La miraba todas las noches al acostarse. Y siempre pensaba: "En uno de estos días voy a poner la escalera".


Pero Roque Pérez era indolente, con esa profunda indolencia de los seres palúdicos. Él había tenido una idea: aquella cola de gato debía significar algo. Para saber qué era, había tiempo.

Así pasaron dos años, y pasaron cinco años, ¡y pasaron diez años…!

                Sarratea murió de tabardillo; los herederos liquidaron el negocio, Pérez tuvo que abandonar la vieja casuca. Salió de allí con quinientos pesos de sueldos economizados y se contrató en la tienda de enfrente.


A poco de esto, alquiló la casa de Sarratea un boticario alemán que llegó a Salta con su mujer. Lo primero que hizo el boticario, naturalmente, fue preocuparse por la limpieza del chiribitil, para instalar su botica.


         Un día el boticario entró en la trastienda, y al revisar las paredes y los techos, vio la cola de gato. El alemán llamó a su mujer y le mostró aquello. Pidieron prestada una escalera en la tienda de enfrente. Roque Pérez, en persona, trajo la escalera. El boticario, ayudado por Pérez, la afianzó sobre un cajón para que alcanzase al techo, y se trepó.

Mientras el pobre Roque sostenía la escalera, el boticario, allá arriba, asió de la cola, tiró  y cayó al suelo una moneda de oro. Tiró más, y cayeron algunos cascotes y varias monedas. Luego, metiendo el brazo en un agujero del techo, sacó un zurrón lleno de onzas de oro, y se lo arrojó a su mujer. Buscó más, y encontró otro zurrón, y cargando el pesado fardo, bajó al suelo.


- Bueno - dijo el alemán todo sofocado, entregándole a Pérez una monedita -; aquí tiene usted su propina. Y gracias por la escalera.

Ahora, don Roque, ante la rueda de empleados, da un chupón formidable a su cigarrillo, sonríe con calma, y con las barbas llenas de humo, dice:

- Entonces fue cuando comprendí que mi destino era ser empleado público.

De: "Cuentos y Relatos del Norte Argentino".

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