DESARROLLO ENDOGENO
Enviado por RAFAELQUIARO • 16 de Mayo de 2013 • 2.846 Palabras (12 Páginas) • 242 Visitas
PROCESOS EDUCATIVOS.
Prof. Nelson Montaldo
Prof. Felipe Sotomayor
LOS PROCESOS
EDUCATIVOS:
EL APRENDIZAJE EDUCATIVO
Nuestras instituciones educacionales que viven del carisma ignaciano, se justifican socialmente por su contribución intencionada a la educación de los niños(as) y de los jóvenes a los cuales acogen y acompañan. Los aprendizajes que en ellas se facilitan a través del currículum, tienen el carácter de ser “educativos”. Aprender no es suficiente para asegurar que un hombre o una mujer se eduquen. Por ello el esfuerzo de nuestras instituciones se orienta a contribuir a gestar aprendizajes educativos. El carácter propiamente educativo de un aprendizaje se identifica con el proceso personal de “adentrarse más y más en el cuidado de la vida y en la construcción de un mundo habitable para todos los hombres y mujeres”[1]. Dentro del ámbito ignaciano el aprendizaje educativo corresponde a aquella construcción personal que le permite al estudiante adquirir competencia, desarrollar una actitud y un grado progresivo de conciencia para responder a su vocación de creador y promotor de la vida y de la dignidad de los demás. El aprendizaje educativo entonces se materializa en “aprender a pensar, juzgar, elegir y actuar al servicio de los demás, especialmente de los menos aventajados y de los excluidos”[2], lo que le permite progresivamente al estudiante “poder ejercitar su voluntad de cambiar las estructuras de pecado que afligen a nuestro mundo”[3].
PROCESOS
EDUCATIVOS PERSONALIZADOS:
TRADICIÓN HUMANISTA e INSERCIÓN.
Educarse; es decir, aprender a asumir la propia existencia para brindarla; requiere de un ser personal. Requiere de un sujeto en relación con otros, que haciendo uso de su libertad, inteligencia y voluntad; se compromete progresivamente, con la promoción de la vida. Esto supone necesariamente que los procesos y experiencias de aprendizaje emanadas del currículum, reclamen y promuevan su participación protagónica. Participación que emana de si mismo y que activa todo el mundo de interioridad que cada cual va forjando y que le confiere propiamente una identidad. Se trata pues de proceder coherentemente con una tradición pedagógica, que reconoce y promueve la actividad consciente y autónoma de la persona del estudiante, como condición necesaria para que geste aprendizajes educativos.
Esto es lo que hace genuinamente humanista nuestra propuesta. Reconocer y promover que cada hombre y mujer, posee la capacidad para construirse a sí mismo en relación con los demás y lo demás.
La educación que favorecemos es verdaderamente humanista precisamente porque pone su mejor esfuerzo de desarrollo, en el sentido de develar las realidades; para que de esta manera, las personas de nuestros(as) estudiantes puedan de manera consciente y libre insertarse[4] en ellas, para transformarlas.
Es este humanismo el que promueve la inserción de cada estudiante en su realidad, mediante aprendizajes que se realizan en interacción con la ciencia, la tecnología, el arte, las humanidades, y la vida cotidiana.
En la actual encrucijada cultural, nuestro esfuerzo humanista debe estar ocupado no solo del desarrollo de la habilidad parea resolver problemas lógicos y estratégicos en nuestros estudiantes, también de su habilidad para ser conscientes de los sentimientos propios y de los demás y de poder responder adecuadamente a las distintas situaciones que se gestan a partir de ellos; pero por sobre todo, debe ocuparse, del desarrollo en los estudiantes de la capacidad para conferir significado y valor a su coexistencia histórico cultural.
MODO de PROCEDER
EDUCATIVO COHERENTE
CRISTO COMO MODELO.
La intencionalidad curricular cuyo horizonte es la inserción, obedece al mismo movimiento de la Encarnación realizada por Jesucristo, el Señor. Él asume nuestra condición y funda la existencia humana. Le confiere sentido y valor a todo el esfuerzo de humanización que realizamos a través de la educación. Nada de lo humano nos resulta entonces ajeno. Siendo fieles a la experiencia de Ignacio y desde ella a la tradición de la Compañía, nos sabemos criaturas e hijos(as) amados(as) y puestos allí donde el Hijo[5] requiera de nosotros con todo lo que somos y más importante aún, con todo lo que podamos llegar a ser.
PROMOCIÓN de VALORES
Y DESARROLLO INTEGRAL
Nuestro currículum – como cualquier otro -, está posicionado respecto de la realidad. Posee una clara intencionalidad: contribuir a la educación de personas para y con los demás. Se trata de un currículum cuajado de valores emanados de la espiritualidad ignaciana. Valores que son responsabilidad de todo agente curricular y no privativo de los docentes y directivos. Valores que deben ser asumidos dentro de las experiencias de aprendizaje que los estudiantes desarrollan en y desde la escuela.
Nuestra propuesta valórica le confiere intencionalidad al currículum, cuyo centro es la persona. Puesto que “Dios se revela especialmente en el misterio de la persona humana”, nuestro currículum la asume en toda su complejidad, manifiesta en las diversas dimensiones de su ser. Importa lo cognitivo, por cierto; pero igualmente lo afectivo y lo social. Lo ético y lo corporal. Lo estético y lo comunicativo. Cada una de estas dimensiones apreciadas en su especificidad; y sin embargo, asumidas en la globalidad de la realidad personal. “Se busca por todos los medios que la persona llegue a ser más persona, considerando el principio de la integralidad (abarcar todas las dimensiones del desarrollo humano) y el principio de integridad (por lo cual se comprende que lo que sucede a una de estas dimensiones, afecta a las demás, de una manera sinérgica”).[6].
Precisamente por apelar a la integralidad de la persona nuestra educación concibe a la interpelación pedagógica, al conocimiento, y a los grados sucesivos de aproximación a la verdad, como categorías cordiales más que intelectuales, dado que remiten a la conciencia libre de la persona y no solamente a su inteligencia. “La educación [ignaciana], si realmente obtiene su objetivo, debe conducir últimamente a una transformación radical, no sólo de la forma de pensar y actuar ordinariamente, sino de la misma forma de entender la vida, como hombres y mujeres competentes, conscientes, compasivos y [comprometidos] , que buscan el mayor bien en la realización del compromiso de la fe y la justicia, para mejorar la calidad de vida de hombres y mujeres, especialmente de los pobres de Dios, los oprimidos y abandonados”.[7]
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