Del Miedo A La Esperanza
Enviado por rorago7 • 3 de Septiembre de 2013 • 1.329 Palabras (6 Páginas) • 452 Visitas
conclusión: la gente sale de la casa, y en consecuencia nos correspondía
ir a buscarla. Así, salimos a caminar a Medellín, con
entusiasmo, sin intermediarios, reconocimos todos y cada uno
de sus rincones, repartimos volantes, estrechamos manos,
miramos a los ojos, vimos todos los rostros posibles, aprendimos
a escuchar y a reconocer las angustias y las aspiraciones de
nuestra gente, descubrimos el sentido de la dignidad de nuestras
comunidades. La audiencia crecía y cada día encontrábamos
más personas que tímidamente se acercaban a trabajar en
nuestra campaña. Esta forma de entender y hacer la actividad
política nos sirvió para enriquecer nuestra propuesta y, a partir
de la cercanía con la gente, construir el que sin duda ha sido
nuestro mayor capital político: Confianza.
No ganamos en el año 2000 pero abrimos la puerta para
llevar a la ciudadanía una alternativa diferente de la política;
con la experiencia acumulada perseveramos y seguimos caminando,
con la convicción renovada de que teníamos los elementos
y la capacidad para liderar la transformación que Medellín
necesitaba. En las elecciones de octubre de 2003 recibimos en
las urnas una aceptación abrumadora y nos dispusimos a dirigir
los destinos de la ciudad a partir del 1º de enero de 2004.
En primer lugar integramos un equipo de trabajo que reunía
cuatro características esenciales: honestidad sin ninguna
concesión a la corrupción y la politiquería, conocimiento riguroso
de los temas centrales de la vida de la ciudad, un compromiso
absoluto con nuestros ideales que se habría de traducir en
la disposición para entregar con pasión durante este período
todas nuestras energías para sacar adelante el proyecto que le
presentamos a la ciudad, y la sensibilidad para saber en cada
una de nuestras actuaciones que todas las personas de Medellín,
sin ningún tipo de consideración, nos merecían máximo
respeto y solidaridad.
Para explicar el sentido de nuestro trabajo y darle un contexto
al material de este libro, voy a utilizar la estructura problemas-
fórmula, que empieza con la identificación clara de los
problemas que nos proponemos resolver y a continuación presentamos
la fórmula que usamos para avanzar en la solución de
los problemas señalados.
En Medellín, desde nuestra perspectiva y simplificando,
enfrentamos dos grandes problemas que están íntimamente ligados.
En primer lugar, vivimos en una sociedad con desigualdades
sociales profundas que, además, trae acumulada una gran deuda
social. Este hecho lo compartimos con la mayoría de las ciudades
latinoamericanas, lo cual no resulta sorprendente pues es bien
conocido que América Latina es la región más desigual del planeta.
Un par de ejemplos, sin entrar en detalles, ilustran el tema. El
sistema educativo nuestro, que en años ya lejanos servía como
factor de integración social, se convirtió en gran factor de división
y discriminación. La diferencia entre la educación privada y
la pública es abismal y las consecuencias, en la era de la información
y el conocimiento, son dramáticas: más desigualdades y
por lo tanto más injusticia. Por otro lado, una mirada a las zonas
periféricas de la ciudad nos muestra con crudeza las dificultades
de miles de familias, la mayoría llegadas a la ciudad en busca de
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un futuro que no podían encontrar en sus lugares de origen, desplazadas
muchas por la violencia, sin equipaje físico y sin competencias
educativas, quienes se aferran a nuestras montañas con la
ilusión de que allí está la posibilidad de una vida mejor: ahí están
y son ciudadanos y ciudadanas de Medellín, con todos los derechos
y responsabilidades.
En segundo lugar, a comienzos de los años ochenta llegó a
nuestra ciudad el narcotráfico y empezó una era de violencia
que nadie jamás imaginó. Le vimos el rostro a la destrucción, la
muerte entró a todos los rincones de la ciudad y se estremecieron
los cimientos de nuestra sociedad. Nos convertimos en la
ciudad más violenta de la tierra. Son ya varias las generaciones
que han crecido en este contexto de destrucción y miedo. Las
consecuencias han sido funestas y han agravado todas las dificultades
sociales que bajo circunstancias normales, sin esa violencia
extraordinaria, hubiéramos afrontado. Un par de cifras
nos muestran de manera elocuente la dimensión del problema:
En 1991 tuvimos 6.500 homicidios, en 2007 tendremos cerca de
630. El cambio es grande pero las raíces de esta violencia son
profundas y superar sus condiciones y las implicaciones sociales
y culturales negativas que aparecieron requiere atención permanente
y un esfuerzo prolongado en el tiempo.
La combinación de los dos problemas descritos es única,
dolorosamente única. No teníamos referencias o modelos que
nos señalaran un camino para encontrar una solución satisfactoria.
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