Consecuencias De La Sobreproteccion De Los ñiños Y Niñas En Educacion Inicial
Enviado por aurycamacho • 4 de Enero de 2012 • 1.685 Palabras (7 Páginas) • 1.229 Visitas
Para muchas familias la llegada de un primer hijo es todo un evento. Todos esperan con ansias conocer el nuevo bebé. Es común que durante los primeros días, desfile por la casa la familia entera, además de amigos y conocidos. Por otra parte; he visto también cuán necesario resulta para los padres enseñar a su bebé, contar sobre sus primeras hazañas, esperar ansiosamente que abra los ojitos, que bostece y que suelte oportunamente el llanto o una sonrisa…. Digamos que esto podría estar cercano a lo que llamamos “normal”. Sin embargo, a Lucía no le sucedió así. ..
Al nacer su primer hijo, desarrolló un temor a recibir visitas, pues estas podían ser portador de un virus que se le pegarían con el contacto y los besos. No quería que nada interrumpiera su sueño o su horario de comida. Le angustiaba que al alzarlo le lastimarán si lo tomasen de forma incorrecta. El mejor lugar para que estuviera seguro era la casa, por eso no salió de su casa, ella y su bebé salían únicamente para acudir a las necesarias citas médicas. Cuando llegaba su familia, apagaba las luces y esperaba callada a que se fueran.
Estudios psicológicos sobre el desarrollo infantil, nos dicen que hay una simbiosis normal que va más o menos de los cero a los cuatro meses, en donde el bebé se cree parte de la mamá; son uno y la conexión de éste después del cordón umbilical va a ser el pezón. Después de los cuatro meses aproximadamente, los bebés empiezan a diferenciarse de la mamá y es entonces cuando reconocen a mamá y al sí mismo. El bebé de Lucía creció pegado a ella. El proceso de simbiosis normal dejó de serlo, cuando el bebé no pudo diferenciarse de su mamá; sucedió que este bebé se veía a sí mismo como parte de ella, por eso cuando la perdía de vista se generaba una fantasía de destrucción, abandono y muerte que se manifestaba por crisis de llanto severas y síntomas ansiosos: era evidente el sufrimiento que sentía cada vez que no veía a su mamá o que sentía que los brazos que lo alzaban no eran los mismos de siempre.
Conocí el caso de Lucía y su hijo cuando este tenía seis años. Lo llevan a consulta cuando en su primer día de preescolar hace tal crisis que por un momento dejó de respirar hasta cambiar de color.
El proceso de ajuste de los niños en este nivel es de por lo menos un mes, hablando de casos un poco difíciles. Para las maestras, este periodo de adaptación nunca llegó pues Lucía al ver que su hijo lloraba todos los días, decidió quedarse en el carro esperando toda la mañana hasta que la jornada terminara. El niño por su parte, tampoco dejaba de llorar pues sabía que su mamá estaba en el carro, a unos pasos de él esperándolo.
Después de dos meses, Lucía saca del preescolar a su hijo, aduciendo trauma psicológico. Su argumento fue que no quería verlo sufrir más, por eso decidió no enviarlo más durante ese año al preescolar.
Al año siguiente, la historia se repitió; con la diferencia que la nueva escuela le pidió a Lucia que se retirara por completo de la escuela durante la jornada. Mientras ella esperaba en su casa que las horas pasaran; ella empezó a desarrollar síntomas parecidos a los de su hijo: angustia, temor de separación, miedo de que le pasara algo, que no lo pudieran cuidar tanto como ella lo hacía, lloraba, se hacía películas mentales de tragedias, entre otras.
En el preescolar le recomendaron que buscara ayuda pues la situación se volvía imposible de manejar.
A muchos les parecerá extremo este caso; sin embargo, la dependencia y la sobreprotección pueden llevar a mamá- hijos a conductas impensables.
Si nos ponemos a pensar; todo empezó en un deseo de protección. Sin embargo por alguna situación particular, por alguna experiencia de vida, por algún trauma, este deseo se transformó en el pánico o en temor de pérdida que Lucía experimentaba y que trasladaba a su hijo.
Este tema tiene un transfondo sociocultural porque las mujeres siempre estamos posicionadas en roles de cuido. El buen papel de mamá o de esposa depende de la calidad de cuido que demos a quienes nos rodean. Desde niñas somos educadas para cuidar y servir. Cuando vemos a niñitas jugando con muñecas vigilamos que el juego incluya el rol de cuido: “mira tu bebé tiene hambre”, “mira, tenés que cuidar a tu bebé”, “así no se agarra”, “¡ya durmió la siesta”… sin embargo, si vemos a un niño agarrar el mismo muñeco, rápidamente le buscamos un carrito o un juguete para niño, en muchos casos inclusive se le hace manifiesta la censura: “eso es de niñas y tu eres un niño”.
Cuando crecemos, como niñas se nos dice que tenemos que andar limpiecitas, que las niñas lindas no se ensucian, no juegan brusco, no gritan. Los varones si se pueden ensuciar, pueden recurrir a juegos bruscos y hasta violentos porque así se hacen más fuertes y hasta aguantan más.
Más grandes tal ves nos digan que no hagamos problemas, nos enseñan a callar, a no reclamar. Sin embargo un muchacho que sea callado, introvertido
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