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Ay Que Pobrezas Aquellas.


Enviado por   •  4 de Octubre de 2012  •  766 Palabras (4 Páginas)  •  444 Visitas

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¡Ay que pobrezas aquellas!

-¡Retazos, retazos, llevamos los retazos!

-¡Mita, mita, llego Don Retazo, llego Don Retazo, cómprenos el pedacito que ya viene la navidad!

Cuando era niña, uno de mis pasatiempos favoritos era disfrutado solo el día domingo; era una simple rutina, un simple momento de familia, pero son de esos momentos que cuesta revivir. Asistir a misa de 6 con toda mis hermanas, visitar a la más dulce viejita y probar la mejor comer olla de carne (la mejor que probé y jamás ninguna la igualará) hecha por mi Mami María y regresar con Pá y Má a mi casa sentarme junto a mis hermanas en la cama con una taza de atol calientito a escuchar historias de la económicamente pobre y miserable infancia de mis papás.

Cuando era niña mi corazón sucumbía ante sus historias y lloraba pensando en las pobrezas que mis papás vivieron, lo que no sabía y ahora si entiendo es que en medio de esas pobrezas, tuvieron la más feliz de las infancias.

El inicio de este pobre intento de ensayo, refleja una de las charlas que hoy, después de más de 10 años se revivió.

A diferencia de mi niñez hoy la charla no fue acompañada de mi papá, si no con una gran vecina, no esas chismosas de las novelas, o las envidiosas de las películas, una vecina de la vida real, que nos ayuda, nos colabora y recibe lo mismo de nuestra parte cada vez que lo necesita: Doña Dora.

La charla comenzó con algo que ningún joven puede refutar: “¡Estos muchachos, ya no se esfuerzan por nada, hasta la comida en las manos se les da!” la cual prosiguió como un cuento que en aquellos tiempos me contaban, contándome lo que de niños y jóvenes hacían.

Mamita me contaba, como vivió en una casa de madera, donde las ventanas eran los espacios entre una tabla y otra, donde paso los más crudos inviernos, pero, los más frescos veranos, donde vivieron ella sus 8 hermanos y sus dos papás, con solo 3 habitaciones disponibles, y el sueldo de un pobre agricultor, que como en casi todos los hombres de esa época (hace mas de 60 años) el licor era parte de su canasta básica.

Los juguetes no fueron los carros a control remoto de los de ahora, eran latas grandes de sardina, con 4 corchos como llantas y una cuerda de vinil para jalarlos, no recibían en navidad las lujosas prendas que nosotros recibimos ahora, recibían vestidos hechos de los retazos comprados a un vendedor ambulante, o como dijo mi vecina, enaguas campana hechas de la tela de las sombrillas viejas que las personas más adineradas tenían la compasión de regalar, y a pesar de la simpleza de estos juguetes y estas prendas, eran felices y agradecidos y nunca pidieron más.

No solo consistía en sus juguetes y su ropa, su comida, era más simple que la actual, mami me contaba como en los recreos de la escuela corrían ella y todas mis tías juntas

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