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Aspectos Sociales Y Económicos De México


Enviado por   •  10 de Noviembre de 2013  •  6.683 Palabras (27 Páginas)  •  513 Visitas

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Aspectos sociales del desarrollo económico Mexicano

Introducción

Esta investigación trata de revisar, con los instrumentos propios de nuestra cultura, los procesos convergentes de índole histórica, científica, ideológica y cultural que caracterizan a nuestra sociedad. En un continente como el latinoamericano, y en un país como México, con tan escasas posibilidades educativas, la actividad económica y educativa está destinada a ser minoritaria tanto en su ejercicio como en su influencia inmediata. (por minoritario hay que empezar a entender algo distinto al término "elitista"). Pero dicha actividad puede y debe inscribirse en una línea de preocupaciones que incluya los problemas de todos, los factores múltiples que frenan, complican o deforman nuestro desarrollo, y ratifican o acrecientan privilegios y desigualdades.

Sin embargo, la complejidad de la historia mexicana de las últimas décadas y la dura experiencia latinoamericana, han desbordado con creces ese marco de intereses económicos y culturales.

Nuestras necesidades de conocimiento y comprensión son mucho mayores. En los últimos veinte años, la sociedad mexicana ha visto multiplicar sus contradicciones y sus puntos de fricción. El espejismo de su "insularidad" ha terminado, para dar paso a los peores ángulos de la dependencia; su antes celebrada estabilidad exhibe hoy lo precario de sus elementos: una economía endeble, inerme ante los vaivenes monetarios y las crisis del capitalismo mundial; un sistema político en difícil equilibrio entre las fuerzas que lo desafían dentro y el fantasma, nada remoto, del fascismo latinoamericano.

Tenemos enfrente un país sacudido por la crisis económica, las fuertes tensiones que crean la explosión demográfica y la "modernización" capitalista, la dependencia científica y tecnológica, la urbanización deforme y la marginación social de millones de seres, el influjo neocolonial de los medios de comunicación, la ruptura de la sociedad tradicional y el surgimiento de una sociedad de masas subdesarrolladas.

Nuestra capacidad de respuesta y asimilación económica frente a estos fenómenos es visiblemente limitada; nos faltan los instrumentos adecuados para entender sus mecanismos e imaginar alternativas creadoras tanto para analizarlos como para resolverlos. El aparato económico existente sigue asistiendo, entre el desconcierto y el tedio, al espectáculo de una gran cantidad de conflictos que no entiende y que no podrá entender sin diversificar notoriamente sus intereses y su información: el petróleo o la reforma política, la inflación y la quiebra financiera del Estado, la urbanización y las colonias populares, los giros ideológicos de la cultura popular por la penetración de los medios masivos o los muy amplios sectores de la clase media que se precipitan en un mercado de best-sellers, muebles provenzales, música instrumental, cultos esotéricos o astrológicos. En fin, la clausura de todo resquicio democrático en varios países de América del Sur, la remodelación fascista de la dependencia, las brechas de la opulencia y la miseria; el horizonte de un largo, impredecible periodo de sujeción científica y tecnológica entre un puñado de países líderes y el resto del mundo.

La planeación del desarrollo en México, a nivel del gobierno federal y de los estados, ha tenido una orientación fuertemente administrativa de la función pública, en la que se observa confusión del plano político con otros de naturaleza distinta. Los criterios de eficiencia y eficacia han tenido por base la formalidad del discurso oficial, sin mucha relación con la realidad a modificar. Por otro lado, la pretensión de impulsar el "nuevo federalismo mexicano" ha tenido como instrumento la descentralización, como sustituto de una auténtica vida democrática, lo que ha generado el efecto de fortalecer la burocracia en detrimento del propio Estado federal.

En materia financiera, La mayoría de los estados siguen siendo extremadamente dependientes de los recursos del centro, lo que hace que permanezca intocada la posibilidad de una vida económica y política autónoma que haga posible una verdadera planeación democrática del desarrollo.

El presente trabajo tiene la finalidad de aportar elementos de juicio acerca de la improbabilidad de un sistema de planeación democrática en un contexto nacional que tiene como base la centralidad de las decisiones fundamentales en materia económica.

El estado federal Mexicano y la planeación del desarrollo

La planeación del desarrollo es una obligación constitucional del Estado mexicano, por lo que los objetivos del plan deben corresponder a los señalados en el texto constitucional. Este hecho convierte a la planeación no sólo en práctica obligatoria del gobierno federal, sino en cuestión de Estado, en una especie de instrumento fundamental para el que hacer político del país. A partir de 1983 esta obligación se extiende a todos los estados de la República y a todos los municipios de los estados. En respuesta inmediata a la ley nacional se emiten leyes estatales de planeación del desarrollo.

Con esta base, se inaugura el Sistema Nacional de Planeación, lo que implica nuevas bases para los diversos órdenes de la administración pública nacional.

En aras de la congruencia requerida por el sistema que se instituye, se observa una estricta simetría en los diversos órdenes de gobierno a partir de la concepción y los instrumentos propios de la planeación, pero también se hace evidente que las bases del Estado Federal quedan reducidas a proyecto sin fecha de realización probable, con lo que se asiste a una nueva fase del centralismo mexicano que, en el orden administrativo genera un proceso de descentralización, cuyo diseño y control depende del centro, en tanto que su ejecución corre a cuenta de los gobiernos estatales.

Con las reformas al artículo 115 constitucional, se da una delimitación más precisa a la competencia del municipio, con lo que se ubica en el discurso oficial como un orden de gobierno que representa la célula del federalismo mexicano y base de la descentralización de la vida nacional. Estas reformas presentan un panorama en el que aparecen tres órdenes de gobierno en un sistema cuyo modelo tiene a dos como fundamentales: el estatal y el federal. El primero supone el elemento preexistente, material, fundacional del segundo; el municipio representa la base de la división territorial y de la organización política y administrativa de los estados. La federación no es en sí una entidad territorial o poblacional, sino que es la expresión de un acuerdo cuya materialidad depende de los estados y cuyo poder emana del poder de los estados.

Cuando el gobierno federal absorbe funciones propias de las entidades federativas,

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