Argumentación Jurídica por qué y para qué

Argumentación Jurídica por qué y para qué

La argumentación, como lo hemos podido ver a lo largo de nuestro semestre,  pretende la verificación  en cualquier ámbito en el cual sea necesario, emitir un razonamiento para demostrar o probar determinado texto o idea. En consecuencia, por argumentación jurídica ha de entenderse aquel tipo de razonamiento que se formula en alguno de los niveles en que se utilizan normas del derecho y en los cuales sea necesario convencer.

Por lo anterior es necesario señalar que hablar de argumentación jurídica es hablar primero de interpretación ya que, si bien entendemos, la argumentación jurídica nos establece ciertos elementos, entre los que se encuentran: el establecimiento y aplicación  de las normas jurídicas, mismas que pueden tener una textura abierta, es decir, una vaguedad en el lenguaje, como cuando se aplica un término en una situación determinada  que se tiene en mente, el uso ordinario de ese término es un concepto sólo armando de posibilidades, es decir, un concepto  muy genérico, de modo que para poder dar una razón a favor de una idea antes debemos darle una atribución de significado a cierto texto para posteriormente explicar con coherencia el fin al que se desea llegar y cubrir esa “vaguedad” de ahí la relación entre ambos conceptos.

Asimismo vemos la importancia de la argumentación en el derecho ya que por esa misma “textura abierta” dentro de ciertas disposiciones normativas, se necesita buscar un medio para poder llenar esas vaguedades y lagunas para poder darles un mejor sentido, así como para no tener ideas equívocas y evitar confrontaciones por medio de una investigación que permita dar razones para la toma de decisiones, conocer las opciones más adecuadas y tener una mayor armonía sobre intereses que son aparentemente incompatibles, resolviendo así estas diferencias sobre lo que se pretende interpretar o explicar.

Debemos entender que un argumento debe cumplir con ciertos requisitos para que todo lo anterior pueda tener validez iniciando con que ningún hablante debe contradecirse, es decir, las ideas que expresa deben estar acompañadas de total coherencia; así como también el hablante solo puede afirmar todo lo que él mismo cree; y por último, el hablante tiene como objetivo evitar las ambigüedades en su discurso argumentativo ya que se estaría contradiciendo al dar ideas con distintos significados.

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