Crítica de la película Aballay
Enviado por Luu Albornoz • 27 de Noviembre de 2016 • Reseña • 1.184 Palabras (5 Páginas) • 205 Visitas
Instituto Superior de Formación Docente y Técnica N°122 “Presidente Arturo Illia”
Trabajo Práctico N°2
Aballay, el hombre sin miedo.
Materia: Historia Social y Cultural de la Literatura
Profesora: Olivieri, Valeria
Nombre: Albornoz, Larisa
Carrera: Profesorado de Lengua y Literatura, 1er Año
- Realizar una lectura crítica de la película atendiendo a la transformación de los elementos de la épica en otro contexto socio- histórico y cultural y a partir de otro lenguaje (cine)
- Trabajar las ideas de héroes, valores, creencias, y vínculo de vasallaje
“Aballay era un gaucho mal llevado, resentido, ladrón, asesino.
Pero a veces la imagen que devuelve un espejo hace que una persona se replantee toda su vida. En el caso de Aballay, ese espejo fue la mirada de un niño. Luego de matar salvajemente a un hombre, la mirada aterrorizada del hijo de su víctima le dio conciencia de su salvajismo, de su falta de humanidad. Y ese golpe llenó a Aballay de confusión, de horror por sí mismo.
En ese estado, Aballay oyó hablar de los estilitas. Gente que, para alejarse de la tierra en que ha pecado, y acercarse a Dios, decidía hacer una particular penitencia: subirse a una columna, y no volver a bajarse de ahí por el resto de su vida. En el campo argentino del 1900 no había columnas. Entonces Aballay decidió no volver a bajar de su caballo. Pasan los años. Aballay cumple su promesa. No toca el suelo. No vuelve a asesinar, ni a robar. Hace rigurosa su penitencia. La gente empieza a hablar de “El Pobre”, de “El hombre-caballo”, y su imagen empieza a tomar ribetes legendarios. Se convierte, ante la mirada de la gente, en una especie de santo.
Pero la mirada de ese niño no lo abandona, y él sabe que en cualquier momento lo va a buscar. Y lo va a encontrar.”
Con esta sinopsis se dio a conocer, en el año 2010 el “western gauchesco” Aballay, el hombre sin miedo. Fernando Spiner, el director y guionista del filme dio vida a una versión extremadamente libre del cuento del escritor mendocino Antonio Di Benedetto. Les puso rostro a Aballay (Pablo Cedrón), al cura (Gabriel Goiti) y al Gurí (Nazareno Caseros), que en el filme se llama Julián. Además, añadió otros personajes, como Juana (Moro Anghileri) que cumple el rol del interés amoroso de Julián y del capricho de “El Muerto” (Claudio Rissi)
Si bien el cuento de Di Benedetto no especifica una época ni una zona geográfica determinada, Fernando Spiner realizó el rodaje íntegramente en Amaicha del Valle, Tucumán. Un hermoso lugar con un paisaje que parece no haber sido tocado por el tiempo ni la mano del hombre. Se presenta tan salvaje e inhóspito como debió de serlo antaño. Además, podemos inferir que está ambientada a principio del siglo XX, si se tiene en cuenta que la marcha a San Lorenzo, la cual se canta y silba como si estuviera de moda, se compuso en 1907.
El contexto socio-histórico de la época se refleja en el contraste entre los pueblos del interior del país. Sus casas y vestimentas y costumbres, distaban mucho de la urbe con arquitectura europea de la capital y las vestimentas elegantes de los porteños. Los indígenas que aparecen en la película, son “civilizados” y los gauchos, lejos de ser un héroe al estilo del Cid, son deshonrosos, viles, crueles, ladrones y asesinos. Gobiernan el pueblo de “La Malaria” a base de miedo, y no de respeto y de cuidado como ocurre con el vínculo de vasallaje de la Edad Media. El juez de Paz del poblado es “El Muerto” un bandido que abusa del poder que le da su título. Los habitantes del pueblo le pagan impuestos pero a su vez no son retribuidos con protección. Nadie le hace frente, ni desafía por temor a las represalias. “El Muerto” toma lo que quiere de donde quiere, ya sea un caballo o una mujer.
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