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CIUDAD LIBERAL O CIUDAD JUSTA


Enviado por   •  17 de Mayo de 2014  •  1.999 Palabras (8 Páginas)  •  295 Visitas

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CIUDAD LIBERAL O CIUDAD JUSTA

INTRODUCCIÓN

La desigualdad generacional está en el podio de los dramas nacionales. Los grandes desequilibrios que genera la dualidad en el mercado de trabajo se ejemplifican en cuanto a la seguridad económica, ponen en peligro la sostenibilidad del sistema de pensiones, dilapidan la transmisión de conocimiento en las relaciones maestro-aprendiz y provocan el exilio de muchos.

Por otro lado, el crecimiento económico endógeno depende de factores propios del sistema económico como la innovación, el capital humano o la cultura, que a su vez están influenciados por la política económica y el marco institucional. Las ciudades son catalizadores de crecimiento endógeno: por las economías de red, intercambio y aglomeración; porque las ciudades se estructuran a través de la coexistencia y las relaciones sociales y productivas.

Una ciudad liberal significa catalizar colectivamente la energía individual, aprovechar sin penalizar las dinámicas espontáneas, crear consensos en lugar de regulaciones excluyentes y aprovechar los espacios existentes que la crisis económica nos ha dejado (solares, equipamientos, viviendas y locales comerciales) como viveros de talento.

CIUDAD LIBERAL O CIUDAD JUSTA

Las ciudades están de moda. También en la economía. El espacio urbano, que tanto en el enfoque económico clásico como en el marxista era visto como un algo contingente y neutro donde se desenvolvían los fenómenos sociales -en particular, el espacio residencial alejado de las fábricas, auténtico núcleo de la economía- cobró fuerza a partir de los 60, cuando empezó a estudiarse como la distribución de los factores productivos afectaba a la productividad y a la marcha de la economía. Desde entonces, el área de estudio se ha extendido para explicar e intervenir sobre otros factores conexos, como la educación, el mercado inmobiliario, la movilidad o el crimen organizado.

La comprensión del espacio urbano ha evolucionado en las últimas décadas, desde un modelo monocéntrico -con un distrito de negocios rodeado por áreas residenciales- a uno policéntrico basado en dinámicas de red. Los modelos han dado entrada a fenómenos como el cambio y conflicto generacional o la ocupación de la calle como generadora de valor intangible.

EL SISTEMA ECONÓMICO

Más allá de las crisis, dibuja un escenario de baja productividad, paro estructural elevado y desigualdades sangrantes en materia de renta. Renta no sólo entendida en términos salariales, sino también implícitos, como las infraestructuras públicas; o sistemas de transporte público netamente regresivos en cuanto al precio y de acceso difícil en la periferia. Las desigualdades económicas, más allá de análisis interesados, persisten, y el desmantelamiento forzado de la clase media las agudiza. Parece, pues, que en las ciudades hay algunos desequilibrios más que los generacionales, que, intentando tener una visión de conjunto son bastante más relevantes para la mayoría de la población que las habita.

Hay otro tipo de problemas transversales a toda la ciudad y a clases sociales: el tráfico de drogas o la especulación inmobiliaria vinculada al sector turístico y el blanqueo de capitales son algunos de los ejemplos de dinámicas macro que se ceban especialmente en las partes más degradadas y pauperizadas del entorno urbano. Problemas, junto a la del paro y la desigualdad que las iniciativas espontáneas e individuales de la pregonada “Ciudad liberal” no son capaces de afrontar, por su simple magnitud. Sólo el sector público dispone -al menos teóricamente- de las herramientas para afrontar -lo que no significa necesariamente poder resolver- estos problemas.

Desarrollando el concepto de Foucault de las leyes como dispositivo de dominación, y reflejo del equilibrio de poder en un momento concreto, varios economistas urbanos de raíz marxista, a la cabeza de los cuales se encuentra el norteamericano David Harvey, han teorizado que el espacio urbano funciona de la misma manera, y cristaliza luchas económicas y políticas por el poder. David Harvey relaciona los procesos de urbanización y construcción de infraestructuras con los procesos de acumulación, hasta qué punto las grandes crisis modernas tienen una íntima relación con las burbujas y las implosiones del mercado inmobiliario, y la relación con ello de las luchas que las suceden. El ejemplo histórico paradigmático es el París de Napoleón III y su gran reforma desde la revolución de 1848 hasta la Comuna de París de 1871; y cómo la Comuna incorpora demandas básicas de naturaleza urbana, como el precio de los alquileres y acceso a la vivienda.

La centralidad identitaria del acceso a la vivienda urbana en los nuevos movimientos sociales -los Estados Unidos, España y la PAH, China ante su emergente burbuja inmobiliaria- se une a los estallidos de rabia de los grandes suburbios ante la crisis económica y los centros gentrificados -la banlieue francesa de 2005, Londres, Brasil. Estos últimos ejemplos son curiosos, puesto que ante la insistencia gubernamental y mediática de plantearlos como episodios de violencia étnica, especialmente en el caso francés, hubo numerosos detenidos con patronímico ranciamente europeo: hablamos de marginación ligada a la planificación urbana -barrios de casa baratas, sin equipamientos ni oportunidades- no de estallidos étnicos.

MARCO CONCEPTUAL DE CIUDAD LIBERAL

Profundiza en la creencia de cierta academia económica -altamente hegemónica en los medios de comunicación y generosamente regada con dinero público- que sostiene que, dado el poco éxito del intervencionismo económico de tipo keynesiano en el ciclo económico anterior, lo que deben hacer las instituciones es retirarse en la medida de lo posible del campo económico. Sería reiterativo profundizar aquí en las limitaciones del concepto de libre mercado, mano invisible, etc; dejémoslo en que aplicado al entorno urbano, supone pensar que la distribución del espacio es natural, y no resultado concreto de ninguna planificación -o falta de planificación- previa, y por tanto la intervención institucional habría de ser poco menos que residual en un entorno perfectamente capaz de autorregularse.

Sean los nefastos resultados del ciclo anterior “excesos” o más probablemente el resultado más lógico de los incentivos puestos sobre la mesa -moneda sobrevalorada, crédito barato, política gubernamental activa de fomento a la compra de vivienda vía deducciones fiscales, legislación urbanística laxa- parece tramposo inferir que son defectos inherentes a cualquier acto de planificación económica o regulación en el entorno urbano, al mismo acto de intervenir.

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