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CONVERSACIONES CON FIDEL MOCCIO SOBRE CREATIVIDAD


Enviado por   •  19 de Marzo de 2016  •  Trabajo  •  31.281 Palabras (126 Páginas)  •  477 Visitas

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CREATIVIDAD

Claude Geets

DONALD WINNICOTT: PEDIATRÍA, JUEGOS Y PSICOANÁLISIS

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CONVERSACIONES CON FIDEL MOCCIO SOBRE CREATIVIDAD

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CREATIVIDAD Y PROYECTO


DONALD WINNICOTT:

PEDIATRÍA, JUEGOS Y PSICOANÁLISIS

Claude Geets

“DONALD WINNICOTT: PEDIATRÍA, JUEGOS Y PSICOANÁLISIS” Ed. Almagesto, 1993.

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el hombre

En el campo del psicoanálisis contemporáneo, la posición de Winnicott es original. Su obra se ha ido imponiendo progresivamente entre los dualistas y luego entre el público, por la novedad de su lenguaje y la riqueza de sus perspectivas. Así ha conquistado gran audiencia entre quienes se interesan en el desarrollo del psicoanálisis o, simplemente, en los problemas de la infancia. Porque el niño es el centro de la reflexión de Winnicott: el in-fans, el niño antes del acceso al lenguaje, y el niño en el adulto, tal como se manifiesta en las fases de presión que jalonan el proceso analítico. El título de su obra principal, De la pediatría al psicoanálisis, sugiere un itinerario. En realidad, se trata de un vaivén en el que las dos disciplinas se fecundan mutuamente.

Evocar la persona y la obra de Winnicott, implica que primero hay que hablar del enjoyment, del placer proporcionado por la lectura de textos que representan la comunicación vital de una experiencia de más de cuarenta años en los diferentes campos, a menudo convergentes, del psicoanálisis y de la pediatría. No es un placer ligado solamente al descubrimiento de una teoría -tan estimulante que interroga la práctica psicoanalítica misma-; sino también a la excitación que procura el encuentro con un analista presente de una manera extraordinaria, en cada página, de su obra. Winnicott demuestra una infrecuente capacidad de hacernos asistir a su trabajo, al que se vincula una espontaneidad y una libertad que no se encuentran en ninguna otra parte. Por poco que se superen las dificultades de una obra que se complace en expresiones paradojales, se entabla un diálogo que renueva nuestra visión de la experiencia clínica. Lamentamos, entonces, no haber podido encontrarnos con Winnicott en persona al menos una vez.

En él, no hubo ninguna discrepancia entre el hombre y el analista: Winnicott tenía ese raro don de seguir siendo él mismo en todas las circunstancias de la vida, y de suscitar en el otro, fuese niño o adulto, la capacidad de volverse verdaderamente personal, accediendo a esa creatividad que es lo mejor de nosotros mismos y sin la cual toda existencia -aun socialmente brillante- es vivida bajo el signo de la futilidad y la insignificancia. Y entonces no es sorprendente que su obra se articule en torno al juego -el del niño, "perdido" en su playing, el del adulto cuando esboza un gesto espontáneo-, ni la importancia que en ella tiene la reflexión muy elaborada sobre los orígenes y el lugar de la creatividad. "Es jugando -escribe-, y quizás solamente cuando juegan, que el niño o el adulto pueden mostrarse creativos." (JR ) Constatación banal, como tantas otras de él, si no diera cuenta de una experiencia terapéutica, en contacto con quienes precisamente han perdido -o no han descubierto nunca- esa capacidad de crear: personalidades esquizoides, falsos self demasiado bien adaptados, estados límites entre la neurosis y la psicosis, que en la cura manifiestan esa dimensión del vacío, de la ausencia, de una insuficiencia para ser y para vivir, y que dan cuenta del margen que subsiste entre una visión demasiado negativa de la salud, definida por la ausencia de síntomas y de neurosis bien "circunscriptas", y una vida creativa, fuente del sentimiento de ser real. Las cuestiones ingenuas que plantea Winnicott no lo son más que en apariencia: sentirse vivo, tener la sensación de ser real, percibir el mundo como real, o, inversamente, sentirse ya muerto, experimentar en todo momento un sentimiento de vacío, de futilidad, temas que corresponden a la problemática de la muerte psíquica en las personas fronterizas , con quienes el analista hoy en día debe confrontarse.

El riesgo de toda presentación de una obra analítica es fijar un pensamiento que no cesa de estar en movimiento, fijar en conceptos rígidos lo que, en principio, se presta a ser visto y oído como experiencia clínica. Aquí corremos ese riesgo. Inglés hasta la médula, Winnicott se aferraba básicamente a los hechos. La teoría procede de un esfuerzo constante por dar cuenta de ella misma, pero en su obra, aquella nunca se autoevalúa. Nada más lejos de su mentalidad que el dogmatismo de un sistema que aprese la realidad viviente; desligada de la realidad que la vio nacer, la teoría pierde su sentido y se transforma en doctrina. Para darse cuenta de la sensibilidad de Winnicott a los hechos observados, basta leer el relato de sus consultas terapéuticas; allí se descubre la puesta en marcha de una forma de comunicación espontánea, de la que él tenía el secreto, así como el rechazo a traicionar la experiencia. Su primera preocupación parece haber sido dejar que las cosas sean lo que son, sin recurrir demasiado rápido a la teoría y a la interpretación que integrarían lo vivido por el sujeto a un saber o código preestablecido.

Esta actitud se encuentra en cada página de su obra, donde la desconfianza con respecto a los juegos intelectuales demasiado sutiles, que a veces afectan a los psicoanalistas, va acompañada de una confianza natural -para algunos demasiado optimista- en la capacidad del paciente, niño o adulto, para encontrar el nudo en el que su desarrollo está bloqueado y, a partir de allí, emprender su camino personal. Leyendo las descripciones clínicas de Winnicott, se tiene la impresión de una libertad- estrechamente ligada a su concepción de la psicoterapia: entre dos personas se instaura un juego, en el que cada participante, encuentra -o reencuentra- la posibilidad de ser creativo.

Donald W. Winnicott nació en Plymouth en 1896 y murió en Londres en 1971. Masud Kahn, analista inglés cuya reflexión teórica y clínica está muy próxima a la suya, habla de la "relajación física y la concentración mental deslumbrante que manifestaba su persona". Y agrega: "Winnicott escuchaba con todo el cuerpo y fijaba la mirada en usted, sin buscar penetrar en su mente, con una mezcla de incredulidad y de consentimiento total (...) Nunca conocí a un analista así de auténtico. Era la calidad de esa presencia indiscutible la que le permitía ser tantas personas diferentes frente a gente tan diversa. Entre nosotros, todos aquellos que lo conocieron tienen su propio Winnicott. Nunca traicionaba lo que el otro imaginaba de él afirmando de cualquier manera su propio estilo de existencia; pero, inexorablemente, sabía seguir siendo Winnicott."

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