DOSSIER / ENTREVISTA / ARTÍCULOS / RESEÑAS PROPUESTA EDUCATIVA / 35
Enviado por pauladanie • 14 de Septiembre de 2013 • 7.322 Palabras (30 Páginas) • 503 Visitas
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DOSSIER / ENTREVISTA / ARTÍCULOS / RESEÑAS
PROPUESTA EDUCATIVA / 35
Dra. en Historia (Indiana University, 2009) y becaria post-doctoral de la Universidad de Chicago y el American
Council of Learned Societies (2010-2011); Prof. adjunta en IDAES-UNSAM. Ha investigado la emergencia de culturas
juveniles en la Argentina desde las perspectivas de la historia cultural, política y sexual, la base de su futuro
libro (2012). E-mail: amanzano@umail.iu.edu
Cultura, política y movimiento estudiantil secundario
en la Argentina de la segunda mitad del siglo XX
VALERIA MANZANO*
Durante septiembre y octubre de 1958, los medios periodísticos de la Argentina se sorprendían
de la “gimnasia rebelde” que desarrollaban los estudiantes secundarios identificados con la causa
“laica” -quienes se oponían a que las universidades privadas otorgasen títulos que habilitaran al
ejercicio profesional- y, en menor medida, quienes lo hacían con su opuesta, la “libre”. Esa “gimnasia”
incluía la toma de escuelas y las movilizaciones que podían culminar con cientos de chicas
y chicos en diferentes comisarías -como sucedió el 5 de septiembre, por ejemplo. Para la prensa,
el Jefe de Policía, el Ministro de Educación y el presidente Arturo Frondizi (1958-1962), esa
“gimnasia” obedecía a la escasa cultura cívica que los estudiantes habrían recibido en la “década
anterior” -en referencia a la peronista (1946-55)- y a la erosión de los “principios de autoridad y
disciplina”1. En agosto y septiembre de 2010, más de 50 años después de la “laica o libre”, cuando
los estudiantes secundarios tomaron 30 escuelas porteñas reclamando mejoras en las condiciones
edilicias, los medios más conservadores volvieron a articular una representación combinando
preocupaciones sobre la erosión del “principio de autoridad” con otras sobre la dirección de
la “gimnasia rebelde”2. En uno y otro contexto se ponía en cuestión la legitimidad de las acciones
estudiantiles y se los relacionaba con dinámicas políticas y culturales mayores.
Más que focalizar en las reacciones que generaron, este artículo busca reconstruir las tradiciones
y repertorios organizativos de los estudiantes secundarios en la Argentina de la segunda mitad
del siglo XX. Al hacerlo, su propuesta es historizar al movimiento estudiantil secundario en su imbricación
con la emergencia, consolidación, y cuestionamiento de la juventud como categoría
cultural y política y de los y las jóvenes como actores culturales y políticos. Como lo han señalado
los historiadores que han trabajado sobre Norteamérica y Europa occidental, antes que un estadio
biológico la juventud es una categoría sociocultural que se constituyó en relación con la expansión
de la escolarización y la cultura del consumo, entre otros procesos (Gillis, 1974; Fass, 1977;
Mitterauer, 1986). Las historias de la juventud en aquellos países reconocen una inflexión en la
segunda postguerra, cuando la combinación de crecimiento demográfico y afluencia económica
dio como resultado al teenager y a sus sucesores más contestatarios de los sesenta (Sirinelli, 2003;
Sorcinelli et al., 2005; Fowler, 2008). Menos numerosos y sin disfrutar de la afluencia al igual que
sus pares en los países centrales, los y las jóvenes en la Argentina -como en otros países latinoamericanos-
también devinieron actores culturales y políticos de fundamental importancia. En la
medida en que la autoridad atribuida al pasado y a la tradición se erosionaba, la juventud ganó
relevancia y devino una categoría central sobre la cual diversos actores proyectaban sus temores
y esperanzas en torno a la posibilidad de cambio social, cultural o político (Manzano, 2009 y 2010).
La historia de la juventud y los jóvenes ofrece un horizonte posible desde el cual reconstruir las
transformaciones del movimiento estudiantil secundario. En un esfuerzo por detectar continuidades
y rupturas, este artículo se detiene en cuatro momentos significativos. Primero, en el contexto
de las ya mencionadas movilizaciones en torno a la “laica o libre”, las primeras a escala nacional en
las cuales varones y mujeres, de colegios privados y públicos, ocuparon masivamente las calles y
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cuestionaron -en términos prácticos- la legislación que les impedía desarrollar tareas gremiales
y/o políticas en el marco escolar. Segundo, el artículo reconstruye la coyuntura de 1973, suerte de
primavera democrática en la cual los estudiantes secundarios estuvieron en el centro de la escena
político-cultural. La mitad de la década de 1980 ofrece el tercero de los momentos a deshilvanar:
en el debate público sobre la “regeneración” del país tras la experiencia dictatorial y, en especial,
la práctica del terrorismo de Estado, los estudiantes secundarios -como epítomes de una “nueva
juventud”- ocuparon un sitial de preferencia. En su aprendizaje democrático, se creía, debían y podían
articular sus propias organizaciones. Parte de ese optimismo se había evaporado hacia la primera
mitad de la década de 1990, el último de los momentos que se analiza, poniendo el foco en
dos experiencias: la participación estudiantil en las campañas contra el “gatillo fácil” y la violencia
contra adolescentes —especialmente tras el asesinato de Walter Bulacio y en las movilizaciones
por el caso María Soledad Morales, ambos datados en 1991- y las coordinadoras creadas en defensa
de la educación pública en 1992. Esa ampliación de las demandas, articulaciones, y discursos
que atravesaban al movimiento estudiantil en los primeros años de 1990, con transfiguraciones,
se han proyectado hacia el siglo XXI.
El 58’ y después
El conflicto que opuso a “laicos y libres”
se inició en agosto de 1958,
cuando el presidente Arturo Frondizi,
honrando acuerdos con sectores
eclesiásticos -que implicaron también
el nombramiento de su Ministro
de Educación, el militante católico
Luis Mac Kay —anunció que su gobierno
impulsaría la reglamentación
del Artículo 28 del decreto ley 6.403,
promulgado en diciembre de 1955,
por el cual se establecía la posibilidad
de que las universidades particulares,
o “libres”, expidieran títulos que
habilitasen
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