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Catedral de Caracas


Enviado por   •  11 de Marzo de 2015  •  1.064 Palabras (5 Páginas)  •  164 Visitas

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La postal que encabeza este artículo es evocadora de una Caracas que ya no es. A pesar de lo que los editores digan, no es la Catedral de Caracas, sino la Iglesia y plaza de la Candelaria como lucía en 1901 (desde su ángulo sur-oeste, Cruz a Alcabala). Era entonces la última parroquia urbana de Caracas antes de comenzar el camino a Petare; un vecindario de clase trabajadora fundado en el siglo XVIII por canarios, que para el momento de la foto seguía manteniendo su carácter popular, con una fuerte presencia de artesanos isleños y criollos. Es en ese ambiente donde se desarrolla la novela de Antonia Palacios Ana Isabel, una niña decente, publicada en 1949. El ejemplar que he leído mientras pasaba la gripe es una edición de Monte Ávila (Caracas, 1980), prologada por Juan Liscano.

Antonia Palacios

(1904-2001)

Ana Isabel es hija de una familia de abolengo venida a menos; es decir, eran pobres pero decentes y seguían siendo "gente bien", con acceso a ciertas familias por razones de parentesco. Sus compañeritos de juego en la plaza no entraban en la categoría de decentes porque eran pobres o porque como en el caso de la niña catalana, Justina, se desconocía su origen o quiénes eran sus ancestros.

El concepto venezolano de "decencia" no es el que da el diccionario de la Real Academia, sino el de nuestros prejuicios sociales; si se tiene dinero. nos acercamos a la decencia, como aquel Ministro Celestino Fajardo, cuya hermana era vecina de los Alcántara, quien hizo fortuna robando sacos de cemento. El padre de Ana Isabel se parecía al de Antonia Palacios, gente de buena familia venida a menos por no estar enchufados a los gobiernos de turno. La protagonista, inocente niña, no tenía prejuicios y mantenía sincera amistad con los niños buenos, pero no decentes, que jugaban con ella. ¿Habremos cambiado de concepto en los últimos cien años? Claro, ahora no somos tan radicales, pero seguimos prefiriendo a la gente con plata. Luego de varios años, un culpable de peculado puede optar a la categoría de gente bien. ...Pero ese no es el tema, sino la novela de Antonia Palacios.

Es ésta una novela pletórica de reminiscencias que nos lleva a una Caracas semi-rural prepetrolera, en la cual la gran mayoría pasa trabajo, enfermedades y dificultades. Allí todo el mundo se conoce y campean los prejuicios sociales. Es la Caracas de los techos rojo. En ocasiones, Ana Isabel filosofa:

(...) El Señor ha hecho el sol, la luna, las estrellas... y, toda la hermosa y triste Venezuela. Y chiquillos flacos y desnudos y Gregoria soplando junto al anafe, con los ojos llorosos y su dedo negro y cabezón...

- Los pobres son pá aguantá. Sufrí y aguantá...

¿Para aguantar ha hecho el señor a los pobres? ¿Y por qué, Dios mío? Entonces, ¿por qué no roban como Don Celestino Fajardo y se compran una casa grandota, toda de mosaico y comen fresas con leche, según cuenta Cecilia, de Cristina, la hija del Ministro?

¿Por qué los pobres no roban?

Si los pobres robasen, se acabarían los pobres. Todo el mundo seria rico. Todo el mundo estaría contento y el Señor no castigaría a nadie, igual que a Don Celestino, que vive tan feliz.

¡Cristofué! ¡Cristofué!

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