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COMO ES LA METAMORFOSIS DE UNA PALABRA


Enviado por   •  4 de Septiembre de 2017  •  Resumen  •  1.293 Palabras (6 Páginas)  •  305 Visitas

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METAMORFOSIS DE UNA PALABRA

En esta obra Mario Vargas llosa habla de un ensayo llamado la metamorfosis de una palabra lo cual nos aspira a abultar el elevado número sobre la cultura contemporánea, empieza con su propia argumentación donde relata que alguno de los ensayos abordaron estos asuntos desde diversas perspectivas variadas revocando fuertes debates como intelectuales y políticos. Pues dado a esto muchos coinciden con que la cultura atraviesa una crisis profunda y está en decadencia. El también menciona al célebre y polémico de Eliot aunque solo han pasado 70 años de su primer ensayo, cuando uno lo relee en nuestros días se lleva la impresión de que se refiere a un mundo remotísimo sin conexión con el presente.

Eliot asegura que el propósito que lo guía es definir el concepto de cultura pero en verdad su ambición es más amplia. En una frase añade “y  no veo alguna razón por la cual la decadencia de la cultura no pueda continuar y no podamos anticipar un tiempo, de alguna duración, del que se pueda decir que carece de cultura”. También afirma alta cultura es patrimonio de una elite. Cada clase tiene la cultura que produce y le conviene.

La cultura se trasmite a través de la familia y cuando esta deja de funcionar se ve el deterioro de la cultura, después de la familia otro transmisor de la cultura es la iglesia pero la cultura y la religión no son las mismas cosas pero no son separables pues la cultura nació dentro de la religión.

Veinte años después fue publicado el libro de Eliot en el que respondió George Steiner. En su apretado ensayo se escandaliza el gran poeta de the waste land haya podido escribir un tratado sobre la cultura apenas terminada la segunda guerra mundial  sin relacionar con las vertiginosas carniceras de las dos contiendas mundiales. La explicación de Steiner se asocia estrechamente a la religión, la que, a su juicio, está vinculada a la cultura, tal como sostuvo Eliot, pero sin la estrecha dependencia con «la disciplina cristiana» que éste defendió, «el más vulnerable aspecto de su argumentación». A su juicio, la voluntad que hace posible el gran arte y el pensamiento profundo nace de «una aspiración a la trascendencia, es una apuesta a trascender». Éste es el aspecto religioso de toda cultura. Ahora bien, la cultura occidental está lastrada por el antisemitismo desde tiempos inmemoriales y la razón es religiosa. Se trata de una respuesta vengativa de la humanidad no judía hacia el pueblo que inventó el monoteísmo, es decir, la concepción de un dios único, invisible, inconcebible, todopoderoso e inalcanzable a la comprensión e incluso a la imaginación humana. Unos años antes del ensayo de Steiner, en noviembre de 1967, apareció en París el de Guy Debord, La Société du Spectacle, cuyo título se parece al de este libro, aunque, en verdad, se trata de aproximaciones distintas al tema de la cultura. Debord, autodidacta, vanguardista radical, heterodoxo, agitador y promotor de las provocaciones contraculturales de los sesenta, califica de «espectáculo» a lo que Marx en sus Manuscritos económicos y filosóficos de 1844 llamó la «alienación» o enajenación social resultante del fetichismo de la mercancía, que, en el estadio industrial avanzado de la sociedad capitalista, alcanza tal protagonismo en la vida de los consumidores que llega a sustituir como interés o preocupación central todo otro asunto de orden cultural, intelectual o político.

La diferencia esencial entre aquella cultura del pasado y el entretenimiento de hoy es que los productos de aquélla pretendían trascender el tiempo presente, durar, seguir vivos en las generaciones futuras, en tanto que los productos de éste son fabricados para ser consumidos al instante y desaparecer, como los bizcochos o el popcorn. Tolstói, Thomas Mann, todavía Joyce y Faulkner escribían libros que pretendían derrotar a la muerte, sobrevivir a sus autores, seguir atrayendo y fascinando lectores en los tiempos futuros.. La investigación de Martel muestra que éste es hoy un fenómeno planetario, algo que ocurre por primera vez en la historia, del que participan los países desarrollados y subdesarrollados, no importa cuán diferentes sean sus tradiciones, creencias o sistemas de gobierno, aunque, lógicamente, estas variantes introduzcan también, para cada país y sociedad, ciertas diferencias de detalle y matiz en las películas, culebrones, canciones, mangas, cintas de animación, etcétera. Para esta nueva cultura son esenciales la producción industrial masiva y el éxito comercial. La distinción entre precio y valor se ha eclipsado y ambas cosas son ahora una sola, en la que el primero ha absorbido y anulado al segundo. Lo que tiene éxito y se vende es bueno y lo que fracasa y no conquista al público es malo. El único valor es el comercial. La desaparición de la vieja cultura implicó la desaparición del viejo concepto de valor. El único valor existente es ahora el que fija el mercado. De Eliot a Frédéric Martel la idea de cultura ha experimentado mucho más que una paulatina evolución: una mudanza traumática de la que ha surgido una realidad nueva en la que apenas quedan rastros de la que reemplazo.

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