Don Quijote
Enviado por holahola123123 • 25 de Noviembre de 2013 • 1.481 Palabras (6 Páginas) • 333 Visitas
Defender la libertad de expresión a principios del siglo XVII con los conceptos y contenidos del XX era más que imposible, era un milagro. Don Quijote de La Mancha lo hizo. Miguel de Cervantes fue el autor.
Cuando se publica el Quijote (1605 y 1615), las pragmáticas sobre los libros promulgadas por Felipe II estaban en pleno vigor y fuerza. Estas normas establecieron un control durísimo y rigurosísimo sobre los libros y, en definitiva, contra la libertad de expresión, pero más en el papel que en los hechos comprobados, pues en la realidad no sucedió ni muchísimo menos lo que se esperaba ante la magnitud de los castigos señalados en el texto legal: penas de muerte, pérdida de bienes, quema pública de los libros intervenidos, etc., y en medio de todo esto la mano siniestra del Tribunal del Santo Oficio.
Como de costumbre, una cosa es la ley y su aplicación y otra muy distinta los portillos para burlarla y las escapatorias ante la censura. [...]
Miguel de Cervantes no lo hizo de modo frontal, dando doctrina propia de un aburrido ensayo, sino de una forma tan sutil como sugerente, vistiendo todas sus expresiones, conceptos, párrafos de tanta ironía como belleza. Y haciendo afirmaciones categóricas con frases que han pasado a la historia: "La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos" (Cap. LVIII).
El genio de Cervantes brilló a una altura aún no superada para criticar y a la vez burlarse de las operaciones inquisitoriales. Don Quijote es el exponente de la libertad de expresión y de lectura porque él quiere los libros que tiene en su biblioteca y no otros. El escrutinio y la quema de libros que hacen el cura Pero Pérez y el barbero, con su sobrina, es el reflejo de la primera pragmática citada de Felipe II, a la vez que una irónica farsa de lo que era la Inquisición. [...]
La práctica totalidad de los libros que el cura Pero Pérez, el barbero y la sobrina de Don Quijote lanzaron a la hoguera del corral (Cap. VI) nada tenían de carga doctrinal y menos aún que ver con la teología o los principios dogmáticos del catolicismo, pero fueron pasto de las llamas sin saber los improvisados inquisidores, en su práctica totalidad, lo que había en sus páginas y si contenían puntos de probable herejía, más o menos como en tantísimas ocasiones hacían los inquisidores de verdad con tantos y tantos libros que fueron a parar a los distintos índices, con frivolidad y sin haberlos examinado a fondo.
Miguel de Cervantes se sirvió de los libros de caballerías para hacer ficción inquisitorial, pues no iba a meterse en la boca del lobo enumerando libros incluidos en los índices para hacer esa farsa irónica. [...] Prueba de la frivolidad con que se hizo la limpia en la casa de Don Quijote son algunas frases cervantinas: "Este que viene -dijo el barbero- es Amadís de Grecia, y aún todos los de este lado, a lo que creo, son del mismo linaje de Amadís. Pues vayan todos al corral -dijo el cura". [...]
La Iglesia, la Inquisición, lo único que hacía era indagar las desviaciones doctrinales y dictar sentencia en caso de que existiesen, pero en un alarde de hipocresía jamás tocaba el pelo de la ropa de una persona, pues ese trabajo sucio lo hacía el poder civil, el brazo secular al que se entregaba al acusado para torturarlo y arrancarle confesiones o ejecutarlo.
Para Cervantes es el ama de Don Quijote ese brazo. El cura se impacienta y quiere terminar pronto, "y pase adelante, señor compadre, y démonos prisa, que se va haciendo tarde" y le indica al barbero: "Pues no hay más que hacer, -dijo el cura- sino entregarlos al brazo seglar del ama, y no se me pregunte el porqué, que sería nunca acabar". El ama ejecutaba con presteza y alegría las órdenes que le daban. "Y, sin querer cansarse más en leer libros de caballería, mandó al ama que tomase todos los grandes y diese con ellos en el corral y asiendo casi ocho de una vez, los arrojó por la ventana". Se le cayó uno que era la Historia del famoso caballero "Tirante el Blanco", que se libró de la quema al darse cuenta el cura de esta obra. Esto es una crítica a la frivolidad clerical al hacer escrutinio, que tiene su remate en algo muy español, el amiguismo, que salva una obra por encima de
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