Azathoth
Enviado por unomas69 • 13 de Enero de 2014 • Ensayo • 492 Palabras (2 Páginas) • 190 Visitas
AZATHOTH
H. P. LOVECRAFT
Cuando el mundo se sumió en la vejez, y la maravilla rehuyó la muerte de los hombres;
cuando ciudades grises elevaron hacia cielos velados por el humo torres altas, temibles
y feas, a cuya sombra nadie podía soñar el sol ni las praderas floridas de la primavera;
cuando el conocimiento despojó a la tierra de su manto de belleza, y los poetas no
cantaron sino a distorsionados fantasmas, vistos a través de ojos cansados e
introspectivos; cuando tales cosas tuvieron lugar y los anhelos infantiles se hubieron
esfumado para siempre, hubo un hombre que empleó su vida, en la búsqueda de los
espacios hacia los que habían huido los sueños del mundo.
Poco hay consignado sobre el nombre y procedencia de este hombre, ya que eso
correspondía exclusivamente al mundo despierto, aunque se dice que ambos eran
oscuros. Baste saber que vivía en una ciudad de altos muros donde reinaba un estéril
crepúsculo; y que se afanaba todo el día entre sombras y alborotos, volviendo a casa por
la tarde, a una habitación cuya ventana no daba a campos y arboledas, sino a un
penumbroso patio hacia el que muchas otras ventanas se abrían en lúgubre
desesperación. Desde ese alféizar no se divisaba sino muros y ventanas, a no ser que
uno se inclinara mucho para escudriñar hacia lo alto, hacia las pequeñas estrellas que
pasaban. Y dado que los muros desnudos y las ventanas conducen pronto a la locura al
hombre que sueña y lee demasiado, el inquilino de este cuarto solía asomarse noche tras
noche, escrutando a lo alto para vislumbrar alguna fracción de cosas que estaban más
allá del mundo despierto y de la grisura de la elevada ciudad. Con el paso de los años, fue
conociendo a las estrellas de curso lento por su nombre, y a seguirlas con la fantasía
cuando, con pesar, se deslizaban fuera de su vista; hasta que al fin su mirada se abrió a
la multitud de paisajes secretos cuya existencia no llega a sospechar el ojo mundano. Y
una noche salvó un tremendo abismo, y los cielos repletos de sueños se abalanzaron
hacia la ventana del solitario observador para mezclarse con el aire viciado de su alcoba
y hacerle partícipe de sus fabulosa maravilla.
A ese cuarto llegaron extrañas corrientes de violeta medianoche resplandeciendo con
polvo de oro; torbellinos de oro y fuego arremolinándose desde los más lejanos
espacios, cuajados con perfumes de más allá de los mundos. Océanos opiáceos se
derramaron allí, alumbrados por soles que los ojos jamás han contemplado, albergando
entre sus remolinos extraños delfines y ninfas marinas, de profundidades olvidadas. La
infinitud silenciosa giraba en torno al soñador, arrebatándole sin tocar siquiera
...