Amor, Divina Invención
Enviado por jimer0j • 4 de Diciembre de 2012 • Ensayo • 664 Palabras (3 Páginas) • 364 Visitas
Es sabido que los temas médicos han tenido marcada atracción para muchos escritores reconocidos como tales por la crítica literaria mundial. No ha sido condición sine qua non que simultáneamente hayan pertenecido a la familia médica; basta que hayan sido escritores, y sobre todo escritores románticos: novelistas, cronistas o cuentistas. En algunos de ellos el amor y la medici-na han ido de brazo. Y el amor, para el personaje de quien voy a ocuparme, es, según sus palabras, el motor de sus libros, su único argumento, su ideología exclusiva (1). No es de extrañar, como que su venerado maestro Lope de Vega ya lo decía:
"Amor, divina invención
... extraños efetos son
los que de tu ciencia nacen,
pues las tinieblas deshacen,
pues hacen hablar los mudos;
pues los ingenios más rudos
sabios y discretos hacen". (2)
Está bien, el amor ha servido de acicate, de inspiración, al laureado escritor colombiano. Pero, ¿y la medicina? No es difícil demostrar que ha sido una ciencia muy afin a él. En 1981, en Crónica de una muerte anunciada, pone en boca del narrador, que se supone era él mismo, que "en una época incierta en que trataba de entender algo de mí mismo vendiendo enciclopedias y libros de medici-na por los pueblos de la Goajira..." (3). Tal noticia es corroborada por Juan Gustavo Cobo Borda (4), a quien el mismo escritor le confesó en alguna ocasión que había sido vendedor de libros (enciclopedias de la Editorial Uteha) por lados de Valledupar y la Guajira.
Por su parte, Dasso Saldívar -buen biografista de Gabo- refiere que éste, en los pueblos, "visitaba a los médicos, jueces, notarios, alcaldes" para convencerlos de la bondad de los libros técnicos que ofrecía (5); de seguro antes los había hojeado todos y leído algunos.
Si analizamos sus novelas, crónicas y cuentos con el propósito de extraer de ellos los temas médi-cos -que es lo que hice para poder escribir este ensayo- encontraremos que, en efecto, Gabriel García Márquez estaba muy familiarizado con los asuntos galénicos. Se advierte su afición y hasta su pasión por ellos. Además de haber leído enciclo-pedias, tuvo también que documentarse muy bien en otras fuentes para poder escribir con tanta propiedad, no siendo la medicina su profesión.
En la década de los 60, cuando residía en Ciudad de México y daba a conocer en privado y a cuenta gotas Cien años de soledad, sus amigos compro-baron su obsesión documental, como que su mesa de trabajo acumulaba montones de libros que hablaban de alquimia, de navegantes, "manuales de medicina casera, crónicas sobre las pestes medievales, manuales de venenos y antídotos, crónicas de Indias, estudios sobre el escorbuto, el beriberi y la pelagra..." (6). No es de extrañar, entonces, que en su novela cumbre mencione que Melquíades "era un fugitivo de cuantas plagas y catástrofes
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