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Alguna vez leí en un libro y también escuché de un padre.


Enviado por   •  21 de Septiembre de 2016  •  Apuntes  •  632 Palabras (3 Páginas)  •  91 Visitas

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Alguna vez leí en un libro y también escuché de un padre, que la vida no es una línea recta, con un punto de inicio y un punto final, distantes entre sí, sino que más bien, es como un circulo: empieza y termina en el mismo punto, sin ser “terminar” la palabra precisa. También leí algo muy agradable y alentador, que decía que realmente la vida es una sola, y que simplemente cambia de morada por una sola vez, pasando de lo sublime y maravilloso, a lo terrenal y efímero, para luego, después de aprender y experimentar lo que son las vivencias humanas, volver a donde todo comenzó: a la Verdadera y Extraordinaria Vida, la del Reino de Dios. Realmente quiero y deseo creer, por no decir que estoy seguro, que con mi madre y con todos los que ya nos han dejado, esto es completamente cierto, por lo que deberíamos sentirnos felices , aunque sea muy difícil.

Madre, nunca aprendimos  a decirte mamá, pero creo que “Niña”, como te decíamos cariñosamente, era entendido para ti, en el amor de tu corazón, la mejor forma de decirte mamá, yo particularmente nunca supe o quise pronunciar la letra “Ñ”, por lo tanto, simplemente te decía “Nía”, de puro amor y cariño. Fuiste una persona muy entregada a nosotros, tus amados hijos , trabajadora como la que más, fuerte de carácter, pero al mismo tiempo humilde y sencilla, amigable con todos y siempre pendiente de tus amistades y parientes que visitabas por enfermedad o placer. Infortunadamente nunca pudiste tener una hija, pero no eso no te quitó tu inmensa alegría por la vida, que te hacían una persona bailadora, agradable y conversona; ni eliminó tampoco tu devoción al Creador de la Vida; esa alegría que tanto te caracterizaba y que algunas veces, por los azares, los conflictos y las vicisitudes de la vida, se veía trastocada, sobre todo desde que te invadió esa terrible enfermedad, que yo mucho tiempo asocié solo con la pérdida de la memoria, pero que realmente va mucho más allá de eso, haciéndote perder todas aquellas cosas aparentemente insignificantes, que uno realiza a diario, casi de manera autómata, pero que en realidad representan las cosas más valiosas de nuestra existencia en este mundo. Muchas veces medimos la riqueza por las cosas materiales que tenemos, pero realmente, no nos damos cuenta de lo inmensamente ricos que somos al poseer todas nuestras facultades físicas y mentales intactas. Algo que no te pudo quitar el Alzheimer, fue tu capacidad de sonreír, siempre lo hacías, aun estando en cama y ese es un hermoso recuerdo que me queda de ti. Algo que nunca olvido tampoco, es la forma como me sentía cuando me posaba en el calor de tu regazo, en las épocas de mi niñez… creo que nunca te dije cuan bien me hacías sentir, pero sé que lo sabías.

Fuiste una excelente madre para nosotros, educándonos, amándonos y logrando hacernos los hombres que hoy día somos. Quiero agradecerte a ti por habernos escogido como tus hijos, por el inmenso amor que nos diste, por tus enseñanzas y hasta por los golpes y regaños que recibimos de tu ser, pues todo eso nos ayudó a crecer por el camino del bien. Quiero agradecer también a Dios, por haberte prestado como madre para nosotros, pues eso somos todos en últimas, “un hermoso y divino préstamo”, que algún día debemos devolver.

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