Coprovincia De Colon
Enviado por erickson07 • 4 de Diciembre de 2013 • 1.935 Palabras (8 Páginas) • 338 Visitas
En mi opinión, la filosofía sirve para vivir, para encontrar el sentido de todo lo que nos rodea, para soñar, para imaginar, para buscar y descubrir, para conocer y para darse cuenta de que nunca sabemos lo suficiente, pero a la vez, para percatarse de que el conocimiento nos hace libres. Philo (amor) Sophia (Sabiduría), el amor por la sabiduría, el anhelo de conocer, una intensa relación entre la verdad y nosotros mismos. La filosofía nos hace salir del bosque en el que nos encontramos, trepar hasta la copa del árbol, asomarnos y descubrir un mundo nuevo. La filosofía sirve para enriquecer nuestro espíritu.
Cada vez que nos preguntamos por algo que ocurre a nuestro alrededor, estamos haciendo filosofía.
La filosofía quiere responder a esta pregunta: ¿Pero que diablos hacemos aquí? Y quiere responder solo con filosofía, sin religión y sin ciencia. Creo que la respuesta no ha llegado todavía y tal vez nunca llegue. Es posible que nuestra capacidad intelectual y la eficacia de la razón como instrumento indagatorio no sean tan grandes como suponemos. Es posible que nos encontremos tan lejos de saber por qué estamos aquí como una hormiga de construir un automóvil. La diferencia es que la hormiga ni siquiera lo intenta.
Y a lo mejor no es necesario ser filósofo para encontrar una respuesta. Solo mencionaré aquí lo dicho por un individuo en un programa de televisión como reflexión ante los problemas de cada día: la vida es una mierda y después nos morimos. Pues eso.
La función de la filosofía es pensar. Pero, no nos engañemos. El pensar tiene unas características que lo hacen poco fiable. Dedicarse a pensar tiene toda la apariencia de ser una tarea inútil. Porque no está nada claro que pensar sobre las cuestiones más difíciles conduzca al saber, sea útil para la vida, resuelva los enigmas del mundo ni de fuerzas para la acción. De esta forma tan poco alentadora, por lo menos, resumía Heidegger las características del pensamiento en su conocido ¿Qué significa pensar?. La respuesta a la pregunta –dice Heidegger- se resume en cuatro frases:
1. El pensar no conduce a ningún saber, a diferencia de las ciencias.
2. El pensar no trae una sabiduría útil para la vida
3. El pensar no resuelve ningún enigma del mundo.
4. El pensar no confiere inmediatamente ninguna fuerza para la acción.
No podemos pedirle mucho al pensar, efectivamente. Por lo menos, no podemos pedirle resultados verificables, que es lo que puede dar la ciencia empírica. El pensar filosófico es omniabarcante, pero modesto. O dicho con la expresión de los antiguos: es aporético. Suele llevar a callejones sin salida. De ahí la indiferencia o el desprecio que merece la dedicación a la actividad de pensar en una época donde lo que se valora, por encima de todo, es la productividad, la eficacia y la rentabilidad económica.
II
Hemos dicho que lo que caracteriza al pensamiento filosófico, según la opinión casi generalizada de las voces más autorizadas, es la libertad y la independencia de cualquier tipo de ataduras sean éstas políticas, religiosas o económicas. La única dependencia, por llamarla así, que tiene la filosofía es, en todo caso, la de su propia inercia discursiva. Ninguna disciplina escapa a la dominación de las escuelas, de las modas y de lo que, en cada momento histórico, se lleva. Así, en el siglo XX hemos pasado por la moda existencialista, analítica, estructuralista, deconstruccionista. En cualquier caso, y más allá de las distintas corrientes de pensamiento, lo que hoy predomina en filosofía es una clara tendencia hacia la reflexión moral y política. Los grandes filósofos de la actualidad destacan en ese campo y no en otros tradicionalmente más potentes como lo fueron la metafísica, la epistemología o la historia. Filósofos como Habermas, Rawls, Rorty, Finkielkraut se dedican, sobre todo, a reflexionar sobre la justicia distributiva, el conflicto religioso, la eugenesia, la política de Bush, el imperio del lujo.
Hay un ámbito, especialmente, en el que la filosofía ha entrado plenamente contribuyendo a construir una disciplina nueva. Me refiero a la bioética, el fin de la cual es reflexionar sobre todos aquellos problemas que afectan a la vida en la tierra y, sobre todo, a la vida humana. El inventor del vocablo “bioética” fue un cancerólogo norteamericano, V.R. Potter, que, en 1971, sintió la necesidad de dar nombre a “una nueva disciplina capaz de combinar el conocimiento biológico con un conocimiento de los sistemas de valores humanos”. En la bioética se trata de analizar cuestiones como la reproducción asistida, la clonación embrionaria, la manipulación genética, las nuevas terapias clínicas, los tratamientos paliativos del dolor, la experimentación farmacológica con seres humanos, para decirlo brevemente, todo lo que implica intervención científica y técnica en el nacimiento, la muerte y el tratamiento de la enfermedad, analizarlo –digo- desde la perspectiva de los valores éticos que están en peligro o pueden verse potenciados.
Son tan apremiantes los problemas a que se enfrenta la bioética, que dicha disciplina se ha convertido en el paradigma de un cambio que puede ir afectando a otros ámbitos igualmente necesitados de reflexión. Un cambio derivado de una convicción doble: a) tenemos una serie de problemas cuyo planteamiento es perentorio, inevitable; b) el abordaje de los problemas no puede corresponderle a una sola disciplina o a una sola ciencia, sino que debe ser fruto de una colaboración de conocimientos diversos. No podemos eludir ciertos problemas porque hay que tomar decisiones. Cuando fue novedad la reproducción asistida, o las primeras prácticas de eutanasia, hubo que decidir si aquellos procedimientos, hasta entonces inéditos o impensables, eran correctos o no. Y la cadena de interrogantes no ha cesado desde entonces. Partimos de un axioma según el cual no todo lo que es técnicamente posible es éticamente correcto. Para juzgar
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