Conformacion De Los Estados
Enviado por carlos9944 • 23 de Mayo de 2015 • 4.116 Palabras (17 Páginas) • 327 Visitas
. LA PROBLEMÁTICA CONFORMACIÓN DEL ESTADO NACIONAL
Desde la perspectiva ideológica del colonizador todo pueblo colonizado carece de historia; por definición no la posee, ya que tal categoría es un atributo de la “civilización” y no de la “barbarie”. Los procesos de emancipación son interpretados a su turno como un triunfo de ésta sobre aquélla: derrotados los portadores de la “civilización”, las antiguas colonias no hacen más que recobrar el estado “natural” que les es propio. Se mueven, ciertamente, pero con movimientos caprichosos e inconexos, irreductibles a las categorías conceptuales con que normalmente se captan las leyes del devenir histórico. El arbitrio y el azar que ahora imperan a lo sumo pueden ser representados metafóricamente (son países “surrealistas”) o saboreados por paladares exquisitos, ávidos de exotismo.
El propio intelectual criollo se adhiere a menudo a esta perspectiva. Convencido de pertenecer a sociedades sin historia termina por elaborar un ersatz de la misma, configurando la imagen de un mundo gelatinoso cuyas dilataciones o contracciones no obedecen a otra lógica que la de los movimientos veleidosos de caudillos bárbaros y soldados de pacotilla, caciques atrabiliarios y déspotas de pretensión iluminista.
Buena parte de la historia política de América Latina, al menos en lo que concierne al siglo XIX, aparece percibida de esta manera, no sólo en el clisé vulgar o el regodeo literario sino incluso en el ensayo histórico, sociológico o político. Desde el momento en que el período denominado de “anarquía” queda huérfano de una explicación que vaya más allá de la simple descripción de fenómenos como el “caciquismo”, el “caudillismo”, el “militarismo’’, los ‘‘localismos’’ y ‘‘regionalismos”, convertidos en datos últimos e irreductibles, es un hecho que se dejan las puertas abiertas a interpretaciones incluso racistas. No en vano J. Lambert se siente obligado a precisar que “el caudillismo es el resultado de la ausencia de madurez política de las sociedades latinoamericanas del siglo XIX, antes que la consecuencia de una incapacidad congénita de sus poblaciones”.
Por esto se vuelve indispensable formular algunas reflexiones sobre la problemática constitución de los estados latinoamericanos en el siglo pasado, aun a riesgo de insistir en algo que debería darse por sentado al menos desde el punto de vista de una concepción materialista de la historia. En efecto, conviene recordar que la edificación de un estado nacional no se realiza jamás en el vacío, ni a partir de un maná que se llamaría “madurez política”, sino sobre la base de una estructura económico-social históricamente dada y dentro de un contexto internacional concreto, factores que no sólo determinan las modalidades históricas de cada entidad estatal mas también la mayor o menor tortuosidad del camino que conduce a su constitución. No es lo mismo construir un estado sobre el cimiento relativamente firme del modo de producción capitalista implantado en toda la extensión de un cuerpo social, que edificarlo sobre la anfractuosa topografía de estructuras precapitalistas que por su misma índole son incapaces de proporcionar el fundamento objetivo de cualquier unidad nacional, esto es, un mercado interior de amplia envergadura. Como atinadamente observa Lukács:
La diferencia más importante para nosotros, y muy llamativa en sí, consiste en que toda sociedad precapitalista presenta económicamente una unidad mucho menos coherente que la capitalista: en que en ella la independencia de las partes es mucho mayor, su interdependencia económica menor y más unilateral que en el capitalismo. Cuanto menor es la importancia del tráfico de mercancías para la vida de la sociedad entera, cuanto más casi autárquicas son las diversas partes de la sociedad en lo económico… o cuanto menos importante es su función en la vida propiamente económica de la sociedad, en el proceso de producción… tanto menor es la forma unitaria, la coherencia organizativa de la sociedad, del estado, y tanto menos realmente fundada en la vida real de la sociedad.
En el capítulo precedente mostramos ya los límites de la economía de mercado en la primera fase de nuestra vida independiente, así como el carácter de las formas productivas determinantes de este hecho. No es de extrañar entonces que la marcada autonomía de los distintos segmentos económicos, modalidad inevitable de existencia de esa abigarrada matriz precapitalista, se haya traducido por la poca “coherencia orgánica” de la sociedad en conjunto y de su sobre estructura política en particular. En el límite aquella autonomía se expresaba por una acentuación tan grande de “regionalismos” y “localismos”, que hasta tornaba difícil la fijación de una capital nacional, en un contexto como el de Bolivia por ejemplo, donde incluso el reducido comercio exterior desempeñaba un papel desintegrador. En efecto:
Hasta entonces predominaba una economía rural dispersa, coronada por núcleos locales de terratenientes influyentes. El estado, débil y sin cohesión, recogió hasta donde fue posible, la herencia colonial asimilando la tradición administrativa y política de la Audiencia de Charcas. El pequeño comercio exterior de tipo regional, ejercía influencia negativa: el sur del país dependía tanto de la Argentina como el norte buscaba asimilarse comercialmente al Perú. Ninguna actividad tendía a la integración y al reforzamiento del aparato estatal. En este quietismo feudal, sólo interrumpido por los que jugaban a la política con motines militares, la sociedad local apoyaba su seguridad económica sobre una masa explotada de campesinos quechuas y aymaras... Ni la sede de los poderes públicos pudo definirse porque si Bolívar mencionó Cochabamba como posible capital, Santa Cruz estableció su gobierno donde sus desplazamientos se lo permitían, lo mismo que Belzu para quien “el punto donde se encuentra el gobierno durante su marcha” será la capital. Melgarejo quiso llevarse la capital a Tarata, y Baptista, más consecuente con los nuevos tiempos, creyó que La Paz era la mejor elección.
Aun en Brasil, que por razones históricas particulares (independencia por una vía pacífica que hasta le permitió conservar el aparato político-administrativo preexistente) logró escapar a un eventual proceso de “balcanización”, las fuerzas centrífugas precapitalistas no dejaron de hacerse presentes por lo menos durante toda la primera mitad del siglo XIX. Y es que aquí también:
La dispersión de las zonas productoras, la ausencia de circulación interna, el declinamiento del mercado colonial que siguió al declinamiento de la minería, la variedad de las actividades, la extensión geográfica, son factores negativos que la crisis posterior
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