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El Civismo


Enviado por   •  15 de Abril de 2015  •  8.679 Palabras (35 Páginas)  •  776 Visitas

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EL CIVISMO: UNA CONSTRUCCIÓN ÉTICO-POLÍTICA

RESUMEN

El civismo del que vamos a tratar aquí supera el sentido de la simple "buena educación", ya que se trata de comprender la formación del concepto de civismo y de ciudadanía desde una perspectiva ética, jurídica y política y trasciende las simples reglas de cortesía y de buenos modales que se han ido generando en cada época histórica y en cada cultura. El concepto de ciudadanía y de civismo que se plantea en este tema profundiza en otra dirección; en la construcción del concepto de ciudadano o ciudadana consciente de sus derechos y deberes, libre, crítico, responsable, participativo y solidario. Todos esos rasgos que definen lo que debe ser hoy el civismo y la ciudadanía se han ido fraguando en la historia occidental de un modo complejo y sinuoso y ese recorrido es preciso conocerlo para saber en qué situación nos encontramos hoy.

Antes de analizar el desarrollo histórico, jurídico, político y filosófico de la ciudadanía, conviene detenerse un poco en el significado actual del status de ciudadano o ciudadana, pues la conquista real de esa condición dista todavía de ser algo definitivamente logrado en un mundo tan convulso como el nuestro. En el mundo actual dominado por la lógica del Mercado a escala planetaria, es necesario precisar mejor la condición de ciudadanía y el significado del civismo para no quedarse con una simple declaración meramente retórica de algo tan complejo y tan dinámico. Si las condiciones reales en las que se despliegan los derechos y las libertades anulan o debilitan el ejercicio real de la libertad humana, habrá que plantearse cómo se puede transformar esa lógica mercantil que tiende a convertir a los ciudadanos y ciudadanas en simples consumidores y en meros objetos de consumo.

1.- LA NOCIÓN DE CIVISMO

El civismo designa un modo de comportamiento basado en actitudes de respeto y tolerancia activa hacia el ejercicio de los derechos y libertades de todos, aunque sean diferentes a nosotros en costumbres, moral o religión; el civismo tiene sentido en el marco del cumplimiento de las leyes en un Estado democrático y de derecho. En un contexto de tiranía, de despotismo o de dictadura el verdadero civismo adquiere la dimensión de la rebeldía cívica y de desobediencia civil. Ser ciudadano no es solamente tener los "buenos modales" que la burguesía preconiza como señal de buena convivencia y de orden social, porque esos buenos modales pueden servir de pretexto para encubrir una serie de injusticias que no interesa a los más poderosos descubrir ni eliminar.

Sin embargo, como bien señala Victoria Camps, tampoco se puede prescindir de la "buena educación" en la sociedad, porque los seres humanos convivimos con los demás en el marco de unas reglas, de unos símbolos, de unas ceremonias protocolarias que son convencionales que tienen un valor social indiscutible, porque "la buena educación es la manera externa de tratar bien a los demás, con delicadeza, de un modo amable y simpático... Son fórmulas inventadas y producidas a lo largo de la historia" [1]

El civismo del que vamos a tratar aquí supera el sentido de la simple "buena educación", ya que se trata de comprender la formación del concepto de civismo y de ciudadanía desde una perspectiva ética, jurídica y política y trasciende las simples reglas de cortesía y de buenos modales que se han ido generando en cada época histórica y en cada cultura. La convivencia exige unas reglas de adaptación mutua que en cada época y cultura son diferentes, como han señalado muy bien los sociólogos y antropólogos; el estudio de Norbert Elias sobre la civilización occidental aclara muy bien cómo los ritos y ceremonias violentas de la Antigüedad se han ido trasvasando, por ejemplo, a las competiciones deportivas de nuestra sociedad global. La convivencia exige indudablemente reglas y fórmulas de convivencia, de civilidad, pero el concepto de ciudadanía y de civismo que se plantea en este tema profundiza en otra dirección; en la construcción del concepto de ciudadano o ciudadana consciente de sus derechos y deberes, libre, crítico, responsable, participativo y solidario. Todos esos rasgos que definen lo que debe ser hoy el civismo y la ciudadanía se han ido fraguando en la historia occidental de un modo complejo y sinuoso y ese recorrido es preciso conocerlo para saber en qué situación nos encontramos hoy.

Vivir es convivir; con este slogan se pretende recordar a todos lo que ya Aristóteles defendía en su "Política"; a saber, que todo hombre es un "animal cívico[2] y que no somos ni superiores a los seres humanos (dioses) ni inferiores a ellos (otros animales cualesquiera) y que además tenemos una herramienta muy importante para organizar la comunidad y la convivencia: el lenguaje. Por el lenguaje podemos buscar mejorar la convivencia y la ciudad porque podemos definir lo que es justo e injusto y lo que es bueno o malo para la comunidad.

2.- EL CONTEXTO ACTUAL DE LA CIUDADANÍA

La sociedad actual tiene una serie de rasgos o características que condicionan de modo evidente todas las estructuras jurídicas, políticas y todos los sistemas de pensamiento religioso, científico y filosófico que se producen en su seno. En el siglo XXI ya no se puede seguir hablando de derechos y libertades individuales sin tener en cuenta el contexto material en el que éstos se desarrollan Por eso, tampoco se puede hablar de lo que significa el civismo sin conocer cuál es el contexto social, económico y político en el que viven las personas y los intereses que están en juego en todo el sistema social y económico en que vivimos.

2.1. La globalización.

Una de las características más importantes y que denota la ambivalencia y las relaciones desiguales en el mundo actual es la globalización. Se trata de un fenómeno que abarca todos los aspectos del modelo de desarrollo del neocapitalismo financiero en que vivimos. El elemento que mejor visualiza este fenómeno es la economía, puesto que la lógica mercantil del actual capitalismo especulativo y financiero impregna todas las estructuras del sistema jurídico, político y económico y lo somete a los dictados de la nueva economía. Junto al elemento económico está también la globalización impuesta por las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación, las denominadas TICs. Esas nuevas tecnologías están, ante todo, al servicio de los flujos económicos mundiales que son promovidos y controlados por las grandes multinacionales de la energía, de la banca, de la informática y de la comunicación. Nada o casi nada se escapa al control de esas grandes empresas transnacionales y todo el sistema político y jurídico mundial de hoy día está profundamente

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