Creatividad Y racionalidad.

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La palabra diseño proviene del italiano, “disegno”, y se refiere a un boceto, esquema, bosquejo que se realiza en un soporte material antes de concretar la producción de algo. Suele utilizarse en el contexto de las artes (arquitectura, diseño gráfico, diseño industrial y otras disciplinas).

 Implica una representación mental y posteriormente la plasmación en algún formato gráfico, ya sea un plano arquitectónico, un cartel, un objeto industrial.

Sin embargo el acto de diseñar, va más allá de un boceto de un objeto de índole de cualquier disciplina.

Se trata de un proceso de proyectar, en donde se tiene contemplado una necesidad a cubrir o en su defecto resolver algún problema individual o social. El proceso es una serie de pasos coordinados y como se mencionó antes, tiene como objetivo solucionar alguna situación problemática o cubrir una necesidad.

Sin embargo, el diseñador también tiene que tener en cuenta que no solo es el proceso que debe de llevar acabo, también tiene que tener el toque especial de la creatividad.

La creatividad es la facultad y capacidad de crear y desarrollar labores diferentes a la tradicional, consiste en encontrar procedimientos o elementos con la intención de satisfacer un determinado propósito, permitiéndose cumplir deseos individuales o grupales.

En primer lugar el diseñador debe de cumplir con la creatividad, cuando se tiene la capacidad creativa, se comienza a trabajar con el acto de diseñar, pero para poder empezar con el proyecto, se debe tener presente la problemática o en su caso la necesidad del cliente.

La creatividad dará un gran paso para la solución del problema.

Cuando se tenga el objetivo dado por la creatividad, se pondrá empezar con la serie de pasos, es decir con el proceso de diseño.

Sin embargo, el objeto final del diseño, no se basa solamente en  creatividad y responder a ciertos pasos, sino que también se toma en cuenta la racionalidad, del diseñador, del contexto social, psicológico, económico, histórico, etc.

La racionalidad  es la capacidad que permite pensar, evaluar, entender y actuar de acuerdo a ciertos principios de optimidad y consistencia, para satisfacer algún objetivo o finalidad.

 El ejercicio de la racionalidad está sujeto a principios de optimidad y consistencia.

 Cualquier construcción mental llevada a cabo mediante procedimientos racionales tiene por tanto una estructura lógico-mecánica distinguible conocida como razonamiento.

El ser humano tiene otras formas para tomar decisiones o idear comportamientos donde la racionalidad no parece el principal factor.

 Estas decisiones o comportamientos, adjetivadas a veces como "irracionales" en realidad esconden frecuentemente aspectos de racionalidad limitada y aspectos de imitación social otras veces.

Pero la racionalidad está extendida más allá de la capacidad cognitiva de comprender las cosas, responde a contextos de una sociedad o grupo social específicos, a religión, a cierta moralidad y economía.

En los conceptos de racionalidad de Max Weber, comienza distinguiendo entre racionalidad práctica y racionalidad teórica.

“Actúa de forma racional con arreglo a fines quien se guía en su acción por los fines, los medios y las consecuencias que su acción pueda tener, sopesando los medios con los fines, los fines con las consecuencias laterales y los distintos fines posibles entre si, y en  todo caso, quien no actúa pasionalmente ni guiándose por la tradición”^[1].

La cita mencionada anteriormente se refiere a cuando un sujeto aprende a controlar su entorno conforme a sus criterios conjuntando a la racionalidad práctica

Para llevar a cabo la racionalidad práctica, se debe tomar en cuenta el concepto de técnica racional, que se guía, de forma consciente y planificada, por experiencias  y por la reflexión sobre las mismas.

El primer paso para comprender la racionalidad práctica, es comprender que se tiene un conocimiento previo, de cual proviene de algún método empírico, es decir, se sabe cómo se hacen las cosas pero no se logra comprender por qué se hacen.

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