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El Camino Al Anfierno


Enviado por   •  21 de Marzo de 2014  •  3.507 Palabras (15 Páginas)  •  405 Visitas

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El camino al infierno

John Baker, ingeniero en jefe de Caribbean Bauxite Company Limited de Barracania, una isla del Caribe, estaba haciendo los últimos preparativos para abandonarla isla. Un mes antes le habían avisado de su promoción a gerente de producción de Keso Mining Corporation, cerca de Winnipeg, una de las empresas canadienses de Continental Ore que estaba registrando una rápida expansión. Todo estaba arreglado, menos una última entrevista vital con su sucesor, el muy capaz joven Matthew Renal, oriundo de Barracania. Era vital que esta entrevista tuviera éxito y que Rennalls saliera de la oficina de Baker seguro de sí mismo y con coraje para afrontar el reto de su nuevo trabajo. Un toque de campana habría llevado a Rennalls a la oficina, pero Baker demoró ese momento y miró pensativamente por la ventana, considerando con exactitud qué iba a decir y, más en concreto, cómo lo iba a decir.

Baker, un expatriado inglés, tenía 45 años y llevaba 23 trabajando en Continental Ore en distintos lugares del mundo: el Lejano Oriente, varios países de África y Europa y, los pasados dos años, en esta isla del Caribe. Su asignación anterior en Hamburgo no le había interesado mucho y le encantó la idea de ser enviado al Caribe. El clima no era el único atractivo. Baker siempre había preferido trabajar en el extranjero, en los llamados “países en desarrollo”, porque pensaba que tenía un don innato —mayor al que tenían otros expatriados que trabajaban para Continental Ore— para encontrar la manera de llevarse bien con el personal regional. No obstante, sólo 24 horas en Barracania le bastaron para saber que necesitaría todo su don innato para poder lidiar con los problemas que le aguardaban en este terreno.

Matthew Rennalls En la primera entrevista que Baker sostuvo con Glena Hutchins, la gerente de producción, hablaron del problema de Rennalls y su futuro. En ese mismo instante, le quedó muy claro a Baker que una de sus tareas más importantes sería preparar a Rennalls para que le sucediera. Hutchins había señalado que éste no sólo era uno de los prospectos barracanianos más brillantes del personal de Caribbean Bauxite —en la Universidad de Londres había obtenido un grado de Licenciado en Ingeniería con mención honorificada—, sino que además, como era hijo del ministro de finanzas y economía, también tenía un atractivo político.

Caribbean Bauxite se había sentido muy complacida cuando Rennalls decidió trabajar en la empresa, en lugar de hacerlo en el gobierno, donde su padre ocupaba un cargo destacado. La empresa adjudicó su decisión a que el vigoroso y liberal programa de regionalización de la empresa, aplicado desde la Segunda Guerra Mundial, había llevado a que 18 barracanianos ocuparan puestos en la gerencia media y había dado a Caribbean Bauxite una buena ventaja en este sentido, en comparación con otros negocios internacionales que operaban en Barracania. El éxito de esta oportuna política de regionalización había producido excelentes relaciones con el gobierno, mismas que, tres años después, resultaron más importantes cuando Barracania declaró su independencia, lo cual provocó una actitud crítica y desafiante respecto al papel que los intereses extranjeros debían desempeñar en la nueva Barracania. Por tanto, Hutchins no tuvo demasiada dificultad para convencer a Baker de que el éxito del desarrollo de la carrera de Rennalls era de vital importancia.

La entrevista con Hutchins había tenido lugar dos años antes y ahora Baker, reclinándose hacia atrás en la silla de su oficina, repasaba la medida de su éxito en la preparación de Rennalls. ¿Qué aspectos del carácter de ésta habían servido y cuáles habían sido un obstáculo? ¿Qué decir de su personalidad? ¿Qué la había servido o entorpecido? El primer punto que asentó en la columna del haber era, sin lugar a duda, la habilidad de Rennalls para dominarlos aspectos técnicos de su trabajo. Desde el principio había exhibido agudeza y entusiasmo y, con frecuencia, había impresionado a Baker con su habilidad para atacar nuevas asignaciones y con los comentarios constructivos que invariablemente había pronunciado en las discusiones departamentales. Gozaba de popularidad entre las fi las del personal barracanianos y tenía un trato amable que le colocaba en buena posición en sus relaciones con sus superiores expatriados.

Todos ellos eran activos, pero ¿qué decir de la columna del debe? En primer término estaba su posición racial. Los cuatro años que había pasado en la Universidad de Londres habían acentuado este sentimiento y le habían vuelto muy sensible a toda señal de condescendencia por parte de los expatriados. Tal vez para expresar esta conciencia en Londres, se puso a hacer política en el partido Acción Unida, después ganaría al país su primer ministro.

Sin embargo las ambiciones de Rennalls, porque no cabía duda que las tenía, no estaban en la política. Si bien era un nacionalista convencido, consideraba que sería más útil, para su país y para el mismo, que aplicara su más útil, para su país y para el mismo, que aplicara su talento para la ingeniería ahí donde sirviera más o ¿Qué la bauxita no representaba cerca de la mitad del valor del comercio exterior de Barracania? Por lo anterior, Hutchins encontró inesperadamente fácil su tarea de convencer a Rennalls de que abandonara su trabajo político para entrar en el departamento de producción como ingeniero asistente.

Baker sabía que la intachable posición racial de Rennalls era la que había impedido que su relación fuera tan cercana como debía haber sido. Los formalismos entre los dos eran mínimos. Baker estaba encantado de que parecía que su asistente compartía su peculiar sentido del humor desenfadado, por lo cual siempre estaban intercambiando bromas. El uno asistía a reuniones sociales a casa de otro y con frecuencia jugaban juntos tenis; no obstante, una barrera invencible, indefinible, estaba siempre presente. La existencia de esta separación entre ellos eran fuente de una constante frustración para Baker, porque subrayaba una debilidad que se negaba a aceptar. Si había tenido éxito con personas de otras nacionalidades, ¿Por qué no lo conseguía con Rennalls?

El, al menos, había conseguido acercarse a Rennalls mucho más que otro expatriado cualquiera. De hecho, la actitud, a veces condescendiente y otras cínica, que el joven barracaniano adoptaba hacia otros expatriados de la empresa había sido uno de los temas que Baker había planteado el año pasado cuando discutió con Rennalls el informe del personal. Baker también sabía que tendría que volver a plantear el mismo tema en la próxima reunión, porque Martha Jackson, la jefa de reclutamiento, se había quejado ayer del trato grosero de Rennalls. Con esa idea en mente Baker se

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