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Crepusculo


Enviado por   •  12 de Octubre de 2012  •  7.841 Palabras (32 Páginas)  •  445 Visitas

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Primer encuentro

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aburrimiento, era como mostrar un objeto brillante a un niño.

La mitad del rebaño de ovejunos varones se imaginaba ya

enamorándose de ella, sólo porque era algo nuevo que mirar.

Puse más empeño en no prestar atención.

Sólo hay cuatro voces que bloqueo por una cuestión de cortesía:

las de mi familia, mis dos hermanos y mis dos hermanas,

quienes están tan acostumbrados a la ausencia de intimidad

en mi presencia que rara vez se dan cuenta. A pesar de

ello, les concedo toda la privacidad posible. Procuro no escucharlos

si puedo evitarlo.

Lo intento con todas mis fuerzas, claro, pero aún así... me

entero de cosas.

Rosalie pensaba en ella misma, como de costumbre. Había

captado su reflejo en las gafas de sol de alguien y se regodeaba

en su propia perfección. La mente de Rosalie era un charco

poco profundo de escasas sorpresas.

Emmett estaba que echaba chispas después de haber perdido

un combate de lucha libre con Jasper la noche anterior.

Necesitaría de toda su escasa paciencia para llegar al final de

las clases y organizar la revancha. Nunca he sentido que me

entrometía en sus pensamientos porque nunca ha pensado

nada que no pudiera decir en voz alta o poner en práctica. Sólo

me siento culpable al leer la mente de los demás cuando

me consta que les gustaría que ignorase ciertas cosas. Pero si

la mente de Rosalie es un charco poco profundo, la de Emmett

es un lago sin sombras, tan transparente como el cristal.

Y Jasper estaba... sufriendo. Reprimí un suspiro.

Edward. Alice me llamó por mi nombre, pero sólo sonó en

mi cabeza y le dediqué de inmediato toda la atención.

Era lo mismo que si la hubiera oído lhablarme en voz alta.

Me alegraba que en los últimos tiempos hubiese pasado de

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moda el nombre que me habían puesto. Menos mal, ya que

hubiera resultado un fastidio volver la cabeza automáticamente

cada vez que alguien pensara en algún Edward…

En ese momento no me volví. A Alice y a mí se nos daban

muy bien esas conversaciones privadas, y era raro que nos pillaran

durante las mismas. Mantuve la mirada fija en las líneas

que se formaban en el enlucido.

¿Cómo lo lleva?, me preguntó.

Torcí el gesto, pero sólo pareció que había cambiado ligeramente

la posición de la boca, nada que pudiera alertar a los

otros. Era fácil que pensaran que lo hacía por aburrimiento.

El tono de la mente de Alice ahora parecía alarmado y leí que

vigilaba a Jasper con su visión periférica. ¿Hay algún peligro?

Ladeé la cabeza hacia la izquierda muy despacio, como si

contemplara los ladrillos de la pared, suspiré, y luego me volví

hacia la derecha, de nuevo hacia las grietas del techo. Sólo

Alice se dio cuenta de que estaba negando con la cabeza.

Ella se relajó. Avísame si la cosa se pone fea.

Moví sólo los ojos, primero arriba, hacia el techo, y luego

abajo.

Gracias por ayudarme con esto.

Me alegré de no tener que contestarle en voz alta. ¿Qué le

podría haber dicho? ¿«Encantado»? En realidad no era así. No

disfrutaba asistiendo al debate interior de Jasper ¿Era necesario

pasar por todo esto? ¿No era un camino más seguro admitir

simplemente que él nunca sería capaz de controlar su problema

con la sed como los demás, en lugar de tentar continuamente

sus límites? ¿Por qué coquetear con el desastre?

Habían pasado ya dos semanas desde nuestra última expedición

de caza. No era un periodo de tiempo excesivamente insoportable

para el resto de nosotros. Algo incómodo a veces, si

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un humano caminaba muy cerca de nosotros o si el viento soplaba

del lado equivocado. Pero los humanos rara vez se aproximan

a nosotros. El instinto les dice lo que sus mentes conscientes

difícilmente comprenderían: que somos peligrosos.

Y en ese preciso momento Jasper lo era en grado sumo.

Una chica bajita se detuvo en un extremo de la mesa más

próxima a la nuestra para hablar con un amigo. Se pasó los dedos

entre el pelo corto, color arena, y sacudió la cabeza. Justo

en ese momento la rejilla del aire acondicionado empujó su

aroma en nuestra dirección. Yo estaba acostumbrado a la forma

en que me hacía sentir el olor: sequedad y dolor en la garganta,

un agujero anhelante en el estómago, un agarrotamiento

instantáneo de los músculos, el flujo excesivo de ponzoña

en la boca…

Todo eso era bastante normal y, por lo general, fácil de ignorar;

pero hoy resultaba más duro al tener los sentidos agudizados

y notarlo todo por duplicado: la sed se multiplicaba

al monitorizar las reacciones de Jasper. Era la sed de dos, no

sólo la mía.

Jasper intentaba mantener la mente lejos de allí. Estaba fantaseando…

Imaginaba que se levantaba del lado de Alice y se

paraba al lado de la chica. Pensaba en inclinarse como si le fuera

a susurrar algo al oído y dejar que sus labios rozaran el arco

de su garganta. Imaginaba también cómo fluía el cálido flujo

de su pulso debajo de la fina piel que sentiría bajo su boca…

Propiné una patada a la silla de Jasper.

Nuestras miradas se encontraron durante un minuto, y luego

él bajó la suya. Pude escuchar cómo se enfrentaban en su

interior la culpa y la rebeldía.

—Lo siento —musitó.

Me encogí de hombros.

—No ibas a hacer nada —murmuró Alice en un intento de

mitigar el disgusto de Jasper—. Lo vi.

Reprimí la mueca que hubiera echado por tierra la mentira

de Alice; ella y yo debíamos apoyarnos el uno al otro. No resultaba

fácil para ninguno de los dos oír voces y tener visiones

del futuro. Éramos bichos raros, incluso entre los que ya lo

eran de por sí. Nos protegíamos los secretos entre nosotros.

—Pensar en ellos como personas ayuda un poco —sugirió

Alice con voz aguda y musical, demasiado baja y rápida para

que la escucharan los oídos humanos—. Se llama Whitney y

tiene una hermanita muy pequeña a la que adora. Su madre

invitó a Esme a aquella fiesta en el jardín, ¿te acuerdas?

—Sé quién es —contestó Jasper secamente.

Se volvió para mirar por una de las pequeñas

...

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