Educación Popular Y Calidad Educativa
Enviado por Sandradudamel • 1 de Marzo de 2013 • 3.941 Palabras (16 Páginas) • 448 Visitas
EDUCACIÓN POPULAR Y CALIDAD EDUCATIVA
Pilar Ubilla
En este espacio quisiéramos abordar algunos aspectos de este tema que suelen disociarse y que nos parece, deberían considerarse en forma integral.
La distancia entre la teoría y la práctica
Es innegable el avance sustancial que significa para los pueblos los acuerdos internacionales en cuanto al derecho a la educación y más aún, a una educación de calidad a lo largo de toda la vida. Sucede que más allá de las declaraciones, casi todos los programas y los fondos destinados a mejorar la calidad educativa se focalizan en la alfabetización y las metas propuestas, también. Parecería necesario detenernos un momento a definir algunos aspectos y fundamentalmente, a evaluar el conjunto de acciones, planes, programas y dineros que se han puesto en práctica con muy pocos resultados para el conjunto de la población. Ampliar la mirada, pensar en el tipo de indicadores que usamos para realizar los diagnósticos educativos a partir de los cuales se desarrollan las políticas y se evalúan sus resultados.
Una primera reflexión es que no es el mejor camino copiar experiencias positivas realizadas en otros contextos. Es necesario desarrollar estrategias que respondan a las realidades locales y nacionales, programas donde la población y particularmente, las educadoras y los educadores participen activamente, se sientan comprometidas/os en la tarea. Aprender creativamente, partir de nuestras prácticas, de nuestra propia cultura y tradiciones, recrear las experiencias ya acumuladas, confrontar las teorías existentes y generar nuevo conocimiento y nuevas prácticas que alimenten la constante reformulación de las propuestas.
El marco contextual.
No podemos reflexionar sobre incidencia en políticas educativas como si fueran ajenas a lo que está sucediendo en el mundo; no es posible sacarlas de contexto y analizarlas como si estuviéramos en un aséptico laboratorio. Nos encontramos en un escenario complejo, que podríamos llamar de crisis, pero simultáneamente, es un escenario poblado de experiencias nacidas de fuerzas instituyentes, cargadas de logros y esperanzas. Es un momento para reflexionar y tomar decisiones.
La globalización siempre acompañó al sistema capitalista, pero hoy asume nuevas dimensiones: creciente polarización y exclusión, mundialización del capital y segmentación del trabajo, predominio de los capitales financiero - especulativos, aceleración de las comunicaciones, reestructura del capitalismo bajo hegemonía neoliberal. La competencia y el mercado se han transformado en productores de nuevos significados y en constructores de valores, en lo que podríamos denominar una ética del mercado. Este modelo de desarrollo se conjuga con una concepción del progreso lineal y acumulativo que produce la concentración del crecimiento en un sector y el empobrecimiento en las mayorías.
Los modelos neoliberales son mucho más que una propuesta económica, poseen una gran capacidad de penetrar y moldear el imaginario social, la vida cotidiana, los valores que orientan nuestros comportamientos en la sociedad. Asistimos a la construcción de nuevas subjetividades y a la emergencia de nuevas patologías, lo que afecta severamente el concepto de calidad de vida. Señalo brevemente algunas de ellas: e consumismo desenfrenado y la sobre valoración del tener, el terror a la exclusión; el fortalecimiento de nuevas patologías ligadas a la violencia como forma de rechazo de una sociedad excluyente, pero también como conformación de una identidad autodestructiva; la violencia como expresión de la competitividad, pues se pierde el valor del otro ser humano como alteridad dialogante y se lo reemplaza por el peligro del otro ser, como alteridad amenazante.
La sociedad de la exclusión genera una verdadera expansión de las violencias, un nuevo mundo de lucha de todas/os contra todas/os. Interesan los sujetos que triunfan, los eficaces, aquellos que saben cuidarse del otro y están dispuestos a pasar por encima de él para poder triunfar. El derecho a la fuerza se afianza con una profunda crueldad: las operaciones de limpieza social buscan aniquilar a los indeseables, los saqueadores, los drogadictos y todos los que alteran el orden. Esta violencia social se ve reforzada por el espectáculo del horror que difunden los medios de comunicación; suscita en nosotras/os aquellas violencias y temores profundamente anclados en el inconsciente personal y colectivo. Vivimos en una sociedad del riesgo mundial permanente, entre el terrorismo y la guerra que nos proponen para aniquilarlo. Esta es una sociedad violenta, competitiva y autoritaria que sustenta su poder, también, en la escenificación de la amenaza.
Por otra parte, la sociedad del espectáculo genera conductas pasivas y contemplativas, así como también aislamiento y soledad; la sociedad de las imágenes conduce a un exceso de información y de excitación que desencadena un fenómeno de sobresaturación del yo; la sociedad del cálculo genera una superficialidad en los afectos y la ausencia de un compromiso emocional; la sociedad de la eficacia competitiva desemboca en subjetividades constituidas sobre la base de la compulsión a actuar y de la angustia por triunfar; la sociedad del valor de cambio provoca conductas consumistas, exacerbadas por los medios de comunicación; éstos, a su vez, fortalecen el deseo imitativo, con lo cual los sectores excluidos por el modelo ahondan sus frustraciones, lo que puede conjugarse con el desarrollo de conductas violentas como respuesta a un identidad negada y frustrada.
Se trata de un pensamiento construido sobre un lenguaje que se pretende universal, moderno y drástico: flexibilidad, adaptabilidad, desregulación, modernidad, eficacia, polifuncionalidad, etc. Un lenguaje que pretende hablar en nombre de la responsabilidad, aunque luego no pueda dar cuenta de la corrupción estructural. Un lenguaje que se pretende innovador, avasallante, desestructurador, único, que niega todo otro discurso porque se declara vencedor. Un lenguaje anti-estatal, aunque incongruentemente hable en nombre del Estado. Se trata de un discurso fuerte, pronunciado desde la convicción del vencedor, que propone al mercado como único regulador posible de las relaciones económicas y sociales. Un discurso que sustenta un programa orientado a la destrucción metódica de las propuestas e identidades colectivas. El neoliberalismo conforma así una cultura estrechamente ligada al mundo de la vida que niega toda alternativa al sistema, haciendo parecer normal y natural lo que no lo es: que las grandes mayorías vivan en situaciones inhumanas porque se les ha negado el ejercicio de sus derechos ciudadanos, económicos, políticos, sociales y culturales.
Ahora
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