DETERGNTER

Hasta la II Guerra Mundial se lavó con jabón; y para quitar las manchas, se acudía al acto de estregar la prenda, bien contra piedra, palangana de madera, con mazo o sobre las manos, según las costumbres de cada lugar.

Los detergentes Al concluir la II Guerra Mundial hubo en Europa y Estados Unidos una gran escasez de sebo animal, base de todos los jabones, lo cual motivó el desarrollo de tecnologías que permitieron la fabricación de los detergentes en polvo, cuya base es sintética.

Estos detergentes que tuvieron mercado en Estados Unidos a partir de 1935, llegaron a Colombia hacia 1950 y transformaron los hábitos del lavado de la ropa. Investigaciones realizadas por el área de cuidado de la ropa de Colgate-Palmolive, señalan que el lavado de una prenda, antes de la aparición de los detergentes en polvo, presumía siete pasos, y la efectividad reposaba sobre el restregado.

En la década de los sesenta, Fab incorporó a su producto las enzimas, extraídas de vacunos, y cuya función era ayudar a segregar componentes con el fín de hacer más efectiva la acción del detergente.

A Colombia llegaron en 1968, y desde entonces se habla de remojar la ropa , costumbre que tiene su razón de ser en que las enzimas se potencian luego de permanecer más de media hora en agua fría o bien inmediatamente en agua tibia. Como aquí se suele lavar con agua al clima, se impuso la necesidad de remojar, desde la víspera, el platón con ropa.

De ese primer slogan “Remoje, exprima y extienda” se derivó la creencia popular de que es el sereno el que ablanda la mugre y saca las manchas, un mérito que le compete a las enzimas. Con blanqueador Aunque cada vez se fueron creando nuevas enzimas, de acuerdo con cada necesidad de lavado, sólo hasta 1967 se pudo hablar de detergentes con blanqueadores, que en esa primera etapa sólo eran ópticos, es decir, que en presencia de la luz del sol y de la ultravioleta producían un efecto o apariencia de blancura.

Los japoneses hicieron un avance importante en 1986 al inventar los detergentes concentrados, es decir, polvos comprimidos, con fracaso evidente en Latinoamérica dado que en estos países aún subsiste el servicio doméstico, cuya manera de medir -trátese de sal, agua, leche o detergente- se basa en pocos.

Para blanquear realmente una prenda, en esta época aún se acudía a productos extras, hipocloritos de sodio, que al entrar en un proceso de oxidación atacan el color. Se solían agregar a la ropa blanca durante el remojo con detergente en polvo.

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