CRÍTICA A CAROLINA SANÍN, CONSULTA ANTICORRUPCIÓN

Sebastián Casas                                                                                                      24.08.2018

Democracia y Opinión Pública

Las causas populares, en cualquier parte, siempre tienden a ser las más justas, por no decir que populistas, representando así, para quienes las promueven, un capital político y una seguidilla de nueva gente que se une a su causa.

En Colombia, las iniciativas populares -lo populista también-, casi siempre tienden a rayar con lo que no es políticamente correcto. Las élites políticas y sus representantes, tienden a sentirse atacados y aludidos por quienes no están del todo de acuerdo con su discurso, sea el que sea, y encuentran así un enemigo al cual atacar; rentable a todo dar, pues lo lógico -lo políticamente, correcto, según casi todos- es encontrar un enemigo común, la mayoría, tiende a tener el mismo enemigo, luchar contra él, enfrentarlo y si se logra, que es la meta, acabarlo y así terminar fungiendo como el redentor del pueblo, quien derrotó al mal común. A lo anterior le hace falta sensatez, lo menos, un poco de sentido común.

Así como la propuestas políticas y las promesas en campaña sirven para llegar a la cima del poder en Colombia, el populismo, cualquiera que sea, sirve como vehículo de carga que funciona a la perfección para quienes lo usan como escudo y velo que nos devela cómo los grandes. Ni más faltaba que no fuese posible hacerlo de tal manera, pero la descarades y la mentira tienen un límite ético que no se puede cruzar.

En el último año, en nuestro país se ha llevado a cabo la campaña, en Congreso y en la calle, de la #ConsultaAnticorrupción liderada por las senadoras Claudia López y Angélica Lozano, quienes presentan siete preguntas la cuales van desde bajarle el salario a los congresistas, que ganan más de 30 SMMLV; cárcel a corruptos y eliminar la casa por cárcel hasta limitar los periodos legislativos en el Congreso de quienes se postulan y llegan a cargos de senadores, representantes, asambleas etc. Lo anterior suena, como buena propuesta, entre tanto no hayan contradictores, de salvación para alivianar algo de la corrupción en el país.

Las siguientes líneas serán las de un ciudadano cualquiera, renuncio por ellas a mí fuero de periodista, el voto es secreto. He dicho.

Empecemos. Bajarle el sueldo a quienes, democráticamente se eligen a una corporación pública como el Congreso, no garantiza que se disminuya la corrupción, tal vez, aplicando sensatez, se disminuya la brecha social actual entre ricos y pobres, es injusto a toda luces, que quienes van 15 o 20 días a trabajar solo seis o siete horas al día, devenguen cerca de 30 millones de pesos más comisiones. Tampoco pienso que la propuesta que pretende limitar el período parlamentario a solo 3 tres, es un poco apelar, también, a limitar la carrera política de los políticos sensatos y honestos, pocos eso sí. Una carrera política en Colombia lleva cerca, para ser buena y con peso de buen político, más de 20 años. Los grandes presidentes del mundo y estadistas se han curtido como abogados, economistas, perteneciendo a las asambleas de pueblitos, llegando a alcaldes, pasando por ministros y hasta como representantes en organismos internacionales, terminando como nobeles de paz. Si bien es cierto que la política tambíen gusta en los jóvenes y también quisieran pertenecer, por ejemplo, al Congreso, la preparación es lo mínimo. Más bien, esa propuesta debería traducirse en la administración a la justicia, hacerla más eficiente, cercana a la gente, transparente y honesta, llevando cuentas a la sociedad, a nosotros, que somos quienes en últimas pagamos los cheques cada mes. Propuesta buena, la pregunta número cinco, que estipula la rendición de cuentas de la asistencia y votación de los congresistas, la presentación de cuentas a la ciudadanía de los proyectos presentados, con quiénes hace lobby etc. Estas propuestas no son la panacea para la corrupción, no es que votando siete veces sí se derrote la corrupción. Se aporta, eso sí, un grano de arena o más bien una gota de agua para diluir la montaña de arena corrupta que nos tapó ya desde hace décadas los ojos para ver bien a quiénes elegimos. Lo anterior, mera opinión.

La consulta no ha estado exenta de debate, controversia y deslegitimación por parte de quienes desde la orilla opuesta del pensamiento político, hacen saber sus argumentos, algunos de ellos, llenos de incoherencia, acompañados de la premisa del entonces exministro Sabas Pretelt, que “la política es dinámica”. Y es cierto, tan dinámica es que quienes apoyaron la consulta en el Congreso, dando su voto de aprobación, hoy se aparten y renieguen por su costo y sus promotores. Habría que ser más sensatos y mas bien decir, que decir NO en aquel momento les representaría la disminución en su capital político.

Colombia, como muchos países de la región, atraviesan por un momento de corrupción profunda en la rama judicial y legislativa. Habría entonces que buscar a quienes se quieran enfrentar a esa corrupción y sus élites políticas. Ahora que llegan, se quejan quienes no están de acuerdo, según ellos por que se puede usar como plataforma política para eventuales candidaturas, como si quienes se quejan ahora, no hubieran utilizado el plebiscito para lucrarse de votos; las campañas para mentir y las propuestas para esconder lo que ahora se hace: subir impuestos y defender lo indefendible: la corrupción.

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